Estructuras etnicas en el Oeste de Catamarca (Argentina) entre 1414 y 1642 AD

 

Verónica Williams y Ana Schaposchnik
Departamento de Antropología. Museo Americano de Historia Natural. Nueva York
Departamento de Historia. University of Madison. Wisconsin.

INTRODUCCION

Este artículo integra resultados de investigaciones desarrolladas independientemente desde dos disciplinas diferentes: arqueología y etnohistoria. En ambos trabajos se compartieron el área de estudio y el objetivo general de comprender la dinámica local y regional de los grupos indígenas antes y después de invasión española.

El área de investigación, ubicada en el oeste de la provincia de Catamarca en el noroeste de Argentina, correspondía parcialmente al territorio diaguita (1) y posteriormente a la gobernación colonial del Tucumán (2) (Figura 1).

La hipótesis principal compartida por ambas autoras fue que entre los habitantes del oeste catamarqueño, entre 1414 y 1642 AD existió integración social y política. De esta hipótesis de trabajo se desprendieron algunos interrogantes: ¿Cómo se articulaba esa integración? ?La integración existente entre los pueblos fue afectada por la expansión inka y la invasión española? ¿Cuál fue el grado de modificación provocado por ambos acontecimientos? ¿Contribuyeron a la concentración o a la fragmentación de las jefaturas locales?

Entre los objetivos específicos nos propusimos en primer lugar conocer las relaciones políticas y sociales de los diferentes grupos que habitaban el ámbito serrano del oeste de Catamarca en momentos previos a la ocupación inka (1000 AD).

En segundo lugar pretendimos indagar sobre las relaciones de dominación que el imperio inka ejerció sobre los pueblos de la región (1400-1535 AD).

En tercer lugar tratamos de desentrañar la modalidad de las relaciones políticas y sociales entre los grupos locales y/o foráneos para enfrentarse a la dominación española.

Por último, intentamos rastrear a partir del registro etnohistórico la perdurabilidad de las vinculaciones sociopolíticas de los grupos asentados en la región.

Las variables y los indicadores que fueron tomados en cuenta para el desarrollo de las investigaciones fueron sumamente diferentes, provenientes de la arqueología y de la etnohistoria respectivamente. Hemos empleado tanto técnicas cuantitativas como cualitativas. Para la parte arqueológica tomamos en cuenta variables como tamaño, tipo de instalación y funcionalidad, complejidad y establecimos un rango y jerarquización de los sitios estatales y locales. En cuanto a la parte etnohistórica consideramos las menciones en las fuentes primarias sobre relaciones de alianza y/o parentesco entre los grupos estudiados. Intentamos así comprender la trama de relaciones sociopolíticas subyacentes.

METODOLOGIA

a) Analogía, Arqueología y Etnohistoria

Como ya expusimos anteriormente uno de los objetivos de este escrito fue rastrear -a partir del registro etnohistórico- la perduración de las vinculaciones sociopolíticas entre las poblaciones del centro oeste de la actual provincia de Catamarca, desde el año 1535 AD hacia atrás. Consideramos que una metodología acorde con nuestro interés era aplicar la analogía histórica directa.

La analogía histórica directa se basa en el supuesto que en algunas áreas existió o existe una conexión directa entre las culturas arqueológicas y las etnográficas. Una tendencia reciente ha asido el desarrollo tanto de la analogía histórica directa como de la analogía general para generar hipótesis, leyes y modelos a testear contra el registro arqueológico.

Con el desarrollo de la etnohistoria como una disciplina reconocida, la integración de los datos arqueológicos y etnohistóricos fue denominado acercamiento histórico directo. Frecuentemente los arqueólogos utilizan la información documental para ayudar a sus interpretaciones. Sin embargo hay que advertir sobre un riesgo que se corre, y es el de tomar a los documentos como pruebas aisladas que corroboran hipótesis. Esto sucede cuando se contrasta la información proveniente del registro arqueológico con la simple lectura de una fuente histórica. Nuestra intención es, entonces, conjugar ambas líneas de trabajo, pero en un segundo momento de cada investigación.

Consideramos que la analogía debe producir nuevos interrogantes acerca de la clasificación del registro arqueológico; y servir como medio para guiar y profundizar las investigaciones más que ser considerada una manera de ofrecer interpretaciones que sirvan como "dato" para la síntesis. En general los arqueólogos han aplicado la analogía al dato etnográfico como una forma de interpretación del fenómeno observado arqueológicamente, más que una forma de generar nuevos tipos de investigaciones dentro de la organización del dato arqueológico (Binford 1972: 35). Dentro de este encuadre -el de usar la analogía como un medio para profundizar las investigaciones-, se desarrolla el trabajo que a continuación expondremos.

Los estudios etnohistóricos han profundizado en cuestiones

relativas a la constitución de alianzas frente a enemigos comunes. Y por sus resultados sabemos hoy que la dinámica histórica previa fue un factor primordial al considerar las opciones elegidas por los grupos nativos americanos frente a la expansión inkaica primero, y a la invasión española después. En esta clase de estudios la estrategia de investigación consiste, frecuentemente, en buscar las estructuras socio-políticas de las sociedades americanas tomando como guía las conductas registradas durante el proceso de conquista y colonización (Espinosa Soriano 1978, Stern 1986, Lorandi y Boixadós 1987-88, Cruz 1990-92, Lorandi et al. 1997). También se ha investigado sobre la preservación de las redes, de las relaciones socio-económicas y políticas locales, y su resignificación para implementar la adaptación a las nuevas condiciones que el dominio colonial implicó (Spalding 1974, Wachtel 1990, Saignes 1984, 1985 y 1987, Rasnake 1989, entre otros).

Un concepto sumamente interesante que ha sido planteado para poder comprender cómo se organizó la lucha indígena frente a la dominación española, aún considerando más de dos siglos de opresión y una práctica constante de medidas tendientes a cercenar las estructuras socio-políticas nativas, ha sido el de "adaptación en resistencia". Acorde con la propuesta de Stern (1990), debemos preguntarnos por qué, en un momento dado (y no antes ni después), una población se rebela colectivamente contra la autoridad establecida. A continuación, debemos comprender que las rebeliones no son movimientos aislados de la dinámica histórica antecedente al contexto sobre el cual estamos trabajando. Así, podemos investigar sobre la historia previa de resistencia y autodefensa, sobre los acomodos frente a las autoridades establecidas, para comprender que la resistencia a la autoridad es en verdad de larga data, y que las coyunturas rebeldes son parte de fenómenos de larga duración. Para poder estudiar estos aspectos se hace necesario analizar los fenómenos en múltiples escalas temporales: en los períodos cortos (coyunturas y episodios) se aprecian los cambios dinámicos, y en los períodos largos (siglos), se pueden estudiar las injusticias, las memorias y las estrategias que dieron forma a los objetivos, la conciencia y las tácticas de los rebeldes. En un trabajo previo hemos estudiado la articulación entre las jefaturas que sustentaron un movimiento rebelde (Schaposchnik 1994). Y en este trabajo pretendemos avanzar ampliando nuestro recorte cronológico hacia períodos largos, para determinar la antigüedad de esa articulación.

LAS JEFATURAS "ORIGINALES"

Para la etapa preinka (1000-1400 AD) solamente contamos con información arqueológica. El área investigada se caracterizó por sostener una densidad poblacional considerable. Esto se traduce en los numerosos conjuntos habitacionales que se concentran en los valles. El patrón de asentamiento casi exclusivo de este momento corresponde a grandes poblados en forma de conglomerados, ubicados generalmente sobre mesetas y terrazas altas, algunos fortificados naturalmente y en los conos aluviales (los llamados pueblo viejo o alto y pueblo bajo respectivamente).

LA ETAPA INKA

Para el momento de dominación inka no contamos con información documental, pero sí con abundante evidencia arqueológica y buenos registros.

Desde el centro de Bolivia hasta Argentina y Chile, Raffino registró más de 250 instalaciones inkas (Raffino 1981 y 1988; Raffino et al 1984). En Argentina las instalaciones varían desde grandes fortalezas como el Pucará de Andalgalá hasta simples y pequeños tambos como Punta de Balasto. El Kollasuyo parece haber constituído un foco de extracción y producción especializada de la manufactura de cerámica, textiles, metalurgia y trabajo lapidario, entre otros, llevadas a cabo en establecimientos o enclaves estatales. Estas actividades fueron acompañadas por el desarrollo de un sistema de caminos y por el establecimiento de fortalezas ubicadas en las fronteras del imperio.

La intervención Inka debió haber afectado sensiblemente la composición demográfica y la estructura política de la sociedad regional. Es posible, aunque carecemos de pruebas claras al respecto, que parte de la población local haya sido desplazada de sus tierras y trasladada fuera del valle. Si esta fuera una hipótesis correcta, habrían quedado tierras libres que fueron otorgadas a los mitmaqkuna (colonos desplazados y reinstalados por los inkas) y a aquellos sectores étnicos que hubieran entablado una mejor relación con los Inkas.

Todos estos movimientos de población oscurecen la comprensión de la situación preinka, ya que las nuevas relaciones de poder debieron provocar profundas modificaciones en la estructura demográfica y política de las áreas bajo dominio estatal. Un interrogante sin aparente respuesta inmediata se refiere a la amplitud de los cacicatos y a la estructura interna de poder entre ellos durante el período de los Desarrollos Regionales.

EL EXAMEN DE LOS DATOS ARQUEOLOGICOS

El análisis regional ha impulsado últimamente estudios arqueológicos que toman unidades geográficas mayores al sitio aislado. Esto permite reconstruir aspectos de la sociedad prehistórica que pueden no estar en el sitio individual.

Una hipótesis original planteada por una de las autoras sostenía que durante la época inka existieron en el área valliserrana central estrechas vinculaciones de las poblaciones autóctonas de Andalgalá, los andalgalá con otros grupos del sur del valle de Santa María, de la sierra del Cajón, del Aconquija y del valle de Hualfín y Abaucán (Figura 1).Vinculaciones que involucraron interacciones parentales y/o políticas. La intervención inka en el área pudo provocar o ampliar estos lazos de relaciones sociales a causa de la incorporación de poblaciones de mitmaqkuna en los centros estatales (Williams 1986).

Metodológicamente la estructura sociopolítica de los asentamientos de una región en un momento dado puede ser abordada a través del análisis de la relación entre el logaritmo del tamaño de los asentamientos y el logaritmo de su posición en una escala ranqueada. Esta relación puede considerarse como un caso especial y continuo de distribuciones discretas asociadas con la teoría de lugar central (Beckman 1958; Paynter 1983: 239). La premisa consiste en que existe una relación sistemática entre el tamaño del asentamiento y su importancia funcional en una jerarquía política y económica (Haggett et al. 1977; Johnson 1977).

Los modelos de lugar central y los análisis de tamaño-rango son herramientas importantes para la interpretación de los patrones de asentamiento de las sociedades estratificadas. Este tipo de análisis ha alcanzado una popularidad particular para relacionar los modelos teóricos de lugar central con el dato arqueológico (Johnson 1977 y 1980, Paynter 1982), aunque es verdad que existen limitaciones en la utilidad de esas ideas.

Un supuesto característico de este modelo, desde el punto de vista de las sociedades estratificadas, es que los asentamientos se ubican en jerarquías, es decir una pequeña cantidad de sitios grandes y numerosos sitios o asentamientos pequeños. Una jerarquía de asentamientos consta de diferentes y numerosos tamaños de sitios involucrando tipos de intercambio también diferentes en los que participan poblaciones provenientes de distintos lugares (Paynter 1983: 236). Wright y Johnson (1975) sugieren que los asentamientos reflejan el grado de diferenciación y son especialmente útiles para medir la emergencia del control de las funciones asociadas con la evolución del estado.

Un sistema bien integrado, en el cual el tamaño de un sitio es proporcional a su complejidad funcional, debería mostrar una línea recta de puntos (D'Altroy 1992: 188). Las interpretaciones del comportamiento han sido desarrolladas para algunos de los patrones de desviación de la regla tamaño-rango. En arqueología han sido usados tres modelos. Uno es el patrón cóncavo de desviaciones en los que se observan valores que caen por debajo de la línea de la regla esperada de tamaño-rango. Johnson sugiere que estas desviaciones se alcanzan si el área arqueológica de estudio es más pequeña que el área de influencia del sistema de asentamiento del pasado. Este patrón parece ser característico de sistemas en los cuales la competencia económica está minimizada y el mantenimiento de los límites del sistema es una función primaria del centro principal (Johnson 1987: 108). El otro patrón es el convexo en el cual la representación gráfica cae por arriba de la línea normal esperada. Dos procesos de comportamiento han sido sugeridos para esta clase de patrón. Uno es que esta desviación se alcanza cuando dos o más sistemas completos bien integrados son agrupados en el análisis (Johnson 1977: 499) y el otro sugiere que las áreas están ubicadas en la periferia de grandes economías políticas (Paynter 1982). A su vez Johnson (1980) argumenta que ambas periferias y las áreas de estudios analizadas representan situaciones de una integración pobre del sistema. El último patrón de desviaciones es el primo-convexo. Johnson identifica este patrón como el resultado de "sistemas de asentamientos compuestos de subsistemas (enclaves) los cuales están articulados con un centro regionalmente dominador pero los cuales son relativamente independientes unos de otros" (Johnson 1977).

RESULTADOS

El área valliserrana central del NOA: Jerarquización de sitios.

En un trabajo anterior (Williams 1995 y 1996) dimos a conocer los resultados de la aplicación de este modelo para el área de estudio (falda occidental del Aconquija, sur del valle de Santa María, sur del valle de Hualfín, el valle de Abaucán y el bolsón de Andalgalá). Nuestro interés fue comprender las relaciones que debieron existir entre los asentamientos locales y estatales durante la época inka. En esta oportunidad contamos con una muestra formada por 13 sitios estatales y 5 locales (Cuadros 1 y 2).

SITIOS ESTATALES SUPERFICIE RANGO
NEVADO DE ACONQUIJA 25 1
WATUNGASTA 16 2
PUNTA DE BALASTO 10 3
FUERTE DE ANDALGALA 5.4 4
HUALFIN 5.4 5
POTRERO CHAQUIAGO 4.3 6
SHINCAL 3.6 7
INGENIO DEL ARENAL MEDANOS 3.5 8
BICHO MUERTO (Z-02) 1.8 9
BICHO MUERTO (Z-01) 1.2 10
CARAPUNKO 1.1 11
MISHMA 7 1.1 12
RANCHILLOS 0.2 13
CUADRO 1

 

SITIOS LOCALES SUPERFICIE RANGO
     
RINCON CHICO 40 1
QUILMES 25 2
CERRO MENDOCINO 18 3
LOMA RICA DE SHIQUIMIL 3.8 4
LOMA NEGRA DE AZAMPAY 2.5 5
     
CUADRO 2    

Todos estos sitios están relacionados por la red vial inka yes muy probable que hayan tenido vinculaciones muy estrechas desde el punto de vista de sus ocupantes, de sus actividades y a los efectos de la organización estatal. A esto debe sumarse que el material cerámico no inka, es decir el correspondiente a la categoría Fase Inka (Calderari y Williams 1991) en todos estos establecimientos estatales pertenece a tipos definidos como característicos de otras áreas, fenómeno que exige una interpretación de orden regional y no solamente local. En esta oportunidad se consideraron los sitios como un todo sin discriminar la función de cada uno.

Las distribuciones tamaño-rango fueron aplicadas al área elegida tomando dos ejes de análisis: valles Abaucán-Hualfín por un lado y sur del valle de Santa María-Aconquija y Andalgalá por el otro.

En el gráfico 1 se ubican la totalidad de los sitios estatales (N=13) (cuadro 1) de las dos unidades de análisis. Es interesante marcar que este gráfico presenta una desviación convexa. La curva muestra una forma inicial convexa y termina con una caída rápida por debajo de la línea del tamaño de asentamiento esperado. Los ocho primeros sitios mantienen las relaciones de tamaño y complejidad y los cinco restantes son generalmente más pequeños de lo esperado. La presencia de varios sitios de grandes dimensiones podría ser explicada como consecuencia de varias causas: a) la existencia de múltiples sitios independientes; b) la presencia de varios sitios de la misma categoría o c) la existencia de una baja integración entre los sitios. Como podemos apreciar, la relacion entre el primer y segundo sitio es la esperada.

Esta misma tendencia o patrón convexo se repite si agrupamos a los sitios estatales y locales (Gráfico 2), en el cual tendríamos un sitio de grandes dimensiones y seis sitios con un rango entre 10 y 25 ha. Los 12 sitios restantes no matendrían las relaciones de tamaño esperado. La relación entre el primer sitio y el segundo también es la esperada.

Por otro lado, también se analizó el comportamiento valle por valle. El gráfico 3 corresponde al valle de Abaucán-Hualfín donde observamos una desviación del tipo primo convexa, con la presencia de un sitio local y 5 sitios estatales. Como mencionamos más arriba los patrones de desviación primo-convexa resultarían de un sistema de asentamiento formado por enclaves que son relativamente independientes unos de otros sin dejar de estar articulados en función de un centro mayor.

Para el sur del valle de Santa María, falda del Aconquija y bolsón de Andalgalá, tomando únicamente los sitios estatales, se evidencia una desviación convexa o primo convexa aunque por debajo de la linea normal (Gráfico 4). Cuando integramos a este último gráfico los sitios locales también se repite el mismo patrón (Gráfico 5). Solamente cinco sitios estatales mantienen las relaciones de tamaño y complejidad esperados. Este tipo de curva pueden identificarse ante dos situaciones: a) cuando dos o más sistemas bien integrados están incluídos en el análisis o b) cuando los sitios se localizan en la periferia de una gran economía política (Paynter 1982). Recordemos que en este análisis no se incluyen los sitios del norte del valle de Santa María ni los sitios del valle del Cajón y ésto puede ser una razón de dicho comportamiento (3).

Hasta este punto podemos marcar dos tendencias preliminares en el comportamiento de los sitios dentro de una estructura de dominación estatal y son:

1) en tres de los gráficos se repite una desviación levemente convexa, lo que nos estaría indicando un grado de integración bajo; y

2) los valles de Abaucán-Hualfín muestran una tendencia que se separa de las anteriores, es decir un patrón primo-convexo que puede estar indicando la presencia de enclaves aparentemente independientes unos de otros.

Con relación a la función de los mismos, podemos decir que de la muestra de 13 sitios inkas, solamente tres son fortalezas o asentamientos de tipo militar, el resto serían centros administrativos y/o tambos.

Queremos enfatizar que la aplicación de este tipo de análisis es solamente un intento de mostrar ciertos lineamientos en la integración de un sistema de organización.

En sintesis, la aplicación del modelo mostró dos tendencias en el análisis de la integración de los sitios dentro de la estructura de dominación estatal. Todos los sitios del área Aconquija, Andalgalá y valle de Santa María habrían mantenido un grado de integración relativamente bajo. Consideramos a ésta no como una afirmación sino como una hipótesis derivada a contrastar, ya que la muestra puede estar sesgada y por lo tanto no ser válidos los resultados obtenidos. Por su parte, los valles de Abaucán y Hualfín mostraron un comportamiento diferente al anterior. Podríamos sugerir que habrían existido enclaves aparentemente independientes unos de otros.

LA DOMINACION HISPANA

La penetración hispana en el Noroeste argentino se inició en el año 1536 con la entrada de Diego de Almagro, y fue retomada en 1543 con el ingreso de las huestes de Diego de Rojas, Nicolás Gutiérrez y Francisco de Heredia. Estas expediciones se caracterizaron por realizar reconocimientos de los territorios y sus habitantes para evaluar el potencial de la región, pero no dieron comienzo a la instalación colonizadora.

La información disponible para este momento es de carácter documental y sobrepasa la información arqueológica.

Entre mediados y fines del siglo XVI los españoles intentaron fundar ciudades, con el objetivo de establecer una ruta que les permitiera enlazar a Potosí (en el Altiplano de Charcas, hoy Bolivia) con el puerto de Buenos Aires (en la boca del Río de La Plata, salida meridional al océano Atlántico). Pero los conflictos con los indígenas les impidieron consolidar sus nuevos poblados.

La colonización tomó impulso a partir del gobierno de Juan Ramírez de Velasco, quien con la fundación de la ciudad de Todos Santos de la Nueva Rioja en 1591 logró afianzar la presencia española en la región. También comenzó durante este período la organización del trabajo indígena a partir de los repartos de encomiendas. La implementación de las demandas coactivas, sobre todo la vinculada a la forma de los servicios personales, fue una de las razones que motivaron el Gran Alzamiento de los indios diaguitas, de trece años de duración, que jaqueó a la zona de Catamarca entre 1630 y 1643. De este momento proviene la información documental que hemos analizado.

Para realizar dicho análisis, tomamos la cronología elaborada por Aníbal Montes (1959), quien distingue tres etapas diferentes (1630-31; 1634-37; 1642-43).

Durante la tercera etapa (1642-43), los indios de Hualfín y Abaucán todavía representaban una amenaza para los habitantes españoles de la región. Los encomenderos reclamaban que no cumplían con sus prestaciones coactivas, y todos temían por el apoyo que podían obtener de los valles Calchaquíes, aún libres de la dominación hispana. El Teniente de Gobernador de la jurisdicción de Londres, Francisco de Nieva y Castilla, encabezó una columna que, desde el sur "pacificó" a los últimos rebeldes del oeste catamarqueño. Dicha pacificación incluyó una política de desnaturalizaciones masivas, gracias a la cual fueron trasladados 400 indios (malfines y abaucanes) hacia la ciudad de Córdoba.

De estos sucesos, sobre todo de las últimas campañas, proviene la documentación que nos ha permitido desentrañar la trama de las relaciones de parentesco y de las alianzas convocadas por Chalemín, jefe de los malfines y líder del movimiento.

RESULTADOS.

Los aliados y parientes de Catamarca

Hemos expuesto en otro trabajo (Schaposchnik 1994) el análisis pormenorizado de la información relativa a la constitución del frente rebelde. Registramos en dicha investigación la participación en el movimiento, las vinculaciones entre los grupos rebelados y la conexión de los grupos del oeste catamarqueño con los de zonas aledañas (valles Calchaquíes y vertiente occidental de la sierra de Ambato). Nuestro propósito fue explicar la lógica que sustentaba las redes convocadas por los rebeldes, estructuradas a partir de relaciones de parentesco y de alianza.

Para desentrañar ese tejido rebelde tomamos en cuenta varias posibilidades, que podemos resumir en dos ejes:

a) las alianzas fueron coyunturales o b) las acciones coordinadas respondían a relaciones de parentesco o de alianza producto de una estructura política preexistente, y la participación o no en el alzamiento estaba vinculada a la dinámica histórica previa (conflictos interétnicos, competencia por el acceso a los recursos, desplazamientos de población, expansión inka, etc.).

Tal como lo expusimos en el trabajo mencionado, al leer la documentación nos preguntamos: ¿se unieron todos contra el invasor? ¿esa unión reflejaba una estructura previa? ¿el hecho de haber aparecido como "indios amigos" puede ser interpretado como una consecuencia de conflictos interétnicos anteriores, o no directamente vinculados a la conquista hispana (incluyendo en esto último a la dominación inka)?

Del análisis realizado (Figura 2) comprendimos que los malfines del oeste catamarqueño (epicentro de la rebelión) concentraban la mayor cantidad y variedad de lazos: parientes, aliados, refugios en otras zonas, etc. Fue seguramente esta posibilidad de reclutar adeptos la que los situó como los principales convocadores del movimiento rebelde. Los habitantes del área de Andalgalá mantenían relaciones de parentesco y de alianza tanto con los malfines como con los habitantes del sur de los valles Calchaquíes, sobre todo los yocaviles. Estos últimos, al igual que los ingamanas, asistían a los rebeldes, aunque no participaban activamente en el movimiento. Los yocaviles estaban emparentados con los malfines, y la relación de parentesco entre ingamanas y malfines no ha sido comprobada, pero sí se mencionan las alianzas que los conectaban con la gente de Chalemín, así como con los habitantes de la vertiente occidental de la sierra de Ambato (Colpes, Pipanaco, Colana, Mutquin), cuyo caso hemos estudiado en otro trabajo (Schaposchnik 1997). Por su parte, estos pueblos de la vertiente occidental de la sierra de Ambato, recibían ayuda de la gente del sur de los valles Calchaquíes.

El caso de los abaucanes merece una consideración especial. Las referencias documentales los presentan, para la época de la rebelión, con casi total independencia respecto del resto de los sublevados. Esto se combina con que no hemos hallado menciones expresas sobre relaciones de parentesco entre los abaucanes y algún otro grupo, siendo que dicha información aparece manifestada claramente en las otras conexiones. Para ubicar a los abaucanes dentro del tejido rebelde, se menciona que son aliados de los malfines, pero que "... se arriman a la parte que sintieren con más fuerza ..." (6). Nuestra interpretación al respecto fue que ante la ausencia de relaciones de parentesco, las actitudes de adhesión al movimiento rebelde fueron mucho más ambiguas. Dicho razonamiento se complementa, además, con la hipótesis sugerida por Sempé de Gómez Llanes (1973) respecto del valle de Abaucán. Esta arqueóloga sugiere que allí habrían habitado mitmaqkuna provenientes de San Juan (en la región de Cuyo, Argentina). En este punto de la investigación nos preguntamos si los indígenas que a mediados del siglo XVII fueron nominados como abaucanes pueden haber sido los descendientes de aquéllos colonos instalados por los inkas que Sempé de Gómez Llanes detectó en el registro arqueológico.

Nuestras conclusiones fueron, a partir de los estudios realizados, que el liderazgo de Chalemín estaba vinculado no sólo a su carisma personal, sino también a la posibilidad de movilizar redes de relaciones que vinculan a grupos dispersos geográfica y políticamente. Estas redes también han sido estudiadas para otras partes del área andina, tanto en la organización general de las sociedades como en las coyunturas rebeldes. De esta manera, la base de sustentación del alzamiento la hallamos en la adhesión y pertenencia a complejos sistemas que coordinan la acción conjunta. Al no aparecer vínculos de parentesco, las alianzas registradas parecen ser más laxas, y probablemente la inserción de los grupos no emparentados dentro de la trama rebelde haya estado sujeta a las condiciones específicas de cada momento. Como vemos, la invasión española no socavó por completo las estructuras políticas preexistentes.

ARQUEOLOGIA / ETNOHISTORIA: LA INTEGRACION DE LOS APORTES

Nuestra pretensión al escribir este trabajo fue buscar la integración y el diálogo entre ambas disciplinas. Es sabido que para realizar estudios interdiscipliarios es necesario comenzar la investigación desde una óptica integrada, y no limitarse a la comparación de las conclusiones. No obstante, pensamos que los resultados de ambos trabajos merecen ser evaluados en términos de semejanzas y diferencias. Como lo hemos reseñado aquí, -y para una exposición más detallada remitimos a la lectura de los artículos específicos-, ambos trabajos convergen en algunos puntos que se pueden enlazar.

En primer lugar, nuestras áreas de estudio han coincidido, ya que hemos tomado información -tanto del registro arqueológico como del documental-, referente al área valliserrana del Noroeste argentino. Las poblaciones de este área sufrieron la conquista inka primero, y invasión española después. Sabemos que ambas modificaron las estructuras socio-políticas previas, pero aún no podemos ponderar con exactitud la magnitud de esas alteraciones. No obstante, dejamos abierta la posibilidad de que los resultados de estas investigaciones nos estén mostrando solamente la resultante de dicha presión. Es decir, que en el registro escrito producto de la invasión hispana lo que nos está apareciendo es la estructura resultante de la etapa inka.

En segundo lugar, los marcos temporales de cada análisis realizado no coinciden; pero queremos ampliarlos compaginándolos a partir de una perspectiva diacrónica -bastante ambiciosa por cierto-, tomando en cuenta los contextos de cada momento estudiado. En tercer lugar, cada trabajo se dedicó a examinar información que permitiera estudiar modalidades y niveles de integración e interrelación. En un caso, se buscaron relaciones entre los sitios arqueológicos mediante el uso de reglas que vinculan tamaño y rango. En el otro, se buscaron las menciones que vinculan a las unidades étnicas coaligadas durante los movimientos rebeldes de 1630-43.

Con respecto a las conclusiones de ambos trabajos, hay algunas coincidencias, que trataremos según ejes geográficos:

a) Eje Hualfín/Abaucán:

Desde la arqueología se observan vinculaciones entre ambos, pero no un nivel de integración que nos permita afirmar que consituían una unidad sociopolítica.

Desde la etnohistoria observamos que los malfines, convocadores de la rebelión, tienen relaciones de parentesco con otros grupos, pero no con los abaucanes.

b) Eje Aconquija/Andalgalá/Santa María:

Desde la arqueología se observa una relación existente, pero sin llegar a un fuerte nivel de integración.

Esto se corresponde con las relaciones de alianza y parentesco detectadas entre los grupos que habitaban esas zonas en los años de 1630-40. Para tal momento observamos que los andalgalás están emparentados y aliados con los malfines (Hualfín) y los yocaviles (valle de Santa María), pero se los menciona como unidades diferentes (y relativamente independientes), tanto de éstos como de aquéllos.

REFLEXIONES FINALES

Hemos expuesto en este escrito dos análisis que, si bien fueron realizados independientemente, provienen de investigaciones focalizadas en la misma región y durante períodos sucesivos. La integración de estos dos trabajos implica avanzar en los estudios interdisciplinarios entre Arqueología y Etnohistoria del Noroeste argentino. Esta unificación nos permite seguir por un lapso superior al siglo, a las jefaturas diaguitas del oeste de Catamarca (Argentina), desde 1414 hasta 1643.

Para llevar a cabo esta unificación, debimos ensamblar conceptos y metodologías provenientes de diferentes modalidades de trabajo. Nuestro presupuesto fue que las poblaciones que aparecen mencionadas en las fuentes hispanas del siglo XVII en la región que nos ocupa eran descendientes de aquéllas que habitaban los sitios de la región en los siglos anteriores, más precisamente las que dejaron el registro arqueológico estudiado en este trabajo. En el plano conceptual, hemos tomado valles por un lado, y grupos por el otro, conjugando los datos a partir del presupuesto anteriormente mencionado. En cuando al plano metodológico, hemos combinado análisis cualitativos y cuantitativos, tomando en consideración las coyunturas históricas respectivas.

Podemos decir, a partir de los datos analizados y de los aportes de otros autores, que se trata de jefaturas sólidas (en cuanto a su organización jerárquica interna). Pero aún no está claramente comprendida la vinculación entre ellas, problema central en ambas investigaciones. Esto se relaciona con la competencia del denominado Período de los Desarrollos Regionales, y con el hecho de no haber estado integradas en una estructura política mayor aglutinante. Esta integración puede haber dependido de la dinámica propia de estas sociedades, o de las coyunturas que se generaron a partir de la conquista inkaica primero, y de la invasión española después.

De nuestras investigaciones surge, entonces, que las jefaturas de Santa María, Aconquija y Andalgalá tuvieron cierto grado de integración socio-política al momento de la presencia inka. Esta integración podría continuarse con las referencias al parentesco entre los habitantes de esas regiones en tiempos hispánicos a mediados del siglo XVII.

Entre Abaucán y Hualfín, por su parte, la integración es mucho menor durante la etapa inkaica. Esto también se corresponde con la ausencia de relaciones de parentesco durante la etapa colonial.

Nuestro paso inmediato es, entonces, preguntarnos si dichas coincidencias se deben a la perduración del mapa político del área, o si son producto de la presencia inka en la región. Por otra parte, debemos realizar ahora el análisis del eje Hualfín/Andalgalá, y ver si nuevamente coinciden los datos de ambos registros o si esto no sucede. Dicho análisis podría modificar o reforzar las propuestas aquí desarrolladas.

Resta destacar -como ya lo hicimos oportunamente-, que nuestra pretensión al momento presente es sugerir hipótesis a retomar en futuras investigaciones, y no pruebas finales.

Buenos Aires-Nueva York, junio 1997

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NOTAS

*. Este trabajo fue presentado en el 49th Congreso Internacional de Americanistas realizado en Quito en julio de 1997. Próximamente será publicado por Abya-Yala y la Universidad de Pittsburgh.

(1) Se conoce como diaguitas a los grupos indígenas que habitaban, al momento de la llegada de los españoles, la región valliserrana central del NOA, es decir, el sur de la provincia de Salta, el oeste de Tucumán y las actuales provincias de Catamarca y La Rioja. Han sido caracterizados como grupos de agricultores desarrollados que compartían la lengua (el kakano) y un modo de organización social y económica, pero aparentemente no tenían una organización política mayor aglutinante tal como una confederación o estado.

(2) La jurisdicción del Tucumán colonial corresponde en parte al antiguo Tucumán prehispánico que comprendía las actuales provincias de Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja, Santiago del Estero, Tucumán y Córdoba del noroeste de Argentina. También se llama la gobernación del Tucumán, Juríes, Diaguitas y Comenchingones.

(3) Esta lista no es exhaustiva y en un futuro deber ser completada. Seguramente faltan incorporar muchos otros sitios pero su ausencia se debe a que no se dispone de información publicada al respecto y se carece de los datos básicos necesarios para hacer estos análisis. Por el momento la intención es mostrar ciertas tendencias en la integración de sitios estatales y locales a nivel regional en el momento de la ocupación inkaica y española.

(4) Sitio el Portezuelo: Ubicado en la cima del cerro del mismo nombre a 3200 m.s.n.m. entre las quebradas del Melcho y del Sauco. Aqui se levanta una amplia construcción de 22 metros por 15 metros con paredes de pirca de hasta 1 metro de alto y 0,80 m. de ancho. Presenta una única entrada jalonada por un bloque de piedra canteada. Posiblemente sea una kallanka. Esta construcción está rodeada por restos de pirca muy destruídas que posiblemente conformarían otro tipo de instalaciones. Traspasando la quebrada del Sauco se divisan estructuras circulares, posiblemente corrales antiguos (Podestá y Elkin 1995)

(5) Carapunko: Se ubica en el sector medio superior de la quebrada del rio Villavil, Dpto de Andalgalá a 2000 m.s.n.m.. Tipo de instalación: terrazas de cultivo. Pero hay diferentes tipos de estructuras: recintos, terrazas de cultivo y obras hidráulicas (Ratto 1996)

(6) Archivo Histórico de Córdoba, Escribanía 2, Legajo 9 [II], Expediente 21, folio 15. 12-VII-1640.


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