Don Venancio, Montero y los otros. Mapuche y blancos en el espacio fronterizo pampeano: estrategias de ingreso e instalación (1827-1836).

 

Daniel VILLAR (UNS-UNLPAM) - Juan Francisco JIMENEZ (UNS).

En este trabajo se analizará la concertación y objetivos de un numeroso contingente integrado por mapuche lelfunche, maquehuanos y unos 30 soldados del ejército chileno encabezados por Juan Montero; sus estrategias de ingreso (1827) e instalación en territorio pampeano; las relaciones que establecen con otros competidores territoriales indígenas y blancos; y la forma en que todos estos factores influyen sobre el accionar posterior de sus miembros, particularmente los que adscriben a la condición de indios amigos, como es el caso de Don Venancio Coihuepan.

Se espera realizar un aporte al conocimiento de: a) la dinámica interna de los grupos mapuche ingresados a las pampas, en la década de 1820; b) las características del etno-contacto fronterizo regional; c) los mecanismos de adscripción a la condición antes señalada; y d) una de las fases de la llamada Araucanización de las pampas.

Don Venancio, Montero y los otros. Mapuche y blancos en el espacio fronterizo pampeano: estrategias de ingreso e instalación (1827-1836). *

Daniel VILLAR (UNSUR-UNLPAM) - Juan Fco. JIMENEZ (UNSUR)

1.

El objetivo de este trabajo es analizar la composición y concertación de una alianza integrada por mapuche y blancos, en el año 1827; las estrategias que elaboran para ingresar e instalarse en territorio pampeano; las relaciones que establecen con otros competidores territoriales indígenas y blancos; y los factores que concurren para que posteriormente una parte de ese contingente adscriba a la condición de "indios amigos".

2.

En los últimos años, el estudio de las sociedades indígenas de la región pampeana ha experimentado significativos avances. Por un lado, un mayor conocimiento de la producción antropológica e historiográfica chilena ha entregado a los investigadores argentinos un cúmulo de información que contribuye decisivamente a explicar de manera más adecuada los complejos procesos de etno-contacto que tuvieron lugar en nuestro territorio regional, durante las primeras décadas del siglo XIX.

Una interesante novedad que encierra esta ampliación de conocimientos es la reconsideración que en Chile se ha desarrollado sobre la constitución del mundo fronterizo en la Araucanía (Villalobos et al.,1982 y 1989), porque permite que podamos correlatar los movimientos hacia las pampas de grupos mapuche, tomando como referencia la periodificación de las alternancias de episodios de paz y guerra (Villalobos, 1989: 7 ss.). Por ejemplo, durante el siglo anterior, los años posteriores a la denominada "Guerra a Muerte", fueron momentos de intenso tránsito de numerosos contingentes de indígenas, algunos de los cuales se instalaron en territorio pampeano, después de 1820.

También hemos accedido a la posibilidad de identificar los distintos componentes étnicos que protagonizaron estos movimientos y explicarnos ciertos conflictos inter-grupales que, originados en Araucanía, tuvieron continuación en territorio pampeano, agregando un elemento más a la complejidad propia de los contactos inter-étnicos regionales.

Por otro lado, en Argentina la perspectiva que teníamos del etno-contacto fronterizo y de los grupos que interactuaron en el territorio regional ha experimentado igualmente un cambio importante (Bechis,1984, 1989, 1994; Mandrini, 1986, 1987, 1992, 1993, 1994; Mandrini y Ortelli, 1996; Palermo, 1986, 1988, 1991, 1994; Ratto, 1994, 1996; entre otros).

De manera que, a la postre, se nos ofrece la posibilidad de alcanzar una imagen integrada de los procesos historicos respectivos que, sin perder de vista las particularidades que se dan en cada caso, permita trabajar sobre la base de una "unidad de análisis" que, durante la mayor parte del siglo XIX "...es la sociedad que se extendía desde el Pacífico al Atlántico..." y que comprende "...la Araucanía propiamente dicha, la cordillera, la pampa seca y la pampa húmeda, limitadas por las líneas de frontera. Sería el área panaraucana como unidad cultural y social con variadísimas zonas ecológicas" (Bechis, 1989: 4)

Precisamente, el grupo de nuestro interés arribó al territorio pampeano en momentos que es posible percibir claramente esa unidad de análisis señalada por Bechis, durante la que llamaríamos última fase del proceso de araucanización, básicamente definida por el ingreso de contingentes numerosos provenientes de Araucanía que, en ciertos casos, se asentaron en la región, o intentaron hacerlo. Se ha señalado con razón que "...la gran migración de las primeras décadas del siglo XIX encontró una pampa culturalmente araucana y un complejo entramado de relaciones establecidas en el marco de un proceso que culminó, a mediados de ese siglo, con la formación de una enorme unidad linguística y cultural que se prolongaba hasta el Pacífico..." (Mandrini y Ortelli, 1996:138).

Ahora bien, esta "gran migración" presenta tres rasgos que deberemos tener en cuenta: la numerosidad de sus protagonistas (claramente perceptible, aunque los datos demográficos no hayan sido sistematizados hasta la fecha), la dinámica de los ingresos (que en el momento que nos ocupa es realmente significativa) y la existencia de un atractor básico común que es sobre todo el ganado, dato sobre el cual no pareciera ser posible la discrepancia.

Estos rasgos concurren a conformar una situación de competencia que incluye a los blancos, desde luego, y que es alimentada, además, por la complicada trama de alianzas -no siempre perdurables- entre los competidores. En el caso de los indígenas, frecuentemente se suman la persistencia de rencillas anteriores, muchas de ellas originadas en los años de la Guerra a Muerte, cuando fueron estimuladas por independentistas y realistas para aprovecharlas en función del conflicto que los oponía, trasladado en esa época al Sur de Chile; y las nuevas alianzas concertadas con los blancos en territorio regional.

Para abordar una situación de tal complejidad, proponemos abandonar un punto de vista superado por la nueva perspectiva que hoy tenemos de las etno-relaciones regionales. Esa optica ha consistido en considerar a los grupos indígenas actuantes como entidades subordinadas al accionar de la sociedad nacional que este tipo de análisis privilegió, desatendiendo las motivaciones propias de los protagonistas indígenas, tanto en sus niveles inter-étnicos, como intra-grupales e incluso inter-personales. La conveniencia de proceder así fue seseñalada por Silvia Ratto (1995: 2) y por nosotros mismos (Villar y Jiménez, 1996:147).

3.

Pasemos entonces a analizar la composición del contingente objeto de nuestro trabajo y los aportes que sus miembros realizaron.

3.1. Se trata de una alianza entre indígenas y un corto número de soldados del ejército chileno.

Las cifras ofrecidas por las distintas fuentes son variables. Sin embargo, tenemos un dato aproximado sobre la cantidad de personas que la conformaban en el momento en que ingresaron a la pampa bonaerense. Este dato lo proporciona uno de sus integrantes, Juan de Dios Montero, quien en octubre de 1827 relató al gobernador de la provincia que en el mes de

julio había arribado "...a estos lugares de los naturales..." con "...una partida de tropa de línea de treinta hombres de caballería y una división de naturales de un mil doscientos..." (AGN VII-10-4-13).

A partir de este número máximo inicial, similar al que el Cnel. Estomba proporcionará, desde Fuerte Independencia, también al gobierno provincial ("...mil y más indios y treinta soldados chilenos..." [AGN. VII-14-6-1]), se desgranarán otras cifras inferiores: "600 o 700 hombres" según el mismo Estomba, en comunicación al Cnel. Paulino Rojas, Comandante de Carmen de Patagones, fechada en agosto 22 de 1827 (AGN. VII-10-4-13); o los "500 araucanos", que recordará Juan Cornell en sus memorias sobre la frontera (Cornell, 1995:40).

Podría pensarse que estas discrepancias son fruto de una lógica imprecisión, pero hacemos hincapié en que también expresan el proceso de fraccionamiento del grupo, a partir del momento mismo de su ingreso al territorio. Este desgranamiento paulatino, que veremos confirmado más adelante, nos libera de optar por una u otra cifra, como si se tratase de determinar la entidad numérica de un contingente estable, sencillamente porque no lo fue. Sufrió pérdidas de recursos humanos incesantemente.

Propondremos, en cambio, una comparación que permita formarse una idea de la numerosidad: la cantidad total de efectivos que el gobierno chileno puso en campaña bajo el mando del Gral. Borgoño para batir a los Pincheira en 1826-1827, (campaña de la que participaron muchos de los integrantes del grupo que nos interesa) fue de 1.153 personas (Tupper, 1972:146-47; Barros Arana, 1897: XV-114) y la vanguardia de la dotación que fundó la Fortaleza Protectora Ar-gentina en 1828 era de poco menos de 80 personas, incluyendo 10 mujeres (Parchappe, 1958: 344).

3.2. Podremos identificar a algunos integrantes indígenas del grupo (tal vez con mayor precisión a aquellos que más tarde adscribirían a la categoría de "indios amigos") y también blancos.

Comencemos por los últimos. En primer lugar, Juan de Dios Montero. En 1826, revistaba en el ejército chileno con el grado de Teniente. Participó en la mencionada campaña de Borgoño y pasó a la vertiente oriental de la cordillera en persecución de los Pincheira, con la columna del Cnel.Antonio Carrero, por el paso de Antuco, a principios de 1827 (Guevavara, 1911: 631), pero no era ésta la primera vez que ingresaba a la Argentina. Según Guevara, estuvo en varias oportunidades anteriores (Guevara, 1912: 326-7).

Había llegado a Araucanía con las fuerzas del Mayor Ibañez durante las alternativas de la Guerra a Muerte. Cuando su jefe se retiró hacia el Norte (1821), Montero recibió órdenes de permanecer entre los indígenas partidarios de los independentistas con un corto número de soldados, recorriendo "...en son de guerra o como amigo las comarcas adyacentes...Deteníase con frecuen-cia en Maquehua..." (Guevara, 1911: 516).

Montero estaba adaptado a la vida entre los indígenas. Vestía a la usanza araucana con manta y chiripá, dejándose crecer el pelo, "...se hizo como mapuche..." y hablaba perfectamente mapu-dungum (Guevara, 1912: 326).

Guevara, basándose en la información que recibió de Agustín Montero, hijo de Maripan y nieto de Juan de Dios, afirma que este último había ganado la confianza y el afecto de los maquehuanos, tomando una esposa perteneciente al linaje Filu, llamada Nimaifilu o Mallentu, hija del lonko Alcafilu (Guevara, 1912: 326-4).

De manera que paralelamente con este proceso de "indianización" o "mapuchización" que Montero había experimentado, al punto de quedar voluntariamente adscripto a un linaje maquehuano por alianza matrimonial, también exhibía una larga actuación en el ejército que le permitía insertarse sin dificultades en un sistema jerárquico militar y lo habilitaba como interlocutor frente a los blancos. Efectivamente lo será, no sólo por su experiencia, sino porque era el único integrante del grupo que manejaba la escritura.

Otro de los miembros blancos era el Sargento Francisco Iturra (Cornell, 1905: 40), que más tarde cumplirá funciones de lenguaraz y baqueano en Fortaleza Protectora Argentina, donde además instalará una casa de comercio y pulpería, sin renunciar a su condición de "aindiado", siempre sospechado de oscuros tratos con los naturales y de suministrarles información estratégica en momentos críticos (Diario de la Fortaleza Protectora Argentina, agosto 13 de 1830, AGN. X-23-9-4).

Los indígenas, por su parte, conforman una alianza constituída por dos bloques parentales que aportan importantes cantidades de konas. Muchos de ellos habían tenido también participación en la Guerra a Muerte, apoyando a los independentistas.

El dirigente que más renombre adquirirá luego en la frontera bonaerense es Venancio Coihuepan, mapuche lelfunche originario de Piuchén, sitio equidistante de Lumaco, Repocura y Choll Choll (Bengoa, 1985: 143-nota 18).

Ya en 1819, González Balcarce le comunicaba a San Martín que el cacique "Benancio...desde el principio de la revolución ha sido inclinado a la causa de los patriotas" (Pueyrredon, 1947: 400-402), motivo por el cual lo había interesado para que persiguiera en su retirada hacia territorio indio al realista Juan Francisco Sánchez, a cambio de "las gratificaciones que exija, si consigue apresarlo."

Vemos, entonces, a Coihuepan tempranamente comprometido en la Guerra a Muerte, conflicto durante el cual encontró ocasión de dirimir rencillas tribales: "Entre los rivales de Coñuepan, ninguno le manifestaba tanto encarnizamiento como los de Voroa. Por cierto que él sabía retribuir con igual intensidad este odio profundo..." (Guevara, 1911: 312-313). Hacia 1821, el poder de Don Venancio "no tenía contrapeso...disponía del destacamento que le dejó el Mayor Ibañez. Apoyado en esta tropa dominaba a sus antiguos enemigos. Vengóse de losindios de Boroa sus rivales encarnizados, imponiéndoles una contribución de animales para su jente..." (Guevara, 1911: 514). Más adelante, veremos las implicancias de esta enemistad.

En esa situación de conflicto, Coihuepan que era ya una persona plenamente socializada, adulto maduro de entre cuarenta y cincuenta años en 1820 (Bengoa, 1985: 72), adquirió adiestramiento militar, fue incorporado al ejército chileno y alcanzó el grado de Sargento Mayor que detentaría en 1827, cuando llegó a la llanura bonaerense (AGN. VII-10-4-13).

En Araucanía estaba fuertemente posicionado. Era un "señor de la tierra", aliado por sus numerosos matrimonios con distintos linajes, integrante de una gran parentela y dueño de ganados y otros bienes. Hablaba español y, si convenía a las circunstancias, vestía prendas militares o camisa, chaleco, levita, pantalón fino, medias blancas y zapatos, recubriéndose con un poncho de fa-bricación inglesa y sombrero de pelo, vestuario que fue inventariado a su muerte, junto con dinero en metálico (Molinari, 1969: 216-217).

Coihuepan vino acompañado por dos hermanos o primos paralelos que reciben trato de hermanos (Bechis, 1994: 44) Martín Collinao y Pedro Melinao, y por Luis Melipan, padre de Don Venancio, según Hux (1992: 141), cacique de prolongadísima actuación durante la Guerra a Muerte, donde se desempeñó en colaboración con los independentistas.

Del linaje Vilu de Maquehua,viajaron el suegro de Montero, Alcafilu y un hermano de éste, Nancufilu.También en este caso se presenta la recurrencia de una actuación anterior en la Guerra a Muerte.

"Los maquehuanos -afirma Guevara (1911: 516) - profesaban por estos años una enemistad abierta a los de Vorué, tal vez por alguna remota discordia de las muchas que emanaban de las costumbres de la raza y que se enconaban de modo extraordinario con la vecindad. Dábanse frecuentes y mutuos malones. La vasta agrupación de Maquehua permaneció en los primeros años de la independencia indiferente por los bandos en lucha..." Pero a partir de 1821, la llegada de Montero que se instaló en el grupo de Venancio cuando Ibañez se retiró de la Araucanía significó un cambio de actitud en los maquehuanos que, influídos por el recién llegado con quien se relacionaron amistosamente y luego por parentesco, comenzaron a volcarse más decididamente al bando criollo y encontraron una nueva ocasión de alimentar su antigua pendencia con los voroganos.

De manera que podemos percibir como mínimo tres bloques que constituyen el contingente, vinculados en primer término por una alianza que tuvo como finalidad principal el aporte de recursos humanos y tecnológicos que posibilitasen el ingreso al territorio pampeano. Entre sus miembros existen además relaciones de parentesco, tanto dentro de un mismo bloque como de bloques distintos.

El primero está conformado por Montero; el segundo, por Ancavilu y Nancuvilu; y el tercero, por Melipan, Don Venancio, Collinao y Melinao.

3.3. Estos dirigientes reunieron la numerosa cantidad de konas o mocetones que revelan las fuentes aludidas.

Montero y sus treinta soldados proveían una tecnología apreciada entre los indígenas. De 1826 data el recuerdo que dejará en sus memorias el Cnel. Beauchef, otro de los oficiales del ejército de Borgoño: "Estos cazadores -dice, refiriéndose a Montero y su pequeño grupo de soldados- se encontrabandesde hacía mucho en la tierra de indios y habían adoptado todas las costum-bres de los salvajes. Sólo se diferenciaban de ellos por las armas, pues estos cargaban tercerola y sable... Los indios los apreciaban mucho por sus armas de fuego que mantenían con mucho cuidado. Vivían del pillaje y del botín que hacían entre los indios enemigos de la patria..." (Feliú Cruz, 1964: 212).

El mismo Guevara (1911: 626) señala que el ejército chileno, como vimos, siempre destinaba una compañía de hombres armados a "robustecer... el mando de estos caciques..." aliados. Y agrega que, en algunos casos, el auxilio de estos piquetes -a cuyos integrantes solía llamarse "mataperros" (Bengoa, 1985: 73-74)- reforzaba de una manera desusada el poder de ciertos caciques (cita el ejemplo de Colipí) que recurrían a ellos para que se convirtiesen en fríos ejecutores de represalias, generando gran temor.

En las pampas, unos años antes de los acontecimientos que estamos revisando, Pedro Andrés García, en expedición a los campos de Sierra de la Ventana (1822), tuvo oportunidad de constatar la importancia simbólica que revestían las armas de fuego cuando los indígenas con los que parlamentaría, se presentaron portando pistolas "aunque inútiles" (García, 1969: IV-525) y otros "multitud de carabinas y tecerolas" inservibles, que "por lujo o insulto las cargaban a la espalda" (id. IV-526).

La fuerte dependencia de un insumo que no podía ser obtenido fácilmente -las municiones- ponía límite al número de operadores de armas de fuego, cuando actuaban de manera autónoma y alejados de su base originaria. El intercambio de municiones estaba severamente restringido por las autoridades militares de frontera, que lo desalentaban bajo pena de prisión para los soldados a los que se les probase que las hubieran suministrado a los indígenas. Estos, a su vez, trataban de eludir la prohibición, valiéndose de sus mujeres para convencer a los soldados de que entregasen unos pocos cartuchos (Diario de la Fortaleza Protectora Argentina, agosto 13 de 1830. AGN X-23-9-4); e incluso hasta se mostraban dispuestos a pagar los precios exorbitantes que los soldados pretendían "en pifia" : diez pesos por unidad (id, agosto 21 de 1830).

Pero no obstante esta limitación, era igualmente importante, desde luego, contar con operadores calificados como Montero y sus hombres, porque habitualmente los indígenas se mostraban incapaces de controlar y utilizar armas de fuego.

Montero aportaba también su conocimiento de la escritura.El dominio de esta tecnología optimizaba las comunicaciones con los blancos e inclusive entre los mismos indígenas. Estos se valían de un escribiente y las demandas de papel y tinta eran constantes. La tinta podía ser sustituída, con escaso éxito, por tintura de añil que se desleía y dificultaba la lectura, pero el papel no admitía sucedáneos.

4.

A principios de 1827, entonces, Montero, incorporado a la columna Carrero, pasaba a territorio argentino por uno de los pasos bajos de la cordillera neuquina. Tal vez haya permanecido desde esa fecha en la vertiente oriental, como sugiere el informante de Guevara (Guevara, 1911: 631).

En este momento, fin del verano o principios del otoño, se gestó la alianza para adentrarse en las pampas, cuando Carrero repasó las montañas hacia su base de operaciones en marzo.

La ocasión era propicia para el ingreso, debido a que el Cnel. Beauchef "...ha reducido a Pincheira al mayor grado de nulidad... La permanencia de nuestras tropas en la cordillera ha producido los mejores resultados...la deserción de los bandidos se aumenta cada día. Se han presentado varios con sus familias..." (La Gaceta Mercantil, mayo 7 de 1827, reproduciendo un comentario del diario chileno El Cometa). Esta derrota de los Pincheira sería sólo temporaria, pero el alejamiento transitorio de sus bases cordilleranas y la dispersión momentánea de sus aliados indígenas dejó expedito el paso del contingente que se lanzó hacia el Este.

El mismo Guevara (1911: 630-631) sostiene la idea de que Montero y los demás habrían recibido el encargo de hostilizar a los Pincheira, formulado por las autoridades chilenas. Pero su informante, el nieto de Juan de Dios, relata, en cambio, que éste formó "numerosa partida de mocetones" con Venancio Koñoepan de Chol Chol, Alkavilu y Nankuvilu (Guevara, 1912: 326-8) y que todos llegaron "en correrías" a las pampas (id.: 328).

Preliminarmente, ponemos en duda que el ingreso se haya producido con el único fin de cumplir una misión militar. A nuestro juicio, si Montero recibió esa comisión, no demoró en independizarse de sus mandos y actuar guiado por los objetivos de la alianza. De otra forma, no se justificaría que el contingente se haya alejado tanto de la cordillera, con el peligro de quedar aislado de su base de operaciones, en territorio argentino, como finalmente ocurrió. No obstante,una respuesta definitiva al respecto sólo llegará a obtenerse consultando la documentación sobre la expedición Borgoño en archivos chilenos.

Nos inclinamos por considerar que la existencia de esa misión militar (el hostigamiento a los Pincheira) fue esgrimida como una justificación de la presencia de un contingente tan numeroso, cuando se hizo imprescindible tomar contacto con las autoridades de la frontera argentina, urgidos por la necesidad de auxilio. La explicación cerraba perfectamente, porque no sólo era cierto que los recién llegados se habían enfrentado a los Pincheira en su marcha hacia el Este, sino que también lo era que el ingreso inicial a territorio argentino de por lo menos uno de ellos -Montero- se había producido en el contexto de una operación regular del ejército chileno en campaña contra los Pincheira.

En apoyo de esta posición, anotamos la desconfianza con que Estomba recibió la noticia del arribo, trasuntada en el tono de su comunicación al comandante de Patagones, advirtiéndole que recibiría "una diputación" enviada por los aliados, entre los cuales identifica a Montero, a quien "...V.S. debe conocer por haber servido en Cazadores a Caballo de los Andes...", y avisándole que no los considerase enemigos, pero que tomase "...no obstante sobre ellos las precauciones que crea necesarias en su posición..." (Estomba desde Fuerte Independencia a Paulino Rojas, Comandante militar de Carmen de Patagones, agosto 22, 1827. El énfasis es nuestro. (AGN VII- 10-4-13).

El mismo Estomba destacó al Teniente Prudencio Torres, veterano de guerra en Chile, con la expectativa de que pudiera conocer a Montero y para que entrevistara a los aliados, "con el objeto de saber con seguridad lo que se puede esperar de ellos" (Estomba desde Fuerte Independencia, al gobierno provincial, septiembre 5 de 1827, idem). Torres no pudo cumplir su misión, porque no encontró a Venancio, Montero y sus acompañantes. (Nota de Estomba desde Fuerte Independencia, septiembre 18 de 1827 AGN. VII-10-4-13).

El camino que habían seguido los aliados desde la cordillera fue la ruta del interfluvio Colorado-Negro. Así se lo comentaría Don Venancio a Narciso Parchappe (Parchappe, 1958: 344), cuando acompañaba a la vanguardia de la exexpedición que fundaría la Fortaleza Protectora (marzo 1828).

En tránsito hacia el Este, se enfrentaron varias veces con gente de Pincheira. El mismo Montero elaborará un informe para conocimiento del gobierno provincial en agosto de 1828, en el cual enumera una sucesión de combates que mantuvieron con partidarios blancos e indígenas de aquél (AGN VII-10-4-13). Los dos últimos encuentros -Bucal (8 julio 1827) y Chacicó (6 agosto siguiente) [Nota de Montero, desde Colorado, al gobernador de la provincia, octubre 2 de 1827; id.]- previos a la toma de contacto con Fuerte Independencia muestran al contingente ingresando a la llanura bonaerense desde la costa del Río Colorado, por los caminos que conducen hacia la pampa inter-serrana, en el centro del territorio provincial.

5.

Antes de examinar las circunstancias en que se produjo la desarticulación del contingente, consideraremos la incidencia de distintos factores en la toma de decisiones posteriores por parte los integrantes del mismo.

5.1. El primero es de orden ambiental. Las fuentes indican que el lapso 1827-1832 fue un período de lluvias muy pobres, al punto que en la época se lo llamó "La Gran Seca" (Darwin, 1921: 189). Parchappe realizó observaciones sobre las condiciones meteorológicas a lo largo de los ochenta y tres días que pasó, entre abril y junio de 1828, en la zona de Bahía Blanca y constató un solo día de calma, cuarenta y nueve días de viento "más o menos violento", y solamente nueve días en que la lluvia "tuvo alguna duración" (Parchappe, 1958 359-361. El énfasis es nuestro)

El agua potable en la región es un recurso crítico en función de su distribución, que está lejos de ser homogénea, y de las distancias que se hace necesario recorrer para encontrarla disponible. En épocas de lluvias escasas o de sequía prolongada a la pobre capacidad de sustentación de los cursos y depósitos superficiales se suma la defección de las napas y un agobiante efecto sobre vegetales y animales que el mismo Darwin describió: "...fue tan escasa la lluvia caída que no creció ninguna planta...los arroyos se secaron y todo el país tomo el aspecto de un polvoriento camino carretero...Pereció un gran número de aves, animales silvestres, ganado vacuno y caballar por falta de alimento y agua..." (Darwin, 1921: 189).

En agosto de 1828, el mismo Estomba, desde la Fortaleza Protectora Argentina, relataba al gobierno los efectos de la carencia de agua: "Hemos llegado ya al extremo de las grandes necesidades: los dos posibles elementos en este océano de desierto, la caballada y el ganado para la subsistencia están ya para terminar...quizá cuando llegue esta comunicación a manos de V.S. no tendremos una sola cabeza de ganado del Estado de que disponer. La espantosa seca que ha habido aquí desde que llegamos ha puesto los pocos caballos que trajimos en el estado más miserable..." (citado en Crespi Valls, 1954: 95. El énfasis es nuestro).

Esta situación ambiental tuvo un rápido efecto condicionante sobre un contingente de más de mil personas montadas, debido a la cantidad de alimentos necesarios para sustentar a sus miembros, y a las exigencias de forrajeo de las cabalgaduras y de agua.

El deterioro se hizo sentir de inmediato. Ya en su comunicación inicial con las autoridades de Fuerte Independencia, Montero se queja de los "grandes padecimientos" que él y su gente están sufriendo y pide que se lo ayude a superar el estado de su tropa "...que se encuentra desnuda y en la miseria..." (nota de octubre 2 de 1827 ya citada); y anuncia al comandante que Don Venancio pasa a hacerse conocer, acompañado por siete soldados, dos cautivas y un niño rescatados. Estomba hará constar que todos están "muy mal montados" (Comunicación al gobierno provincial, octubre 3 1827).

5.2. Los factores restantes son de naturaleza cultural. Previendo que deberían enfrentarse a una situación de competencia, los aliados se concertaron sobre la base de un aporte de recursos que garantizase el éxito del ingreso. El acento se coloca sobre la numerosidad de los miembros y la calidad de los aportes energéticos (humanos y animales) y tecnológicos.

Pero esa numerosidad y calidad, que se mostraron eficaces en los enfrentamientos iniciales, de los que salieron bien librados en tanto Pincheira reorganizaba sus bases y efectivos, pronto mostró su límite operacional.

La cantidad de alimentos, sobre todo de carne, necesarios para abastecer a un contingente de más de mil personas perturbó la organización del grupo. Ante la escasez de animales domésticos para faenar, debió enriquecerse la dieta en proteínas, aumentando la dependencia de la caza. Esta vía exige distraer recursos, e invertir energía animal para cobrar las piezas, dado que las boleadas se realizan a caballo. Los indios de Don Venancio -relatará Parchappe- marchan atentos "...a los ciervos y avestruces..." que encuentran a su paso y que difícilmente escaparán a sus boleadoras (Parchappe, 1958: 345).

Por otra parte, la conservación y almacenamiento del producido de la caza requiere su salazón, tratamiento que demanda tiempo y otro insumo no siempre disponible, la sal. El mismo Parchappe (id.: 343) confiesa que fue el único privilegiado que, durante la expedición, comía "...algo de carne vacuna seca y salada..." transportada especialmente para él.

5.3. Un tercer factor demanda nuestra atención, estrechamente vinculado al anterior. Para superar con éxito la etapa de ingreso al territorio, la alianza se constituyó enfatizando el aporte de energía masculina. Pero una vez que se cumplió ese objetivo inicial, debieron buscar la manera de organizar las condiciones de reproducción mínimas que posibilitasen una instalación más perdurable.

Los aliados no encontraron la manera adecuada de hacerlo, conservando al mismo tiempo su autonomía. En primer lugar, se presenta el problema de la constitución de una base territorial propia. Esto hubiera exigido un tejido social, una red de relaciones inter-personales e inter-grupales que la presión generada por los competidores no permite. El contingente de aliados no logra generar la capacidad reproductiva adecuada. Las mujeres que lo integran -un componente esencial- son las que han podido capturar en los encuentros iniciales con Pincheira y en muchos casos, se trata de familias enteras que se "agregan", a veces temporariamente.

La inestabilidad del número de integrantes es un rasgo característico durante los meses inmediatamente posteriores a julio de 1827, mientras Pincheira, repuesto con rapidez de sus reveses posteriores a la expedición Borgoño ha renovado su alianza con los ranqueles y muestra una creciente agresividad, que alcanzará sus picos máximos a partir de los primeros meses de 1828. Desde su campamento del Chadileo o Chacileo, sobre el Camino Grande que constituía un nudo de itineración donde se reunían rastrilladas que conectaban con Choele-Choel hacia el sur y con Chile hacia el Oeste (Martínez Sierra, 1975: II-168), Pincheira controlará el tránsito hacia la cordillera, colocado a las espaldas de Melipan y su grupo, precariamente asentado aguas abajo del Río Colorado.

A principios de abril de 1828, el campamento de Melipan y los suyos fue atacado por Pincheira y los ranqueles. Melipan mismo resultó muerto en el encuentro con una "...porción de su indiada..." (Nota del Comandante de Patagones al gobierno provincial, mayo 16 de 1828. AGN) y los que quedaron, "doscientos y más indios chilenos" -obsérvese el nivel de reducción- eligieron a Montero en su lugar (Nota de Montero al Coronel Estomba, mayo 14 de 1828). El grupo se hallaba en la "ynfelicidad y desdicha" por "falta de armamento y de cubija, de cabalgaduras y de biberes..." (id.) y Montero reprochaba la falta de respuesta a sus pedidos de parte del Comandante de Patagones.

6.

El ataque a Melipan en abril de 1828 constituye un punto de inflexión en el posicionamiento de los integrantes del grupo. El contingente inicial, como vemos, se ha visto incesantemente mermado en su número y se ha dividido, en un intento de superar una situación de competencia desfavorable. Esto ha tenido, sin embargo, dos consecuencias negativas: lo tornó más vulnerable aún al ataque de enemigos velozmente re-posicionados; y con ello aumentó la dependencia de los blancos a quienes se le requieren todo tipo de recursos y bastimentos -alimentos, vestimenta, caballos, armas y municiones, no siempre disponibles en la cantidad deseada-, ante la imposibilidad de generar estrategias alternativas para mantener un mayor grado de autonomía.

En efecto, la más obvia, el retorno a Chile, está obstaculizada por Pincheira, ubicado en su campamento estable situado a unas "...ochenta o cien leguas en dirección de la Cordillera de los Andes..." (Nota de Estomba al Ministro de Guerra y Marina, junio 6 de 1828).

El intento de una alianza con competidores indígenas no es posible para los dirigentes del grupo. En este momento, los Pincheira, los ranqueles y los boroganos de Salinas Grandes tienen constituída una coalición que sólo se desarticulará más adelante, cuando Rosas, desde el gobierno provincial (1829), comience a desarrollar su "negocio pacífico de indios"; y la expedición de Bulnes termine con las correrías de Pincheira en territorio pampeano (Barros Arana, 1902: XVI- 99 ss.). Las antiguas rivalidades de Coihuepan con los boroganos se re-actualizaron en las pampas, al punto que, cuando en 1829, estos sean invitados a celebrar paces con el gobierno de la provincia, pretenderán -sin éxito- establecer como condición la entrega de las cabezas de Venancio y de los caciques Catriel y Cachul.

El acercamiento a los blancos, hasta este momento, había consistido en tomar contacto con las autoridades de los fuertes de la frontera -Independencia y Patagones- y con el entonces Cmdte. General de Milicias de Caballería, Rosas; en la aceptación de grados militares para Montero y Venancio (octubre 22 de 1827); en la incorporación como auxiliares indígenas de Collinao y Melinao a Fuerte Independencia en noviembre de 1827; y en la participación de Coihuepan y un pequeño grupo en la expedición fundadora de la Fortaleza Protectora Argentina, a fines de marzo y principios de abril de 1828, en los mismos días del ataque al campamento de Melipan en Río Colorado (Viajes y Viajeros, 1958: 344 ss.). El contingente había operado desde este campamento, destacándose partidas que se arrimaban a la frontera, e inclusive pasaban a Buenos Aires para entrevistarse con Rosas, como lo hizo Coihuepan, pero conservaban básicamente su autonomía, ubicados fuera de la línea de frontera, al punto que el gobierno encargará a Venancio, en noviembre de 1827, luego de reconocerle grado militar, que trate con todos los caciques ubicados al otro lado de la frontera, para hacerles comprender la intención amistosa del gobierno (AGN. X-27-7-6).

La muerte de Melipan tuvo el efecto de precipitar la ruptura de la alianza. Parchappe relató el efecto que ese ataque tuvo sobre el contingente. La disensión los había dividido y muchos desertaron para unirse a los atacantes, es decir a Pincheira (Parchappe, 1958: 351), noticia que llenó de alarma a Venancio que en ese momento acompañaba la expedición fundadora de la Fortaleza Protectora Argentina.

De allí en más, el contingente se desarticulará rápidamente. Alkavilu y un grupo presumiblemente pequeño forzaron el paso de regreso a Chile. No tenemos datos sobre cómo lo lograron, pero sí sabemos que este cacique volverá a reingresar a las pampas con Juan Raylef, ocho años más tarde (Hux, 1992: 137).

Don Venancio y Montero reforzaron su acercamiento a los blancos y se incorporaron al ejército, encabezando grupos poco numerosos de auxiliares indígenas.

Cuando se produzca el levantamiento de Lavalle en diciembre de 1828, Don Venancio y Montero tendrán conductas distintas. El primero optará por volcarse decididamente en favor de Rosas, lo acompañará en las campañas previas al fusilamiento del gobernador Dorrego en Navarro y participará también en las del año siguiente, formando parte de la montonera de Mida (Benencia, 1976: 167-74). Más adelante, lo veremos convertido en factor de la política indígena del gobernador, hasta su homicidio, ocurrido en Bahía Blanca, en agosto de 1836.

En enero de 1829, los indios amigos de Fortaleza Protectora Argentina, entre los cuales no estaba Venancio en forma personal, pero sí konas de su grupo, "amotinados y seducidos por los emisarios de Rosas..." (Cornell, 1995: 41) atacarán a la columna que, dirigida por Morel, se encaminaba hacia el Norte de la provincia para sumarse a las fuerzas decembristas. Montero, integrante de esa columna, escapó herido de la matanza que alcanzó al mismo Morel, y se refugió en el fuerte. Esta conducta, entendida como una defección, no le fue perdonada por Rosas. El 18 de febrero de 1829, desde Carcarañá, le escribía: "Mi querido amigo: He extrañado mucho que sabiendo V. de mis trabajos no se haya incorporado a la gente e indiada que se halla bajo mi mando, sosteniendo la causa del órden. Quién sabe, amigo querido, si no lo han engañado a V. Si es así, déjelos y no se fíe de ellos...Yo le aconsejo, pues, y espero de V. que en cuanto reciba esta carta se incorporará con su indiada y su gente a la mía...Haga este servicio, amigo, en favor de nuestra amada patria y le aseguro que será feliz..." (Celesia, 1968: 189-90. El énfasis es nuestro). El tono perentorio de la breve misiva y la reiteración amenazante de la palabra "amigo" no hicieron mella en Montero, que desatendió el mensaje.

Pero una vez derrotado Lavalle y designado gobernador Rosas con facultades extraordinarias, ordenó rápidamente el fusilamiento de Montero, que tuvo lugar en 1830. No se sustanció ningún procedimiento previo que avalase la difusa acusación de promover levantamientos entre los indios y planear ataques contra la frontera, esgrimida para justificar su ejecución. Los unitarios consideraron a la muerte de Montero paradigma de la crueldad del gobernador y uno de sus primeros crímenes políticos (Ravignani, 1945: 29-31).

7.

Pasemos ahora a resumir nuestras conclusiones:

7.1. En 1827, se vivía una situación de relativa calma en Araucanía, después que la expedición Borgoño alejó temporariamente de sus bases cordilleranas a Pincheira. En esta coyuntura, se concertó una numerosa alianza entre mapuche y blancos, con significativos aportes de recursos humanos, animales y tecnológicos, para ingresar a territorio pampeano. Los aliados se lanzaron hacia el éste, forzando el paso en varios encuentros con gente de Pincheira. Su arribo a la región pampeana coincidió con un período de gran sequía que dificultó notoriamente las operaciones. Sus miembros no pudieron lograr una instalación perdurable. La imposibilidad de generar una base territorial propia obstaculizó ese propósito. La rápida reorganización de Pincheira y la presión constante a que sometía a sus oponentes inestabilizó aún más la alianza que venía ya sufriendo una persistente disminución de sus integrantes. El asalto al campamento instalado precariamente sobre el Río Colorado, que culminó con la muerte de Melipan y de una buena parte de sus konas, precipitó la ruptura. Alcafilú regresó a Chile. Montero y Don Venancio optaron por reforzar su acercamiento a los blancos, integrándose como auxiliares al ejército. Más tarde, cuando Rosas se haga cargo del gobierno provincial (1829), tendrán conductas distintas. Don Venancio se alineará tras él, participando en las contiendas civiles y en el "negocio pacífico de indios" hasta su homicidio en Bahía Blanca (1836). Montero, en cambio, desoirá el reclamo de Rosas para que se incorpore a sus fuerzas, durante el alzamiento de la campaña, y será fusilado sumariamente en 1830. Collinao y Melinao los sobrevivirán muchos años, ocupando el liderazgo de su grupo de "indios amigos", asentados en distintas localidades de la frontera.

7.2. Estos datos nos permitieron aproximarnos con mayor detalle a los rasgos que caracterizaron la conformación de uno de los grupos ingresados al territorio pampeano durante la última fase del llamado proceso de araucanización, correspondiente a las primeras décadas del siglo XIX, y realizar un aporte a su conocimiento.

Observamos que se trata de un contingente integrado por indígenas y blancos, cuyos dirigentes tienen gran experiencia anterior de contacto inter-étnico.

La forma de concertación es una alianza que reúne, como mínimo, tres bloques que se definen, en el caso de los indígenas,por existir lazos de parentesco entre sus miembros respectivos; y por un aporte muy significativo de recursos humanos, animales y tecnológicos. En el caso de los blancos, se destaca la utilización de armas de fuego y el manejo de la escritura.

Se denota de manera muy clara la condición de "aindiados" de estos últimos, al punto que Montero, posible gestor de la alianza, se encontraba vinculado por matrimonio a uno de los linajes participantes.

El contingente ingresa apoyado en su numerosidad y capacidad bélica para confrontar con un competidor que se halla en retirada, temporariamente alejado de sus bases cordilleranas.

La numerosidad llega rápidamente a su límite operativo, debido a la incidencia combinada de factores ambientales, carencia de base territorial propia e imposibilidad de generar una estrategia de reproducción.

Se percibe un inmediato proceso de pérdida de componentes hasta alcanzar un nivel muy alejado del número inicial (en el lapso de aproximadamente ocho meses, agosto 1827 a marzo de 1828), que se da paralelamente con la división del contingente en unidades menores. Este proceso aumenta la vulnerabilidad de su posicionamiento y la dependencia de los blancos.

En abril de 1828 vino la ruptura de la alianza, al aumentar la presión de los competidores hostiles. Las decisiones posteriores se tomarán a nivel de aquellas unidades menores. Una de ellas retornó a Chile. Otras resignaron su autonomía, refuerzaron el acercamiento a los blancos e ingresaron definitivamente a la condición de "indios amigos", a partir de la cual se ejercerán distintas opciones personales en consonancia con la marcha de los procesos político-institucionales.

* Una versión similar fue presentada como ponencia en el Primer Encuentro Argentino-Chileno de Estudios Históricos. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo. Mendoza (Argentina), 9 al 11 de noviembre de 1995, y había permanecido inédita hasta la fecha.

Bibliografía citada.

Barros Arana, Diego. 1897. Historia Jeneral de Chile. Santiago, Josefina M. de Palacios Edit., tomo XV.

Barros Arana, Diego. 1902. Historia Jeneral de Chile. Santiago, Josefina M. de Palacios Edit., tomo XVI.

Bechis, Martha. 1984. Interetnic relations during the Period of Nation-State formation in Chile and Argentina: from Sovereign to Ethnic. Ann Arbor, MI, University Microfilms International.

Bechis, Martha. 1989. "Los lideratos políticos en el área araucano-pampeana en el siglo XIX: ¿autoridad o poder?" En I Congreso Internacional de Etnohistoria, Universidad de Buenos Aires, ponencia inédita.

Bechis, Martha. 1994. "Matrimonio y política en la génesis de dos parcialidades Mapuche durante el siglo XIX." En: Memoria Americana. Cuadernos de Etnohistoria, 3:41-62, Buenos Aires.

Benencia, Julio A. 1976. Partes de batalla de las Guerras Civiles (1822-1840). Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia.

Bengoa, José. 1985. Historia del pueblo Mapuche. Siglo XIX y XX. Santiago de Chile, Ediciones Sur.

Celesia, Ernesto H. 1969. Rosas. Aportes para su historia. Buenos Aires, Ed. Peuser.

Cornell, Juan. 1995. ...De los hechos de armas con los indios. Estudio preliminar y notas: Beatriz Goldwasser y Oreste Cansanello. Fuentes para el Estudio de la Historia de la Pcia. de Bs. Aires 1. Buenos Aires, IEHS-UNICEN/Depto. Cs. Sociales UNLu.

Crespi Valls, Antonio. 1954. El Coronel Ramón Estomba, fundador de Bahía Blanca. Bahía Blanca, Secretaría de Cultura y Asistencia Social de la Municipalidad.

Darwin, Charles. 1921. Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo en el navío de S.M. Beagle. Madrid, Calpe.

D'orbigny, Alcides, 1958. "Viaje a la América Meridional". En: Viajes Viajeros. Viajes por América del Sur, Madrid, Bibliotheca Indiana, Aguilar.

Feliú Cruz, Guillermo. 1964 Memorias militares para servir a la Historia de la Independencia de Chile del Cnel. Jorge Beauchef. Santiago de Chie, Ediciones Andrés Bello.

García, Pedro Andrés. 1969 "Diario de la expedición de 1822 a los campos del Sud de Buenos Aires; desde Morón hasta la sierra de la Ventana", En: De Angelis, P. Colección de obras y documentos relativos a la historia antigua y moderna de las Provincias del Río de la Plata. Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, Vol IV.

Guevara Silva, Tomas. 1911 Los araucanos en la Revolución de la Independencia: 1810-1827. Anuario de La Universidad de Chile, Nº extraordinario1911:217-614, Santiago de Chile.

Guevara, Tomás. 1912. "Las últimas familias araucanas". En: Recopilación de Anales de la

Universidad de Chile, Santiago, volumen 130.

Hux, Meinrado. 1992. Caciques borogas y araucanos. Buenos Aires, Ediciones Marymar.

Mandrini, Raúl J. 1986 " La agricultura de la región pampeana y sus adyacencias ( siglo XVIII y XIX)." En: Anuario IEHS, I:11-43, Tandil.

Mandrini, Raúl J. 1987 "La sociedad indígena de las pampas en el siglo XIX" En: M. Lischetti (comp.), Antropología, Buenos Aires, EUDEBA, 1a ed. de la 5a reimp. correg. y ampliada. 205-230.

Mandrini, Raúl J. 1992. "Pedir con vuelta. ¿Reciprocidad diferida o mecanismo de poder?" En: Antropológicas, Nueva Epoca, 1 :59-69, Mexico.

Mandrini, Raúl J. 1993 "Las transformaciones de la economía indígena bonaerense (ca. 1600-1820)" En: Mandrini, Raúl y Andrea Reguera (comps.) Huellas en la tierra. Indios, agricultores y hacendados en la pampa bonaerense. Tandil, IEHS/ UNCPBA, 45-74.

Mandrini, Raúl J. 1994 "Sólo de caza y robos vivían los indios? Los cacicatos pampeanos del siglo XIX". En: Siglo XIX No. 15: , México.

Mandrini, Raúl J. y Sara Ortelli. 1996: "Repensando los viejos problemas: observaciones sobre la araucanización de las pampas", En: RUNA. Archivo para las Ciencias del Hombre. Vol. XXI.: 135-150, Buenos Aires.

Martínez Sierra, Ramiro. 1975. El mapa de las Pampas. Buenos Aires, sin mención de casa editora, tomo II.

Molinari, José Luis. 1969. " Inventario de los "bienes" del cacique Cañuepan." En: Boletín de la Academia Nacional de la Historia, XLII:213-18, Buenos Aires.

Palermo, Miguel Andel. 1986. Reflexiones sobre el llamado "Complejo Ecuestre" en la Argentina. En: Runa, XVI:157-158, Buenos Aires.

Palermo, Miguel Angel. 1988 "Innovación agropecuaria entre los indígenas pampeano-patagónicos. Génesis y procesos". En: Anuario del IEHS, III:43-90. Tandil.

Palermo, Miguel A. 1991 "La compleja integración hispano-indígena del sur argentino y chileno durante el período colonial".En: América Indígena LI (1):153-192 , México.

Palermo, Miguel A. 1994. "El revés de la trama. Apuntes sobre el papel económico de la mujer en las sociedades indígenas tradicionales del sur argentino". En: Memoria Americana. Cuadernos de Etnohistoria . 3:63-90, Buenos Aires.

Parchappe, Narciso 1858. "Viaje de...a Bahía Blanca". En D'Orbigny, 1958: 337-362.

Pueyrredón, Manuel A. 1947 Memorias inéditas del coronel Manuel A. Pueyrredon. Buenos Aires, G. Kraft.

Ratto, Silvia. 1994. "Indios amigos e indios aliados. Orígenes del 'negocio pacífico' en la Provincia de Buenos Aires (1829-1832)" Cuadernos del Instituto Ravignani, 5, Buenos Aires.

Ratto, Silvia, 1996. "Conflictos y armonías en la frontera bonaerense. 1834-1840. " Entrepasados Revista de Historia, VI (11):21-34, Buenos Aires.

Ravignani, Emilio. 1945. "Inferencias sobre Juan Manuel de Rosas y otros ensayos. " Ed. Huarpes, Buenos Aires.

Tupper, Ferdinand B 1972. Memorias del Coronel Tupper. Santiago de Chile, Editorial Francisco de Aguirre.

Villalobos, Sergio et. al. 1982 Relaciones fronterizas en la Araucanía. Santiago de Chile, Ed. Universidad Católica de Chile.

Villalobos, Sergio. 1989 "Guerra y Paz en la Araucanía: Periodificación." En: Villalobos R., S. y J. Pinto. (comp.). Araucanía. Temas de Historia Fronteriza. Temuco, Ediciones Universidad de la Frontera, 7-30.

Villar, Daniel y Juan F. Jiménez. 1996 "Indios amigos. El tránsito progresivo desde la autonomía a la dependencia étnica en un sistema de contactos múltiples. El caso de Venancio Coihuepan en sus momentos iniciales (1827, frontera sur de Argentina)." En: Jorge Pinto Rodríguez (comp.) Araucanía y Pampas. Un mundo fronterizo en América del Sur. Temuco, Ediciones Universidad de la Frontera, 146-164.


Buscar en esta seccion :