Los aborígenes del valle de Catamarca.
Un intento de aproximación a través de la etnohistoria

Inés Gordillo1

Introducción

Este trabajo constituye una aproximación a las sociedades indígenas del valle de Catamarca vigentes al momento de la conquista. La propuesta consiste en delinear una investigación sobre el tema que contemple las fuentes documentales (especialmente aquellas relativas a los primeros momentos de la presencia hispana) así como diversos estudios relacionados al mismo, articulando esta información con los resultados provenientes de la arqueología.

A partir de la actividad hispana intentamos acceder a la estructura étnico-política nativa, indagando en el cuerpo documental propio del valle durante el siglo XVI y XVII. No es el objetivo abordar las situaciones de contacto; nuestra búsqueda está dirigida a la toda aquella información que pueda proyectarse a las poblaciones asentados previamente en la zona. En esta tarea nos alienta la posibilidad futura de comenzar a cubrir el vacío de información sobre los momentos tardíos en el desarrollo indígena del valle de Catamarca. 

Aún cuando focalizamos el estudio en las fuentes documentales, los datos arqueológicos son significativos en este análisis. En realidad, la problemática que aquí planteamos se genera desde la arqueología, en un intento de definir la trayectoria sociocultural precolombina en la zona. En ese sentido se plantea una serie de interrogantes particulares, referidos a las poblaciones que lo habitaron y a las relaciones intra e intersocietarias de las mismas. En líneas generales, el problema se circunscribe a los momentos posteriores a la desaparición de Aguada, acerca de los cuales no hay evidencias claras de instalación humana. 

Esta circunstancia es de particular interés si consideramos, además, que es una región sumamente apta para la ocupación, con un importante potencial agrícola, significativos recursos y una posición espacial clave para el intercambio y circulación de bienes. Paralelamente, parte de este territorio integra los límites culturales y naturales del mundo andino, más allá del cual habitaban pueblos de los llanos, con el conflicto potencial o efectivo que esta situación reviste según diversos investigadores. 

La información escrita más valiosa a nuestro propósito proviene de las fuentes más tempranas, antes de que el accionar europeo transforme definitivamente la fisonomía del valle. Por eso, nos hemos remitido a los documentos del período comprendido entre la llegada de los primeros españoles (1550) y la fundación de la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca (1683). 

La mayoría de estos documentos se encuentran en los archivos históricos de Tucumán, Catamarca y Córdoba, y muchos de ellos han sido reproducidos en diversas publicaciones. Esta circunstancia fue de gran ayuda para nuestra tarea, pues de esa forma pudimos acceder a numerosas fuentes. También fueron importantes los avances producidos por distintos investigadores sobre el tema que nos compete -o bien sobre aspectos relacionados al mismo- y cuyos resultados han sido incorporados en este estudio.

A lo largo del trabajo los distintos archivos son consignados con sus abreviaturas; a saber:

Archivo de la Curia Eclesiástica de Catamarca ACEC
Archivo de Gobierno de Catamarca AGC
Archivo General de Indias AGI
Archivo General de Tribunales de Córdoba AGTC
Archivo Histórico de Tucumán AHT
Archivo Histórico de Córdoba AHC
Archivo Judicial de Catamarca AJC
Archivo del Santuario de Nuestra Señora del Valle ANSV
Junta Conservadora del Archivo Histórico de Tucumán JCAHT


Antecedentes

Como ya fue dicho, la arqueología del valle de Catamarca registra la presencia de instalaciones humanas desde comienzos de la Era Cristiana, extendiéndose tentativamente hasta alrededor del 1000 DC según sea el lugar. Corresponden sucesivamente al Período Formativo, con grupos tempranos asociados Condorhuasi-Alamito y Ciénaga, y al Período Medio o de Integración Regional, con la cultura Aguada. En el sector norte o valle de Ambato, se registra el proceso de transformación que ocurre entre ambos períodos y que produce incrementos de la complejidad social, de la desigualdad interna, de la demografía, de la explotación de recursos, etc: habrían surgido en Ambato los primeros señoríos de la región valliserrana. Las investigaciones arqueológicas en la zona, se inician en los años 70' con José A. Pérez y Osvaldo Heredia (1975) y Alberto R. González (1983) para ser retomadas una década más tarde por estos y otros investigadores (Pérez Gollán y Heredia 1990; Gordillo 1991 y 1995; Assandri et al. 1992) . En el sector central del valle, el área de la ciudad de Catamarca, los estudios revelan también la presencia de complejos asentamientos atribuibles a entidades formativas y medias (Kriscautzky et al. 1991). Más al sur, Alejandro Haber y actualmente González, llevan a cabo investigaciones de asentamientos Aguada.

Luego de tan intensa presencia Aguada en el valle, no se han hallado elementos diagnósticos de los períodos de Desarrollos Regionales e Incaico; es más, no hay ningún otro registro de ocupación humana prehispánica. Recién para la época hispano-indigena la arqueología brinda otro acotado aporte con los trabajos de prospección en el valle y la excavación de un sitio en la misma ciudad de Catamarca con evidencias claras sobre situaciones de contacto (Kriscautzky 1991).

Desde el campo de la historia, los aportes han sido diversos. Por un lado, existe un importante trabajo de recopilación y publicación de fuentes llevado a cabo principalmente por Lafone Quevedo (1888), Larrouy (1915 y 1923) , Jaime Freyre (1915), Levillier (1920) y la Junta Conservadora del Archivo Histórico de Tucumán, con Lizondo Borda (1936-45). Por otro lado, se han realizado varios estudios en base a fuentes documentales; algunos de ellos centran su interés en la presencia hispana durante el proceso de conquista y colonización (entre otros Larrouy 1921; Ardissone 1941; Guzmán 1981). Otros, intentan indagar acerca de las sociedades indígenas; pero desde Lafone Quevedo (1888) Larrouy (1914) y Cabrera (1917) casi no hay producción al respecto; sólo los recientes trabajos de Ana Schaposchnik (1997) abordan actualmente esa problemática.


Los interrogantes

Nuestra problemática contempla numerosos interrogantes que pueden agruparse temáticamente alrededor de un conjunto de aspectos claves. Ellos son:

1. En relación al contexto histórico en que se genera la documentación del valle de Catamarca: ¿Cuándo y cómo se produce el contacto hispano-indígena? ¿Cuál es el inicio de la instalación europea efectiva? ¿Cómo se desarrolla la colonización? 
2. En relación a la demografía indígena del valle de Catamarca, y considerando la ausencia de registro arqueológico: ¿Estaba habitado el valle en toda su extensión al momento de la conquista? ¿Era numerosa su población?
3. En relación al perfil étnico del valle de Catamarca y la caracterización de los grupos que lo habitaban: ¿Es posible identificar unidades sociales? ¿Cuál es la localización o distribución de las mismas? ¿Qué tipo de organización sociopolítica presentan ? ¿Cuál era su lengua? ¿Cómo era su modo de vida? ¿Qué aspectos de la cultura material pueden identificarse?
4. En relación al contexto regional (o macroregional) y a las relaciones interétnicas: ¿Cuál era la situación de los grupos del valle dentro de un ámbito socio-espacial mayor? ¿Pueden definirse como Diaguitas? ¿Cómo eran sus vínculos con otros pueblos del Noroeste argentino? ¿Compartieron semejantes actitudes frente a la conquista y la colonización? ¿Participaron en la resistencia y rebelión del conjunto indígena valliserrano?
5. En relación al registro arqueológico: ¿Cuáles son las evidencias del contacto hispano-indígenas? ¿A que momento de la instalación europea corresponden? ¿Cuáles son sus características? ¿Pueden cruzarse con la información etnohistórica? ¿Es posible establecerse algún tipo de continuidad entre las trayectorias pre y postcolombina del valle?


Las fuentes

En el marco de la problemática abordada, hemos considerado el cuerpo documental correspondiente a la segunda mitad del siglo XVI y gran parte del siglo XVII, con el agregado de datos de otros momentos que contribuyen a un mejor conocimiento del tema. 
Los documentos son de distinto tipos; en su mayoría se trata de cédulas de encomienda y toma de posesión, así como de títulos de merced de tierras, pero también incluye mapas, pleitos, padrones y censos, peticiones, escrituras de compra-venta, cartas, testamentos, poderes y probanzas.

En términos generales, los textos aluden a un protagonista casi único: el español, con sus logros, ambiciones, intereses, conflictos, historias personales, herencias o reclamos. Sólo lateralmente se desliza algún registro del mundo aborigen. En consecuencia, para nuestro objetivo las fuentes son decididamente pobres: poca es la información que brindan acerca de la estructura social indígena y del perfil étnico del valle. A ello se suma un limitado y dudoso conocimiento del ambiente natural y social de la zona por parte de los españoles y la distorsión de los datos en función de sus intereses particulares. Por ello, para el análisis de la documentación es preciso tener presente tales factores, así como una debida contrastación interna y contextualización de las fuentes. 


Buscando respuestas

Los resultados obtenidos a partir de nuestra búsqueda, están lejos de ser definitivos. Más que respuestas precisas, el mayor logro de este trabajo fue ponernos en condiciones de formular nuevos interrogantes. En los siguientes párrafos abordamos la problemática propuesta; a modo de bloques temáticos que siguen el orden de las preguntas formuladas previamente, ensayamos repuestas tentativas y señalamos, también, los interrogantes pendientes y derivados de las mismas.

1. Con la expedición de Nuñez del Prado, en 1550, se produce la primer incursión de españoles en el valle de Catamarca (Lozano 1874; Levillier 1926, etc.) cuyas condiciones naturales favorables para la instalación parecen haber sido apreciadas desde entonces (Guzmán 1985).

Dos décadas después se habría iniciado la colonización del valle con las primeras encomiendas y mercedes. Las mismas preceden en un siglo a la ciudad de Catamarca, dándose un desarrollo inverso al de otras zonas donde la fundación de las ciudades es el paso inicial del proceso colonizador hispano. San Fernando del valle de Catamarca se funda en 1683, y su jurisdicción comprende a la anterior de San Juan Bautista de la Ribera de Londres más el valle de Catamarca en su conjunto. Durante el período anterior, que es el de nuestro interés, el valle había estado dividido entre las jurisdicciones de Santiago del Estero, San Miguel de Tucumán y Todos los Santos de la Nueva Rioja.

Desde la misma fundación de San Miguel y la jurisdicción de Tucumán comienza la entrega parcial de las tierras e indios del valle de Catamarca. El avance español en el valle recibe un nuevo impulso hacia fines del siglo XVI, con la fundación de La Rioja. Sin duda, el valle de Catamarca presenta características ventajosas para la colonización: está bien situado entre La Rioja y San Miguel, tiene buenas tierras para el establecimientos y los cultivos, sus indios parecen no presentar mayores resistencias a la dominación hispana y, además, ya tienen experiencia en las faenas agrícolas. Sin embargo, no todos los encomenderos o propietarios se instalan en sus tierras. A veces incluso, sólo retiran indios que llevan a otras mercedes o ciudades (Guzmán 1985).

Según la información que disponemos, la colonización del valle se remonta a 1573, con la encomienda de Pomangasta (luego La Puerta) concedida por parte del Gobernador del Tucumán Gerónimo Luis de Cabrera a Nuño Rodrigo de Beltrán, vecino de San Miguel. Comprende:

"...los pueblos e indios siguientes: -- el pueblo de Cucuma Belicha con los caciques don Juan....-- en nombre de indios se llaman Solaman y Chique y el pueblo... --...gasta o por otro nombre Pomangascha con los caciques Caca... --Alimin, los cuales dichos pueblos con los dichos caciques y principales e indios a ellos sujetos por los dichos nombrados... --otros con los cualesquier que tuvieran con sus parcialidades, aguadas, rancherías y cazaderos o doquier que estuvieran o residieren..."2

Poco después se traslada tres leguas hacia el sur, hasta el Pomancillo actual, donde establece un pueblo con cultivo de algodón, viñas y hacienda. Este primer encomendero muere en 1611 y, cuatro años más tarde, su hijo otorga un poder general a Gracian Iriarte, vecino de La Rioja, y a Manuel de Salazar, Administrador del valle de Catamarca3 

En un pleito posterior sobre las tierras de Pomancillo, de 1643-44, en San Miguel de Tucumán un testigo hace referencia a 43 años atrás cuando como doctrinante del valle de Catamarca halló a los indios de Pomangasta (hoy La Puerta), ubicados a la salida de la quebrada que va hacia Colpes, en un llano grande donde "tenían su Capilla de tapias, y muchas casas y sus chácaras, y sus sementeras, como su pueblo". Menciona la merced que allí tenía Nuño Rodrigo Beltrán (1573), con la intención de poner algodonales y hacienda. Otro testigo relata que hacía más de tres décadas los indios de Pomangasta habían dejado su pueblo, situado a más de dos leguas aguas arriba de la chácara4. 
Estos textos, constituyen una pieza importante para el conocimiento de la colonización del valle, puesto que ilustran sobre la relación entre indios y españoles, sobre la explotación económica inicial (algodón, vid y hacienda) y sobre la presencia de doctrinante en el valle hacia 1600. 
Entre los lugares poblados más tempranamente en el valle está Collagasta, pueblo que se encuentra a unas 4 leguas al norte de Catamarca, en la margen derecha del río del Valle. No se han encontrado documentos acerca de la encomienda inicial, pero fuentes posteriores señalan que habría estado ocupada antes de la fundación de La Rioja y que habría existido allí una prisión de indios (Guzmán 1985). 

Las fuentes de principios del siglo XVII sugieren que tiempo atrás ya se había iniciado la colonización hispana del valle de Paclín. Un documento de 1609 se refiere la merced de tierras y estancia existentes ya unos veinte años antes, con lo cual tenemos la segunda cronología conocida más antigua para el valle, luego de Pomangasta. Asimismo se menciona el pueblo indio de Paquilingasta, señalando la escasa cantidad de naturales que lo integraban5.

Poco después de la fundación de La Rioja, en noviembre de 1591, el gobernador Juan Ramírez de Velasco otorga un título de merced a Alonso de Carrión -vecino de aquella ciudad- en el valle de Catamarca, para estancias de vuestros ganados mayores y menores, y para huertas y heredades, en Autigasta, pueblo indígena que para entonces ya está despoblado. La toma de posesión tiene lugar al año siguiente y el propietario muere al poco tiempo. La estancia, que "cae encima de este pueblo de Guaycama, que se llama Auti", se vende en 1597 a otro vecino de La Rioja (capitán Juan Bautista Muñoz)6. 
Para entonces, otra importante y bien documentada merced, la de Cigali (o Sigali) había sido otorgada, en La Rioja, a González Nuñez en 1595; correspondía a una quebrada -del Tala- arriba de Choya, muy próxima a la actual ciudad de Catamarca7.

En este sector del valle, la concesión y venta de tierras, así como las encomiendas de indios continua su curso en el siglo XVII. En una escritura de 1607, Luis de Medina (vecino de Tucumán) vende un pedazo de tierra en el valle de Catamarca. Haciendo referencia a documentos anteriores, se menciona el pueblo de Sigualgasta y las tierras que cultivaban los indios de dicho pueblo y su encomendero8
Poco después, en 1616 (?), Pedro Maidana obtiene por encomienda los indios del pueblo de Motimo (el actual San Isidro), que cae en la jurisdicción de San Miguel de Tucumán y solicita que se le haga merced de las tierras de sobra de los indios del pueblo de Motimo o Motingasta. En este y otros documentos posteriores (hasta uno de 1786) se toma como referencia para marcar límites y deslindar propiedades a el Pucará, topónimo que resulta sugestivo por su connotación indígena9.

Otro encomendero del valle de Catamarca es el capitán Luis de Medina, destacado personaje de la época por su actuación en la conquista y colonización de la región. Es propietario hacia 1600 de tierras del pueblo de Choya y todas las circunvecinas. Aparece en varios documentos de ese siglo, especialmente en relación a la venta de tierras. Una de estas operaciones se realiza en 1637 a favor de Sebastián Pérez de Hoyos; las tierras en cuestión comprendían, según el actual asiento de la ciudad de Catamarca (Ardissone 1941.).

El extremo septentrional del valle parece haber sido tempranamente encomendado al capitán Francisco de Artaza de la jurisdicción de Tucumán, quien en un testamento de 1606 se declara encomendero de los pueblos de Singuil y Gastona10. Sin embargo, no se produce aún un poblamiento efectivo, como tampoco ocurre con Jinés Lillo, el siguiente encomendero de tales pueblos siendo gobernador de San Miguel en 1617. Poco años después, en 1623, el para entonces gobernador Alonso de Vera y Zárate hace merced a Dávila de Quiroz de tierras linderas del pueblo de Single (Larrouy 1914: 37). En 1632, los altos de Singuil fueron escenario de encarnizados enfrentamientos entre españoles e indígenas rebelados, siendo estos últimos completamente derrotados.

Para entonces, y a medida que pasa el tiempo, los documentos escritos relativos al valle de Catamarca son cada vez más abundantes. Son frecuentes los nombres de varias localidades como Allpatauca, Los Quebrachales, Pozo, Piedras Blancas, etc. y versan mayormente sobre ventas de tierras, testamentos, pleitos, etc., siendo escasas las referencias al mundo indígena. Al promediar el siglo XVII, los colonos suman más de 50 familias que poseen más de una chacra o hacienda. Los repartimientos de indios consecuentes a las guerras calchaquíes y a las campañas al Chaco proveen mano de obra barata para la economía del valle de Catamarca: según los documentos de la época, más de ochocientos indígenas están repartidos entre los vecinos y todavía los encomenderos de varios lugares de la actual provincia traen a sus indios a trabajar en las tierras del valle (Guzmán 1985:44). Finalmente, el 5 de julio de 1683, como consecuencia de tal prosperidad, se funda la ciudad Catamarca, con su Cabildo, autoridades y jurisdicción.

2. Si bien desde la arqueología no se han registrado ocupaciones tardías en el valle de Catamarca, las fuentes etnohistóricas tempranas señalan su existencia. Los documentos del siglo XVI y XVII hacen recurrente mención a pueblos de indios, aunque de manera imprecisa y a veces contradictoria. 
En algunos casos, la visión hispana coincide en calificar de numerosa a la población indígena del valle de Catamarca. 

En el mapa de Ruy Díaz de Guzmán aparece un valle que, por su ubicación entre San Miguel y la Rioja, correspondería al de Catamarca y lleva la siguiente inscripción: "valle muy poblado de indios" (mapa 1). Es el primer mapa criollo del Río de La Plata y se calcula que fue confeccionado alrededor de 160011. Aún cuando su autor no conociera personalmente todas las regiones mapeadas, resulta claro que recogió informaciones directas de conquistadores, los cuales evaluaron de aquella forma al valle de Catamarca.

Sin embargo, es probable que la apreciación cuantitativa de los españoles sea muy relativa. Cabe preguntarse qué entendían por "muy poblado" y cuáles son las circunstancias que llevan a ese juicio. Larrouy (1914: 5) calcula, sobre la base de las primeras fuentes escritas sobre la región, que la población aborigen del valle no habría superado los 4000 ó 5000 habitantes. 

Por otro lado, hemos notado que cuando pasamos de las referencias generales a los documentos específicos de la zona, la cantidad de indios no parece ser tan considerable. Desde luego, tales fuentes deben ser contextualizadas en relación a de una serie de factores, tales como los intereses específicos de encomenderos y propietarios, su limitado conocimiento de la zona, la forma en que realizaban el recuento de indios (con frecuencia sólo se consideraban los indios de tasa). Aún así, un examen de la documentación correspondiente a la primera época de la colonización, revela la ausencia de poblados o concentraciones importantes y, paralelamente, un temprano proceso de despoblamiento y desplazamiento espacial de los grupos indígenas. 

Así, por ejemplo, muy tempranamente -en 1591- en el pueblo viejo de Autigasta los indios ya habiánse ido. En 1609, en Paquilingasta la población indígena era sumamente reducida; en el texto que deslinda la merced, las referencias son claras: "quedando las demás tierras para los indios que están poblados en la dicha estancia, naturales del pueblo de Paquilingasta, por ser informado ser suficientes para ellos por no ser más de ocho o diez indios..."12. En el conocido pleito sobre las tierras de Pomancillo, un testigo relata que hacia la segunda década del siglo XVII, los indios de Pomangasta habían dejado su pueblo13. Para la misma época, se dice que en el pueblo de Motimo (el actual San Isidro) tan sólo "han quedado 5 ó 6 indios en dicho pueblo, y tienen muchas tierras en demasía, de que no se aprovechan..."14; asimismo, los terrenos de Portezuelo se describen como un pedazo de tierra vaco y despoblado15. Es probable que en muchos de estos casos se subestimara la cantidad real de indígenas en función de los intereses creados por parte de los propietarios sobre las tierras de sobras de los indios.

En la segunda mitad del siglo XVII, en las encomiendas sobre las que se tiene registro la población indígena era muy reducida. En Collagasta, por ejemplo, el padrón de indios efectuado el 8 de julio de 1661, constan 36 individuos (entre hombres, mujeres y niños), de los cuales tres están ausentes16. 

El censo general del Tucumán realizado en 1778 es muy tardío para nuestro interés. Para entonces, sólo quedaban en el valle de Catamarca unos pocos y reducidos pueblos de indios. Aún así, arroja una cantidad de 673 indios para todo el valle17. Sin embargo esta información no resulta válida a la hora de considerar la población original de ese ámbito; sin duda muchos habían sido los desplazamientos de indígenas desde y hacia el valle de Catamarca a lo largo de más de dos siglos.

A partir de los ejemplos anteriores, tomados del cuerpo documental de los siglos XVI y XVII, se imponen algunas reflexiones. Si bien dan cuenta de un temprano proceso de reducción y movilidad de la población indígena original, lo hacen sólo de sus consecuencias pero no de las causas y mecanismos del mismo. ¿Porqué no contamos con fuentes al respecto? Todo esto parece indicar que en el valle de Catamarca ocurrieron una serie de eventos inmediatos a 1550 cuyo registro, si se realizó, se desconoce. 

3. La parcialidad y fragmentación de la información, así como la práctica hispana del traslado de indios, no sólo dificultan la estimación demográfica; también son factores cruciales a la hora de identificar grupos indígenas, aún en los términos más inmediatos de unidad sociopolítica y localización o distribución geográfica. A los datos documentales expuestos previamente, se suman otros no menos significativos. Observamos, por ejemplo, que en la primer encomienda conocida del valle de Catamarca ya se plantea la presencia en el valle de indígenas de otros ámbitos: la encomienda de Nuño Rodrigo Beltrán (1573) incluye, además de Pomangasta, a otros pueblos de Simoca, que aquel habría traído de su merced tucumana (Guzmán 1985); por eso aparecen los belichas (lules) entre los indios del valle. 

Los manuscritos mencionan con frecuencia a pueblos de indios, así como a indios de determinados lugares. Sobre esa base, Larrouy (1914) identifica a 16 pueblos distribuidos a lo largo del valle, ya sea en la parte baja central del mismo como en sus quebradas laterales. Observamos, sin embargo, la existencia de lugares que permanecen "en silencio" dentro del cuerpo documental. Viene al caso considerar el valle del río Los Puestos (valle de Ambato), que en los documentos figura a veces como Pucarilla, rico en evidencias de ocupación prehispánica, que sólo es considerado lateralmente en ocasión del deslinde de tierras. Su población nativa -si es que existió a la llegada de los españoles- es un aspecto ignorado por las fuentes, o bien su registro no llegó hasta nosotros.

En líneas generales, la localización geográfica indicada por los españoles es imprecisa, a veces contradictoria y sin claras referencias al territorio ocupado por cada grupo aborigen. La toponimia refleja esa situación: no sólo se escriben diferentes los nombres de los lugares y pueblos, sino que además se repiten topónimos dentro y fuera del valle. El primer caso es una consecuencia general de la inexactitud de los escribanos y de la falta de acuerdo para transcribir sonidos indígenas. Son varios los ejemplos, aún dentro de un mismo documento: Pomangasta, Pomangascha, Pomán o Pomancillo; Autigasta, Auti, Hauti o Aute; Cigali o Sigali; Singuil, Singuel o Single; Huacama o Guaycama; Placlín, Paquilín o Paquilingasta. 

El caso de repetición de nombres es más problemático pues exige un trabajo más minucioso de contextualización tan sólo para determinar cuál es el lugar documentado, en especial si consideramos la fragmentariedad de los datos. Desde los momentos más tempranos Guaycama, por ejemplo, se localiza en el sector norte del valle y paralelamente al sur del mismo; este último aparece en los mapas de los siglos XVII y XVIII (mapas 2 y 3), y en los manuscritos se mencionan ambos. Asimismo, Poman y Colpes -incluso tal vez Pipanaco- están dentro del valle de Catamarca pero también aparecen al otro lado de la sierra de Ambato, hacia el occidente, casi a la misma latitud (ver mapa 4). ¿Es sólo una coincidencia fortuita u obedece a otros factores?

Gracias a la contribución de varios autores (Lafone Quevedo, Larrouy , Ardissone, entre otros) gran parte de la documentación correspondiente a los Pomán y Colpes del valle de Catamarca se deslindó de la de sus homónimos más occidentales. A veces la cronología de la colonización facilita la tarea: el Pomán de los textos más tempranos corresponde al valle de Catamarca, pues el occidental es muy posterior.
Con respecto a Colpes la diferenciación es más complicada pero también más sugestiva. El pleito de 1609 que entabla el cacique principal del pueblo de Colpes, Bartolomé Capinmay, concluye con una venta de tierras "a dos leguas desde la junta del río del dicho pueblo de Colpes con un manantial que es donde tiene los corrales de su ganado y casas hacia el pueblo de Single de la encomienda del capitan Jinés de Lillo, el valle arriba"18. Sobre la base de esta referencia y considerando la vecindad con Singuil, concordamos con Ardissone (1941) en que se trata del Colpes oriental, y no del homónimo ubicado al oeste del Ambato, "al sur de Andalgalá" como cree Lizondo Borda (1936). Por otro lado, Ana Schaposchnik (1997) se refiere también a la encomienda de Colpes, mediante el análisis de una cédula de 159119. Si bien en ella se hace mención al valle de Catamarca, creemos que se trata del "otro" pueblo de Colpes al considerar las referencias internas del documento y compararlo con otros del valle, en los cuales no identificamos los pueblos indios y los protagonistas españoles que aquel cita. 

Junto a la consideración de todos estos aspectos, es preciso preguntarse ¿Qué información nos ofrecen los documentos acerca de la organización sociopolítica indígena? Y aquí surgen otra serie de cuestiones inherentes al carácter de las fuentes, acerca de las cuales no tenemos respuestas definitivas. Cabe considerar, como lo hace Schaposchnik, si el criterio de agrupamiento de indios en una misma encomienda respetó las unidades aborígenes vigentes y, paralelamente, cuál es la categoría social de los pueblos referidos ¿se trata de grupos étnicos, linajes, asentamientos o parcialidades (fracciones)?
En estos aspectos incursiona la autora citada, quien

".localiza una serie de pequeños grupos que a veces tenían doble asiento sobre una y otra vertiente de la sierra de Ambato. Estos grupos no respondían a ninguna cabecera unificadora. Cada pueblo, ocupado probablemente por un solo linaje, tenía su propio cacique. Al ser encomendados en conjunto, los sucesivos beneficiarios de la merced descubren que deben exigir el pleito homenaje de cada uno de los caciques, caso contrario quien no era convocado no se sentía obligado a cumplir con las prestaciones prometidas por sus vecinos. Más allá de los vínculos que pudieran existir entre estas comunidades, ningún cacique disfrutaba de autoridad sobre todas ellas. Lo que evidentemente no podemos establecer es si esta segmentación del poder era un rasgo originario, o producto de las alteraciones producidas por las ocupaciones incaica o colonial..." (Lorandi, 1987: 38). 

De esta forma Schaposchnik propone una explicación tentativa del tipo de organización nativa y, paralelamente, del problema de la repetición toponímica. 
Es claro, a través de los datos documentales, que el valle de Catamarca estaba habitado por grupos pequeños y políticamente independientes. Sin embargo, a escala menor -en término sociales y espaciales- se registra una jerarquía entre jefes: son frecuentes las menciones de caciques principales20 y secundarios, aun cuando no hay referencia clara al tipo de estructura sociopolítica en el que están inmersos. 

Un documento de la colección de Pablo Cabrera es revelador respecto a las cuestiones que estamos tratando. Con fecha del 6 de octubre de 1594 el gobernador Fernando de Zárate dispone una información sumaria o "Provanza" a pedido de Damian Pérez de Villarreal para acreditar sus derechos sobre el pueblo indio de Guaycama, el cual sería objeto de disputa con el encomendero Baltazar de Avila. El solicitante alegaba que ese pueblo constituía una misma cosa con el de Musitián de su encomienda, a cuyo cacique principal estaría sujeto en calidad de parcialidad.
En respuesta a un interrogatorio fijo, las declaraciones de los seis testigos indios -convocados por Pérez de Villarreal- avalan ese argumento. Con algunas variaciones, los párrafos que siguen se repiten en todas ellas: 

"que son todos uno los pueblos de Guaycama y Musitian y que el dicho Guaicama es parcialidad y subyecto al dicho de musitian y que ha oido a indios del propio guaicama que el año que entraron en esta poblazon los españoles se apartaron por hambre que tenian cada parcialidad a su xagüel, como tuvieron nueva de que venian los españoles se dividieron y como dicho tiene, entiende este testigo que son todos unos... y todos obedecian a un cacique solo..." 
"...el dicho baltazar de avila les mando a los guaicamos que dijesen que no eran parcialidad de musitian y que esto lo sabe porque lo oyó este testigo decir a los propios indios de guaicama"21

A lo largo de todo el expediente, encontramos varios elementos claves para nuestro análisis; a saber:

* Hace referencia a Guaycama, uno de los topónimo repetidos. Por su vecindad con Musitián, se trata un Guaycama meridional y no de aquel ubicado en la proximidad de Colpes; efectivamente, en los mapas antiguos ambos nombres aparecen situados al sur del valle de Catamarca (mapas 2 y 3). ¿Es el pueblo de Guaycama mencionado en la merced de Autigasta? Lamentablemente, no hay coincidencia en los nombres de encomenderos y propietarios. Entonces ¿se trata de un tercer Guaycama?
* Habla de parcialidad, como fracción de una unidad política mayor. Musitián y Guaycama, e incluso un tercero llamado Timala, habrían sido pueblos reunidos bajo una misma autoridad. Establece de este modo una jerarquía entre el cacique principal y los propios de cada parcialidad. Estas nociones -correspondan o no a la situación planteada- formaban parte del discurso indígena y, probablemente, de su experiencia social. 
* Se indican elementos diagnósticos para determinar la pertenencia a un mismo grupo indígena, a la misma cosa. En este sentido, las sucesivas declaraciones dan importancia al hecho de compartir un jagüel o aguada, de sembrar juntos, de usufructuar un mismo algarrobal y de unirse en épocas de crisis o peligro.
* Revela los intereses propios de los encomenderos: según sea la conveniencia, los grupos étnicos pueden aparecen reunidos o desmembrados. Otro ejemplo ilustrativo de este accionar es el caso de Colpes-Pipanaco22 o, fuera de nuestra región, el de Tafí-Amaicha estudiado por Cruz23.
* Se alude a la lengua de los testigos indios: cuatro declaran en "caca-diaguita", y los otros dos (los de Cilpitocla) en "lengua capayana", con interpretes para cada idioma.

Ahora bien, además de algunas nociones sobre la organización sociopolítica ¿Qué más nos dicen los escritos sobre el modo de vida de los indios? ¿Qué datos brindan acerca de las prácticas sociales, la economía, la cultura material..? En este sentido, las fuentes son decididamente limitadas dado que no es objetivo de los españoles registrar tales aspectos, sino aquellos que sirvan a la apropiación de indios o tierras, al derecho sobre los mismos y a su explotación. Como ocurre con el expediente anterior, en algunos documentos encontramos menciones secundarias y ligeras relativas a la subsistencia, en especial de la agricultura del maíz y la recolección de algarroba. Nada está claro acerca de las costumbres o creencias vigentes al momento del contacto, y poco se dice sobre la cultura material aborigen. En contados textos se alude lateralmente a los pueblos viejos con casas de tapia o bien a las chozas de los indios, pero no sabemos si son las viviendas indígenas tradicionales o las producidas a partir de la llegada de los españoles. 

4. Desde una perspectiva más amplia, otro problema que se plantea es la situación indígena del valle de Catamarca dentro de un contexto socioespacial mayor., en cuanto a sus relaciones con otros grupos valliserranos del Noroeste argentino y su grado de participación en un sustrato cultural común a toda la región.

Si adoptamos los criterios de proximidad geográfica y de uso común de una lengua, los indios del valle pueden definirse como Diaguitas. A pesar de las ambigüedades de este término, aquellos encajan perfectamente dentro del concepto actual de Diaguitas: una macroetnía compuesta por numerosos grupos, muchos de ellos subdivididos en unidades políticas de distinta amplitud demográfica y de diferentes niveles de complejidad estructural, cuyo lazo de unión es la lengua kakana, aunque con diferentes dialectos de región en región (Lorandi 1987: 35).

Los datos documentales tempranos apuntan decididamente al empleo de aquella lengua en nuestra zona y a la presencia de dialectos de la misma, como es el caso -entre otros- del documento de Cabrera que comentamos previamente. Es bien conocido que el padre jesuita Alonso de Bárcena, ha dejado abundante testimonio sobre el uso del kakán; en su famoso memorial elevado en 1594 al Provincial de su Orden, decía, a propósito del Tucumán: "Los lenguas más generales que tienen los indios de estas tierras son la Caca, tonocoté y sanavirona: la Caca usan todos los diaguitas y todo el valle Calchaquí y el valle de Catamarca y gran parte de la conquista de la nueva rioja y los pueblos casi todos que sirven a Santiago" (Jaimes Freyre 1915: 83). 

Sin embargo, la lengua común o el concepto tan abarcativo de macroetnía diaguita, no son herramientas operativas a la hora de profundizar sobre los lazos que vinculan a los grupos étnicos del valle de Catamarca con sus vecinos. En este sentido, es oportuno considerar la actitud de estos grupos frente al avance español y en especial, su rol en el marco de la resistencia y las rebeliones indígenas. En otros ámbitos del Noroeste argentino el análisis de tales factores revela relaciones social y políticamente muy significativas, sobre todo en cuanto al sistema de alianzas y parentesco entre las diversas etnías. No es el caso del valle de Catamarca pues no contamos con fuentes que den cuenta de la participación de sus habitantes en las luchas indígenas; además, la zona presentaba un grado avanzado de colonización al momento de los alzamientos generales y ya había sido objeto de traslados y despoblamiento. Sin embargo, estuvo a punto de incorporarse a los mismos a partir de los intentos de los pueblos rebeldes de otras regiones; sabemos que los españoles, conscientes de la importancia estratégica del valle (en cuanto a comunicaciones y fuente de recursos junto a las áreas de conflicto), detuvieron el avance indígena en los extremos norte y sur del mismo. En las tierras del pueblo y valle de Single (Singuil) los españoles detuvieron, en 1632, un importante avance indígena sobre el valle. En el sector meridional del valle, también se produjeron incursiones en las haciendas de Capayán y Chumbicha, como lo atestigua una carta del gobernador Felipe de Albornoz que data de 1633 (Larrouy 1915, III: 91, 92, 95 y 97). 
El contexto general del Noroeste argentino para entonces, con las luchas y sucesivas derrotas indígenas, afecta en gran medida la trayectoria de colonización del valle, siendo favorecido en el reparto de diaguitas desnaturalizados, a los que luego (en 1673) se suma una considerable cantidad de indios sacados del Chaco (Ardissone 1941).

Todo indica que el valle de Catamarca no habría participado mayormente en las luchas de resistencia, o al menos no lo hizo con la intensidad de otros ámbitos. En este sentido, nos preguntamos si ese supuesto aislamiento del contexto indígena valliserrano puede asociarse a la ausencia de vínculos sólidos con grupos externos al valle. Desde luego, es un tema que permanece abierto y que genera nuevos interrogantes al considerar ciertos datos o interpretaciones. En un documento de 1633, por ejemplo, aparece una frase en extremo sugerente; el gobernador de Tucumán don Felipe Albornoz elogia el desempeño de un capitán, Juan de Ceballos Morales, quien en las tierras de Singuil desbarató "una gran junta de mucho número de indios enemigos que estaban convocados para dar en el valle y fuerte de Catamarca y a su salvo matar los españoles que allí asistían...y convocándose con los indios del dicho valle y de la misma nación pretender dar asalto en los pueblos y estancias que caen en la sierra..." (expediente citado por Ardissone 1941: 120; el resaltado es nuestro). ¿Fueron convocados realmente los indios del valle? ¿Cómo lo hicieron? ¿Qué significa "la misma nación"?

Por otro lado, cabe tener en cuenta la propuesta de Schaposchnik (1997) acerca de la presencia de grupos con doble asiento a ambos lados de la sierra de Ambato. Si este es el caso ¿podemos considerar el accionar de los indios del valle a través de los pueblos de la vertiente occidental, que sí registran participación activa en los alzamientos?

5. La información arqueológica también es limitada en relación al conocimiento de los grupos indígenas del valle de Catamarca que entraron en contacto con los españoles. Aún así, nos permite enriquecer nuestra visión de la época y, al mismo tiempo, formular nuevos problemas.
Kriscautzky ha registrado restos hispano-indígenas en el valle. A partir del estudio de un sitio ubicado dentro de la ciudad de Catamarca, plantea una serie de consideraciones (Kriscautzky 1991):


* El sitio, de un solo componente, corresponde a una situación de contacto hispano-indígena. Un indicador clave al respecto es la asociación de materiales indígenas (cerámica Averías-Yocavil, restos faunísticos de quirquinchos y ñandúes, etc.) y europeos (cerámica vidriada y loza decorada, restos faunísticos de vacas y caballos, restos de objetos de hierro, etc.).
* Se sitúa en las primeras épocas del contacto debido a que aún se mantienen los sistemas de creencias y rituales indígenas, como se desprende del contexto de los entierros.
* Todo parece indicar que son grupos indígenas sometidos por los españoles y que no estaban presentes en el valle al momento de la conquista, habiendo sido trasladados desde Santiago del Estero. Esta conclusión se fundamenta en la presencia de restos cerámicos (vasijas y torteros) típicos de Santiago del Estero.
* En base a los documentos, se trataría de los indígenas "del Chaco" traídos para trabajar el algodón, la principal producción del valle durante mucho tiempo. La abundancia de torteros estaría asociada a esa actividad. 
Ante estas conclusiones cabe preguntarse si la presencia de grupos de Santiago del Estero no puedo ser una situación anterior, una consecuencia de los desplazamientos realizados por los incas (mitmaqkuna) y no por los españoles. Al respecto, el mismo autor nos dice: 

"Todas nuestras prospecciones en el valle que son numerosas, han sido infructíferas, y no encontramos restos de estas culturas que no estén asociadas íntimamente a restos españoles, así como tampoco hemos encontrado restos incaicos, y todo ello nos hace pensar que no hubo presencia efectiva incaica en el valle de Catamarca"..." no hay asentamientos aquí de incas con Yokavil o Averías, como ocurre en el oeste o en los sitios con actividad minera al pie del Ambato (Kriscauitzky, inédito) donde se encuentran restos incaicos, españoles y de las culturas de Santiago del Estero." (Kriscauitzky 1991: 79)

Pero si se trata de grupos procedentes de la región santiagueña, es necesario considerar el momento en que llegaron al valle de Catamarca. Entendemos que el afluente de indios del Chaco se produce en 1673 (Ardissone 1941) y, a menos de que existan arribos anteriores de los mismos, no sería válida la hipótesis de Kriscautzky que ubica al mencionado sitio en los primeros momentos del contacto. 
Desde una perspectiva temporal más amplia, el registro arqueológico da cuenta de la instalación humana en toda su extensión a lo largo del primer milenio de la Era Cristiana, con ocupaciones correspondientes al Período Formativo y, especialmente, al Medio o de Integración Regional. Aparecen las evidencias más tempranas de la cultura Aguada, con sus típicas manifestaciones: la iconografía humano-felínica, la jerarquización intra e inter-sitio, la tecnología de irrigación y la metalurgia del bronce, entre otros elementos. 


El sector septentrional del valle (Ambato), habría sido el escenario de un proceso de transformación que condujo a una mayor complejidad y desigualdad sociales; en ese proceso la religión parece haber jugado un rol dominante, como se desprende de los estudios que hemos realizados en el centro ceremonial de La Rinconada24 y sus alrededores (Gordillo 1995). Si bien la cronología de estos sitios presenta serias dificultades debido a la incompatibilidad entre los fechados de los distintos laboratorios (Gordillo 1995 y 1996), podemos estimar que la Aguada no supera en Ambato el 800 ó 900 DC y no hemos registrado evidencias de ocupaciones posteriores en la zona en épocas prehispánicas. 


En el centro y sur del valle, la presencia Aguada adquiere características muy particulares en cuanto a variantes estilísticas y estructura de los asentamientos. La cronología parece extenderse hasta momentos más recientes, aunque por ahora no hay resultados definitivos en los estudios que actualmente se están realizando en la zona (González, com. pers.). Paralelamente, no se han hallado indicios de otras entidades socioculturales en la zona.


En un panorama general del desarrollo precolombino en el valle de Catamarca, resulta notoria la ausencia de indicadores propios de las sociedades tardías que puedan adjudicarse al Período de Desarrollos Regionales o la presencia incaica, aspecto que cobra especial importancia al tratar de definir quiénes eran y cómo vivían los habitantes del valle a al momento de la conquista hispana.

DOCUMENTOS CONSULTADOS


* Archivo Histórico de Tucumán
Sec. Adm; vol I; folio 1 y v.
Encomienda de Pomanagasta, otorgada por Gerónimo Luis de Cabrera a Nuño Rodriguez Bentrán.
[Reproducción en Publicaciones de la Junta Conservadora del Archivo Histórico de Tucumán, Serie I, Vol. I, 1936: 59]

* Archivo Histórico de Tucumán.
Ser. A; Prot. 1; folios 61-64v.
Testamento que otorga Francisco de Artaza, vecino de San Miguel de Tucumán.
[Reproducción en Publicaciones de la Junta Conservadora del Archivo Histórico de Tucumán, Serie I, Vol. I, 1936: 46]

* Archivo Histórico de Tucumán
Ser. A; Prot. 1; folios 159-160.
Venta de un pedazo de tierra en el VC, hecha por Luis Medina a Francisco Romero.
[Reproducción en Publicaciones de la Junta Conservadora del Archivo Histórico de Tucumán, Serie I, Vol. II, 1937: 79-81]

* Archivo Histórico de Tucumán.
Ser. A; Prot. 1; folios. 393v-396.
Venta de tierras del pueblo de Colpes, hecha por un cacique principal a Juan de Iriarte.
[Reproducción en Publicaciones de la Junta Conservadora del Archivo Histórico de Tucumán, Serie I, Vol. II, 1937: 195-198]

* Archivo Histórico de Tucumán.
Sec. A; Prot. 1; folio 187
Registro de indios que hace Diego Graneros de Alarcón y entrega de avío para viaje. Se detalla los nombres y procedencias de los indios (1607).
[Reproducción en Publicaciones de la Junta Conservadora del Archivo Histórico de Tucumán, Serie I, Vol. II, 1937: 91-92].

* Archivo Histórico de Tucumán.
Ser. A; Prot. 1; folio 354.
Merced de una estancia en Paquilingasta que hace el gobernador Alonso de Ribera a Diego Graneros de Alarcón.
[Reproducción en Publicaciones de la Junta Conservadora del Archivo Histórico de Tucumán, Serie I, Vol. II, 1937: 172-173]

* Archivo Histórico de Tucumán
Secc. Adm.; Vol. 1; folios. 157-158.
Padrón de indios de Collagasta, ordenado por Gerónimo Luis de Cabrera, comisionando para ese efecto al capitán Antonio de la Vega, y por su intermedio al Alferez Ignacio de Aguero; en el pueblo de Collagasta, el 8 de julio de 1661.
[Reproducción en Publicaciones de la Junta Conservadora del Archivo Histórico de Tucumán, Serie I, Vol. III, 1938: 265]

* Archivo Histórico de Tucumán.
Serie A, Protocolo 2, Años 1611-1655, folios 150v-152.
Poder general dado por Nuño Rodriguez Beltrán a Gracian de Iriarte, de La Rioja, y Manuel de Salazar (administrador del Valle de Catamarca. Tucumán , 22 de mayo de 1615.
[Reproducción de Larrouy, 1915, I: 12]

* Archivo Histórico de Tucumán.
Sección Judicial, Caja I, Exp. 18, Año 1642.
Información levantada por el gobernador Heredia sobre los bienes del difunto Olmos y Aguilera.
[Reproducción parcial -el expediente es muy extenso- de Larrouy, 1915, I: 29]

* Archivo de la Curia Eclesiástica de Catamarca.
Título de merced de Autigasta (1591), toma de posesión (1592) y venta de la estancia (1597).
[Reproducción de Larrouy, 1915, I: 3-8]

* Archivo Judicial de Catamarca.
Exp. 4539, folio 93.
Merced de Cigali a Gonzalo Nuñez. La Rioja, 1595.
[Reproducción de Lafone Quevedo 1888: 381-382]

* Archivo Judicial de Catamarca.
Expediente 69.
Copia, de letra procesada en 1660, de un pleito sobre las tierras de Pomancillo en 1643 y 1644.
[Reproducción de Larrouy, 1915, I: 9-12]

* Archivo Judicial de Catamarca.
Exp. 10, folios 3-4 (faltan folios 1 y 2).
Copia autorizada en 1685.
Merced de tierras de Motimo en el Valle de Catamarca a Pedro de Maidana y toma de posesión (1616?).
[Reproducción de Larrouy, 1915, I: 13-15]

* Archivo Judicial de Catamarca.
Folio 4.
Copia legalizada (1685).
Entrega de 200 ovejas a los indios de Motimo, VC, el 14 de febrero de 1619.
[Reproducción de Larrouy, 1915, I: 17-18]

* Archivo Judicial de Catamarca.
Exp. 10 (folio 10) y 24 (folio 13).
Copias de 1683 y 1691.
Petición de Manuel de Salazar en que refiere sus servicios y merced de tierras en el VC que le hace el Gob. don Juan Alonso de Vera y Zárate. Santiago del estero, 30 y 31 de agosto de 1621.
[Reproducción de Larrouy, 1915, I: 18-20]

* Archivo General de Tribunales de Córdoba.
Esc. 2 de Hacienda, 1694-95, Expedientes, Leg. 9, Tomo 2, Expediente 15.
El Gobernador, D. Gutierre de Acosta y Padilla encomienda, en tercera vida, los indios del pueblo de Motimo a Pedro Felix de Maidana. Córdoba, 17 de enero de 1645. Toma de posesión en Miraflores, 10 de febrero de 1645
[Reproducción de Larrouy, 1915, I: 39-43]

* Archivo Histórico de Córdoba.
Esc. 2, Legajo 6 [1], Exp. 11, Año 1686.
Encomienda de Colpes otorgada por el Gob. Juan Ramirez de Velasco a Baltazar de Avila Barrionuevo, desde la ciudad de Todos los Santos de la Nueva Rioja el 24 de mayo de 1591.
[Reproducción parcial de Montes, 1958: 8-9]

* Archivo Histórico de Córdoba
E.1. Legajo 90, Expediente 3 (sin fecha).
Pedido de merced de encomienda de Guaymoco (Tinogasta, Ascala y anexos).
Copias en Sección de Etnohistoria del Instituto de Ciencias Antropológicas de la Facultad
de Filosofía y Letras (UBA)

* Archivo Histórico de Córdoba.
E.1. Legajo 99, Expediente 2 (1653)
Pleito por encomiendas de Colpes-Pipanaco y anexos, problemas que plantea la agregación y unión de las mismas. Se menciona a los indios de Pipanaco y "otros indios".
Copias en Sección de Etnohistoria del Instituto de Ciencias Antropológicas de la Facultad 
de Filosofía y Letras (UBA).

* Archivo Histórico de Catamarca
Protocolos. Libro Nº1, Años: 1595-1727
Valle de Catamarca, Jurisdicción de San Miguel de Tucumám
Estancia de Singuil: conflictos por tierras, compra-venta, solicitudes, disposiciones, informes, testimonios, licencias, protestas, pagos, etc.
Copias en Sección de Etnohistoria del Instituto de Ciencias Antropológicas de la Facultad 
de Filosofía y Letras (UBA).

* Archivo Histórico de Catamarca
Protocolos. Libro Nº4, Años: 1623-1746
Valle de Catamarca, Jurisdicción de San Miguel de Tucumám.
Estancia de Singuil: conflictos por tierras.
Copias en Sección de Etnohistoria del Instituto de Ciencias Antropológicas de la Facultad 
de Filosofía y Letras (UBA).

* Archivo de Gobierno de Catamarca.
Libro de Actas Capitulares.
Actas de Fundación de la ciudad de Catamarca. Copiadas por S. Lafone Quevedo (en 1884 y 1886) y publicadas en su obra Londres y Catamarca (1888: 323-360). 

* Colección de Samuel Lafone Quevedo.
Copias de archivos y documentos de distintas familias tradicionales del Valle de Catamarca
Copias en Sección de Etnohistoria del Instituto de Ciencias Antropológicas de la Facultad 
de Filosofía y Letras (UBA).

* Colección Pablo Cabrera
Expediente con fecha del 6 de octubre de 1594 el Gob. Fernando de Zárate a pedido de Damian Pérez de Villarreal dispone una información sumaria o "Provanza" para acreditar los derechos del recurrente sobre el pueblo indio de Guaycama, suyo según él alegaba, por constituir una misma cosa con el Musitián de su encomienda y sujeto a los caciques Sichanón (principal) y Abati Los puebloas de Guaycama y Timala estarían sijetos, en categoria de parcialidades al cacique principal.
[Reproducción de Cabrera 1917: 450-463]

* Archivo General de Indias.
Estante 70, Cajón 2, Legajo 10.
Mapa de Ruy Díaz de Guzmán.
[Reproducción de Daniel García Acevedo, 1905]


OBRAS CITADAS

Ardissone, Romualdo
1941 La instalación humana en el valle de Catamarca. Estudio Antropogeográfico. Biblioteca Humanidades, t. XXVI, Fac. de Humanidades y Ciencias de la Educación, UNLP.

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1997 La construcción de las identidades étnicas en el Tucumán colonial: Los Amaichas y los Tafíes en el debate de su verdadera estructuración étnica. En: Tucumán colonial y Charcas. t. I, Facultad de Filosofía y Letras, UBA.

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1938 Documentos coloniales relativos... Publicaciones de la Junta Conservadora del Archivo Histórico de Tucumán, Serie I, Vol, III, Tucumán.
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1958 Encomiendas de indios Diaguitas documentados en el Archivo Histórico de Córdoba. Revista
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1992 La cultura de La Aguada vista desde el Valle de Ambato. En: Arqueología del Ambato. Publicaciones 46: Arqueología. CIFFyH, UNC. Córdoba.

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1990 Hacia un replanteo de la cultura de La Aguada. Cuadernos: 12. I.N.A., Buenos Aires.

Schaposchnik, Ana
1997 La confrontación de datos al interior de un cuerpo documental. En: Tucumán colonial y Charcas. t. I, Facultad de Filosofía y Letras, UBA.

NOTAS:

1Museo Etnográfico Juan B. Ambrosetti. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires. 
2 Publicaciones de la JCAHT. 1936. Serie I, Vol. 59 (AHT Secc. Adm.; vol I., F. 1 y V).
3 Larrouy, 1915, I, 12 (AHT, Ser. A, Prot. 3, fs. 130v-132v)
4 Larrouy, 1915, I, 9-12 (AJC, Exp. 69)
5Publicaciones de la JCAHT, 1937, Serie I, Vol II, 172-173 (AHT Ser. A, Prot. 1, f. 354) 
6Larrouy, 1915, I, 3-8 (ACEC).
7 Lafone Quevedo, 1888, (AJC, Exp. 4539, folio 93).
8 Publicaciones de la JCAHT, 1937, Serie I, Vol. II, 79-81 (AHT, Ser.A; Prot. 1; fs 197v-199).
9 Larrouy, 1915, I, 13-15 (AJC, Exp. 10, fs. 3-4).
10 Publicaciones de la JCAHT, 1937, Serie I, Vol. II, 46 (AHT, Ser.A; Prot. 1; fs 61-64v).
11 Daniel García Acevedo (1905) estudia esta pieza cartográfica hallada en el Archivo General de Indias (Estante 70, Cajón 2, Legajo 10). Concluye que corresponde al guerrero-historiador Ruy Díaz de Guzmán y, en base a los nombres de ciudades y los comentarios presentes en el mapa, considera que fue realizado entre 1596 y 1607. El mapa abarca gran parte de América del Sur, aproximadamente desde el ecuador hasta los 53º de latitud sur y de una costa oceánica a la otra. Es formalmente tosco y desproporcionado, pero preciso en la situación y antigua designación de algunos pueblos españoles e indios.
El mapa 1, que presentamos en este trabajo, corresponde a un sector de aquel. El área oscurecida (por nosotros) marca el valle de Catamarca.
12 Idem nota 5.
13 Idem nota 4
14 Idem nota 11.
15 Larrouy, 1915, I, 18 (AJC, Exp. 10, f. 10 y Exp. 24, f. 13).
16 Publicaciones de la JCAHT, 1937, Serie I, Vol III, 256 (AHT, Secc. Adm., vol. 1, fs. 157-158).
17 Larrouy (1914: 15). Padrón de los Indios de Tucumán, 1778 (AGI, copia en ANSV).
18 Idem nota 7.
19 Montes, 1958, 8-9 (Esc. 2, Leg. 6 -I- Exp. 11, 1686).
20 Si bien puede ser considerada europea la categoría de cacique principal, con ella se hace alusión a algún tipo de jarearquización entre jefes o líderes indígenas.
21 Cabrera, 1917, 453: documento de la colección del autor.
22 AHC, E.1, Leg. 99, Exp. 2, 1653. Copia en la Sección Etnohistoria del ICA, FFyL, UBA.
23A una escala más amplia, Rodolfo Cruz (1997) observa este problema en la relación entre Amaichas y Tafíes; opina que la reunión o separación de grupos se fundamentaba en criterios de filiación o residencia, y que cada interesado lo manejaba según sus
conveniencias particulares. 
24 Curiosamente, desde generaciones los lugareños llaman a este sitio "Iglesia de los Indios"; el mismo significado que la arqueología le ha atribuído mucho más recientemente.


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