El borde occidental del Chaco argentino.

Políticas de sometimiento indígena e integración al estado nación. Segunda mitad del siglo XIX.

Ana A. Teruel
(CONICET. Universidad Nacional de Jujuy, Argentina)

Introducción

La integración del Chaco al estado-nación es un capitulo más en la historia de la formación del estado-nación argentino y de la consolidación de una economía nacional. En este proceso existe una primera instancia que es la ocupación de sus bordes por parte de los estados provinciales bajo cuya jurisdicción se encuentra parte de esas tierras. Así, pueden distinguirse dos etapas durante el período republicano: la primera corresponde a las acciones llevadas a cabo por los gobiernos provinciales destinadas a la colonización y al sometimiento de los indígenas; la segunda implica la penetración en el corazón del territorio por parte del estado nacional y se hace, fundamentalmente, mediante las campañas militares de 1884 y 1911.

Tras el largo paréntesis de inacción estatal en la frontera chaqueña, producido desde 1810, cuando los gobiernos centran su atención preferentemente en las guerras de la independencia y las luchas civiles, el tema reaparece, hacia mediados de siglo XIX, entre las preocupaciones de los gobernantes de las provincias. Ello se traduce en la legislación sobre tierras de frontera, sobre la creación de colonias y fomento a la inmigración y en las "entradas" contra los indígenas. 

A nivel nacional, el gobierno se ocupa de delimitar las fronteras entre las jurisdicciones provinciales y nacional y a la vez de arreglar los límites internacionales. Así, en 1862 el Congreso declara propiedad de la Nación los territorios reinvindicados por Argentina que no perteneciesen a las provincias y diez años después el presidente Sarmiento decreta la formación de la Gobernación del Chaco, con capital en Villa Occidental (Maeder, 1977, estudio preliminar de Fontana). 1 Este proceso de organización institucional culmina luego de la campaña de 1884, cuando se forman los territorios nacionales de Chaco y Formosa.

Centramos nuestro estudio en el caso especifico de una porción del territorio chaqueño que pertenece a la provincia de Salta; 2 sostenemos que el Chaco occidental es un espacio satelizado en función de los intereses económicos de los grupos dominantes norteños, y como tal cumplirá dos funciones: proveedor de mano de obra a la industria azucarera y de pastura para el ganado destinado a la exportación de las salitreras chilenas. 3 En la medida que estos intereses locales alcancen dimensión nacional, habrá coincidencia en las políticas a seguir en la región, tanto en los territorios chaqueños que quedan bajo jurisdicción provincial como en aquellos que se encuentran bajo jurisdicción nacional.
Partimos del análisis relativo a los intereses económicos que motivan la ocupación del Chaco, para luego detallar las acciones llevadas a cabo por el gobierno provincial a fin de lograrlo.

Significado del Chaco en la economía regional y nacional

La ocupación de espacios jurisdiccionales en poder de los indígenas y disputados por países vecinos fue un determinante de peso como motivador de las acciones sobre el Chaco, 4 como así también el impulso "modernizador" del estado, reflejado en la antinomia "civilización o barbarie", 5 pero ello a veces oculta el significado económico que tiene la incorporación de esas tierras y sus habitantes a la economía provincial y nacional.

La expansión sobre el Chaco está vinculada a circuitos comerciales regionales y a la satisfacción de necesidades de mano de obra de la agroindustria azucarera. Según Langer y Conti, "tras el éxito experimentado por la economía de exportación del Litoral argentino, suele ocultarse la importancia de un comercio interno que manejaba las producciones locales y organizaba un circuito que conectaba el interior del país con los países circunvecinos. Parece lógico aseverar que este comercio interno fue muy importante, no sólo para la región, sino también para la vida cotidiana de la mayoría de la población "provinciana" (1991:91). Los autores se refieren a los circuitos comerciales que vinculan al norte argentino con Bolivia y Chile, de los que nos interesa especialmente el que une el norte argentino con Atacama, importante luego de la guerra del Pacífico, dado que el Chaco pasa a ser el principal proveedor de ganado vacuno para las salitreras chilenas (Conti, 1993:20).

Pero un interés tan importante como el de la obtención de la tierra para la práctica de una ganadería extensiva y rudimentaria, es el de una potencial mano de obra representada por los indígenas. La escasez de trabajadores en el norte, provocada no sólo por un reducido volumen de población activa, sino también por la falta de oferta de fuerza de trabajo en poblaciones campesinas de economía autosuficiente, hace sumamente apreciable el control sobre los indígenas chaqueños que desde fines del siglo XVIII trabajan en los establecimientos de frontera.

A partir de 1796 los gobernadores de la Intendencia de Salta reglamentan la salida al trabajo hacia las "haciendas de caña" de los indígenas wichí, 6 y toba que habitan las reducciones vecinas (Teruel, 1994). Dichas haciendas (situadas en las tierras bajas y selváticas de las provincias de Jujuy y Salta, lindantes con las del Chaco), producen rudimentariamente azúcar y alcohol, tras su modernización hacia 1870 se convierten en pujantes ingenios azucareros. Estos dependen absolutamente de la concurrencia de los aborígenes chaqueños para levantar la cosecha de caña (Conti, Teruel y Lagos, 1988) y se valen de distintos métodos para atraerlos, desde el "mayordomo sacador de indios" que se adentra al Chaco para negociar con ellos, hasta la presión e intermediación de las fuerzas militares de frontera. 

Un personaje de importante actuación fue Napoleón Uriburu, jefe de la frontera norte de Salta y protagonista de las campañas de la décadas del 1870 - 80. Su familia era propietaria de la hacienda cañera más importante en la frontera salteña, la hacienda de Zenta, antigua reducción de la comunidad franciscana. Otro caso similar que ilustra la identificación de intereses entre militares y hacendados es el de los Fernandez Cornejo, propietarios del ingenio San Isidro y de destacada participación militar en la frontera del Río del Valle (departamento de Anta, Salta). Estos grandes hacendados y estancieros de la frontera provienen de tradicionales familias dirigentes a nivel local y manejan también el comercio con Chile. Esta trama de intereses no hubiera superado el nivel regional si no se hubiese producido hacia la década de 1880 la "alianza de notables", pacto interoligárquico que permite consolidar la unión nacional sobre un modelo económico agropexportador que privilegia al litoral atlántico pero a la vez garantiza la participación en la política nacional de las oligarquías provinciales y promueve con una política proteccionista la agroindustria azucarera del norte y viñatera de la región de Cuyo, sectores en los que estas oligarquías tienen fuertes intereses.

Así el Chaco queda vinculado a la economía nacional inicialmente como proveedor de mano de obra para la industria azucarera, aunque mantiene sus vínculos con circuitos económicos internacionales, fundamentalmente como proveedor de ganado vacuno a las salitreras chilenas. El factor común de ambas vinculaciones es una clase dirigente comerciante-terrateniente que en un comienzo fue protagonista del "despegue" azucarero. 7

La acciones en la frontera en la segunda mitad del siglo XIX

Hacia mediados de siglo, la frontera del Chaco occidental es el río Bermejo, sobre cuya margen derecha se encuentra la única población criolla, San Ramón de la Nueva Orán, fundada a fines de la colonia. El estado provincial ejerce un escaso control sobre la zona, fundamentalmente porque está bajo el dominio de indígenas no sometidos. Para lograr el control efectivo es necesario no sólo acciones militares para sojuzgarlos, sino también la instalación de misiones religiosas para disciplinarlos y convertir sus hábitos de nomadismo, a la vez que fijar población criolla que consolide la presencia "blanca" en la zona y garantice la sujeción al estado. Con ello tiene que ver también una política de colonización y entrega de tierras a título gratuito, de apertura de vías de comunicación y de fomento a iniciativas que significaran ventajas que pudiesen operar de atractivo para quienes decidieran radicarse en la frontera.

La política de tierras

El gobierno de Salta intenta poblar la región a través de la concesión de tierras en merced, conservando la figura colonial. En una fecha tan temprana como 1825 comienza a repartir tierras que estaban bajo el dominio absoluto de los indígenas, mas allá de Orán, en calidad de premio a los militares que habían actuado en las guerras por la independencia (Jaime, 1992). Estas posesiones no se hicieron efectivas, pero a partir de la fecha se sucede la legislación sobre tierras públicas. Transcribimos, pues nos parece muy ilustrativa, la primera de ellas:

"Considerando que uno de los deberes más urgentes y privilegiados que se ha impuesto, es el facilitar el aumento de la población en las fronteras del Gran Chaco, y en las márgenes del Bermejo que algún día podrá servir de conductor de todos los frutos de esta provincia a los litorales, y por consiguiente al océano Atlántico;
Que la feracidad de sus campos, prestándose abundantemente a toda clase de labranza y pastoreo, ofrece al país una fuente inagotable de riquezas sin que haya temor a los indios, pues se conservan tranquilos desde muchos años atrás, al mismo tiempo, que con brazos útiles para el trabajo y muy particularmente para el beneficio de la caña dulce, cuyos establecimientos se han generalizado con provecho; (...)" 

En el artículo 1 se establece:
"Todos los naturales de la República, los avecindados en ella y demás extranjeros, que quieran establecerse en las costas de los ríos Itaú, Itatí, Del Valle, Frontera del Gran Chaco, Valle de Zenta y demás tierras baldías pertenecientes al estado, recibirán en propiedad un solar en la ciudad de la Nueva Orán, o en los demás pueblos que se estableciesen; sus sitios a sus inmediaciones para chacra y una suerte de estancia donde eligiese el interesado. (...)". 8 Las únicas condiciones son poblar las tierras e introducir ganado o sembradíos.

A partir de la década de 1860 se limitan las mercedes a particulares, prohibiendo "la enajenación de tierras públicas a título gratuito o de merced, excepto el caso que sea para la fundación de colonias" 9 o bien de reducciones religiosas, ya que un año antes se había reconocido expresamente la posibilidad de entregar mercedes a los indígenas chaqueños que las solicitaran a favor de la comunidad, en condición de colonos, bajo la dirección de sacerdotes misioneros. 10

La tierra vale poco, en especial en el departamento de Rivadavia que constituye la frontera nueva, y en el de Orán, en las cercanías del Pilcomayo y el río Tartagal, cuya colonización se hace en el siglo XX. 11 
El acceso a la propiedad es relativamente sencillo y, en un comienzo, según ya referimos, se obtiene gratuitamente con sólo solicitarla y comprobando que son tierras despobladas. 12 Ese mecanismo se mantiene durante todo el período en tierras muy lejanas a los centros poblados, pero se hace cada vez más frecuente, conforme a la ley de 1863, la adquisición en subasta pública.

Pero en realidad, más que la tierra vale el ganado que en ella pasta. El control de aguadas, de tierras altas no inundables en la época de creciente de los ríos, y de pasturas en las de sequías, desencadena conflictos territoriales que de otra forma no tendrían razón de ser en un medio donde la tierra es factor de abundancia.

Radicación de colonias

Se intenta priorizar la llegada de inmigrantes europeos, pero ningún proyecto se concreta, pues la zona no sólo se halla aún amenazada por los indígenas, sino que no ofrece ningún atractivo que compense los riesgos. Así es que los intentos de establecer colonias no tienen éxito, San Felipe y Santiago, colonia poblada por bolivianos en 1856, desaparece tras una disputa territorial con la comunidad franciscana. En 1862 se establece colonia Rivadavia, que pasa a constituir la avanzada sureste de los criollos sobre el Bermejo, con pobladores salteños y de las provincias vecinas de Tucumán y Santiago del Estero. El desvío del cauce principal del río años después le quita toda posibilidad de crecimiento. Así la describe un viajero:

"La colonia Rivadavia muy recientemente formada, puede tener 50 o 60 mal construidas casas de adobe de las cuales estarán habitadas 25 entre las que se cuentan dos o tres tiendas mixtas para surtir a los puestos circunvecinos. El resto son familias que trabajan en el campo o trafican con los puestos, o se ocupan de hacer viajes a Salta y Tucumán, que distan aproximadamente 100 leguas, en busca de mercancías conduciendo a la vez queso y algún otro producto."
"Esta pequeña villa está llamada muy en breve a verse abandonada por sus moradores a quienes asedian los rigores de un clima fuerte y carecen de agua, puesto que en el río no siempre existe, aparte de estar éste a más de dos kilómetros de distancia, y se surten de un madrejón próximo en donde carece de las condiciones necesarias para ser potable: es agua estancada y cubierta de algas y otros vegetales, nutrida de diversidad de animáculos y no siempre inodora." (Arnaud, 1889:196)

A pesar de su poca prosperidad, Rivadavia se mantiene, junto con Orán se constituyen los dos centros "urbanos" de la frontera.

Instalación de misiones religiosas

Los franciscanos actuaron en la zona tras la expulsión de los jesuitas, con más o menos éxito, hasta la revolución de 1810. A mediados de siglo las autoridades provinciales y nacionales contemplan la posibilidad de instalar en la frontera misiones religiosas, lo que a su juicio era "... el resultado más eficaz de asegurar la vida y propiedades de los pobladores de esas fronteras y el único para movilizar a los indios y utilizarlos en provecho del país." 13

Llegan entonces misioneros italianos de la orden franciscana de Propaganda Fide que instalan en 1856 el Colegio Apostólico de San Diego, para la evangelización de los indios del Chaco. De este colegio dependen seis misiones: Esquina Grande, Concepción del Bermejo o La Purísima, San Francisco de la Conchas, San Miguel de Miraflores y Nueva Pompeya; situadas sobre el antiguo cauce del Bermejo, todas salvo Nueva Pompeya, tendrán una muy corta duración. Varios factores contribuyeron a su fracaso, entre ellos la disputa por el control de la mano de obra que significan los indios reducidos, ya que en el "Programa para la civilización de las tribus salvajes de ambas orillas del río Bermejo", propuesto por el Prefecto de misiones, se establece:

"Ningún indio podrá salir fuera del territorio de su misión sin licencia del padre conversor. Los que necesiten indios para sus haciendas y labranzas ocurrirán a los respectivos misioneros que sin violentar a nadie, les enviarán con licencia escrita todos aquellos que no se hallen ocupados en los trabajos de oficio de la misma misión; pero previo el aviso de la merced, que en plata o en género correspondiente se comprometan pagar a cada uno por el trabajo de cada mes." 14

A diferencia de las misiones coloniales, las del período republicano no aceptan de buen grado la salida de los indígenas al trabajo en las haciendas. El Prefecto de misiones, fray Pedro M. Pellichi, atribuye a ello los mayores contratiempos vividos en ese entonces y afirma concretamente:

"Era el año 1859, cuando empezaron a levantarse los vientos contrarios, que arreciaron y se volvieron furiosos cuando en el año siguiente por el gobierno de Salta fue aprobado el programa que presentó el Prefecto, para feliz y seguro progreso de las misiones (...) Fue entonces que no sólo los codiciosos que aspiran a poseer la tierra de los indios; mas también los hacendados de las provincias de Salta y Jujuy, temiendo que con el establecimiento de misiones les faltasen los brazos para su industria, unidos con muchos otros, comenzaron a tramar insidias, escribir y representar ser las misiones inútiles y perjudiciales." (Pellichi, 1865:4)

El gobierno de Salta no permanece indiferente ante las quejas de los propietarios. Decía el gobernador Aguirre en 1864:

"... Como uno de los estatutos de la misión es prohibir la salida de los indios a trabajar en otros establecimientos, resulta un notable mal a la industria que entre nosotros es fomentada con esa clase de brazos, y que acabaría por matarla si no hubiera más indios que los que han conseguido tener bajo su dominación los p. Misioneros." 15

Otro factor que desencadena tensiones es la disputa territorial entre misioneros y colonos, que finalmente termina con el asalto y destrucción de una de las misiones, llevado a cabo por los colonos de Rivadavia, bajo la protección de las autoridades locales. Pero hay otra causa que es determinante al momento de explicar el fracaso franciscano en el Chaco salteño: los escasos logros de los misioneros en función de institucion "civilizadora". Los wichís reducidos continúan con sus prácticas religiosas, curativas, con sus viviendas tradicionales y, aunque ahora sedentarios, mantienen buena parte de sus hábitos de cazadores-recolectores (Teruel, 1998). La falta de una buena comunicación entre misioneros e indígenas, la poca comprensión de los frailes respecto del mundo wichí y la eficaz resistencia de éstos, que aceptan la protección de la misión pero no al costo de alterar demasiado sus rasgos culturales, son factores de peso al momento de evaluar el fracaso franciscano en el chaco salteño. Los escasos logros "materiales y espirituales" en relación a los indígenas, son la causa profunda de la debilidad de las misiones, y de que no pudieran resistir a los ataques de los pobladores vecinos o a las alternancias climáticas.

Relaciones con los indígenas

El avance sobre la frontera se hace a costa de los grupos indígenas que pueblan esas tierras con hábitos de semi-nomadismo propio de los pueblos economía basada en la caza-pesca, recolección e incipiente horticultura.
La actitud que asumen los indígenas ante el avance criollo sobre sus tierras es variada. El ataque y asalto de poblaciones fronterizas es una de las más frecuentes. Según Villafañe, Teniente Gobernador de Orán, hasta el año 1854 los indígenas permanecieron inofensivos, pero a partir de entonces comienzan una serie de ataques en represalia por abusos cometidos por los colonos y militares. Las mismas "entradas" y campañas sobre el Chaco salteño incitan la reacción de los indios. 

Además, el asentamiento de colonias sobre el Bermejo, la fundación de misiones, introducen nuevos factores de tensión entre colonos, misioneros e indios. Como toda zona de contactos interétnicos en la que se disputa un espacio y el poder que sobre él se ejerce, las sospechas y reclamos son mutuos. El jefe de operaciones contra los indios, que actuaba en 1858 en las cercanías de la colonia de San Felipe, decía:

"no tenemos indios amigos. Todos son enemigos, éstos de la colonia, como todos los de estas inmediaciones, están de acuerdo con los tobas quienes se han aproximado llamados por estos para todos reunidos robar y matar y destruir toda población de cristianos en estos puntos que no quieren la aiga (...), Dicen que son de ellos estos terrenos y que los echarán" 16

Por su parte, los indígenas que vivían en las tierras en las que se habían asentado los colonos de San Felipe, percibían las cosas de otra forma. Nos llegan, a través de la óptica franciscana, sus quejas. Aunque es evidente que allí va también la animosidad de los conversores con los colonos, consideramos que igualmente hay un trasfondo cierto de reclamo de los aborígenes. Decían fray Daniel Michelini, fr. B. Cenci y fr. M. Massei haber recibido el siguiente reclamo de boca de un indígena:

"Nosotros somos los pobres, no porque estemos en perpetuo descanso, antes nosotros somos la fuerza de los cristianos, somos los brazos de la industria. ¿Acaso hay cristiano que va adelante con su hacienda, con su trabajo sin los indios? Nosotros trabajamos y la paga de uno o dos meses es un par de calzones o una usada camisa. Los cristianos se adelantan, van enriqueciéndose con nuestros brazos y al mismo tiempo se tapan los ojos para no ver nuestra pobreza se engordan con chupar del continuo nuestra sangre (...). Han echado aquí unas pocas cabezas de ganado entregándolo a nosotros para que se les vaya cuidando; este favor lo han feamente compensado con hacerse dueños de nuestra tierra, ahora buscando modos y pretestos para botarnos de aquí. Pero no haremos cuenta de la vida, y nuestra sangre se ha de derramar toda para defender nuestros derechos, y ni vivos ni muertos nos han de sacar de nuestra tierra." 17

La posibilidad de convivencia de colonos, misioneros e indígenas era sumamente dificultosa. En el caso que acabamos de describir, termina en un pleito en el que los misioneros desplazan a los colonos.
Por esa misma época ocurre algo similar en la frontera de Orán. Según testimonio del Jefe de Frontera, comandante Napoleón Uriburu, los wichís que vivían en terrenos que el gobierno de Salta había entregado en merced o vendido a particulares estaban sometidos "como en encomienda, con derecho de vida sobre ellos y sus familias y haciéndolos trabajar sin ninguna remuneración". Por ello, en 1859 el Teniente Gobernador de Orán propone traerlos a formar parte del poblado entregándoles en propiedad solares de media cuadra. La medida encontró tanta resistencia entre los vecinos como entre los wichís, quienes "se obstinaron, como siempre, en no abandonar sus campos de caza y las costas de los ríos para la pesca, a pesar de vivir allí en la peor condición." 18

Lo cierto es que para esa época también el Chaco boliviano se convulsionaba. Los planes bolivianos de colonización y la acción del Prefecto de Tarija, Manuel Rodríguez Magariños, para avanzar sobre el Chaco, en la década de 1840, provocan la reacción chiriguana (Langer y Bass Werner, 1988). 19 
Tobas y noctenes parecen coordinar su acción en función del proyecto chiriguano de limpiar el territorio suroriental de la presencia blanca y ello se traduce en ataques: en l867 devastan las márgenes del Pilcomayo; en 1869, tobas, chiriguanos, tapii y chorotis atacan la misión de San Francisco del Colegio de Tarija y cinco años más tarde a una localidad cercana a Macharetí, ocasión en la que sufren una gran represión que posibilita la entrada 1875 y la gran matanza en el corazón de la chiriguanía.

En esos años, del otro lado del Pilcomayo, los hechos parecen repetirse. En l863 un malón de más de 3.000 indios ataca el departamento Rivadavia y ello es el inicio de represalias por parte del las milicias nacionales y provinciales.
Era la guerra declarada. La alianza indígena que había provocado la invasión de 1863 despertó la sospecha de los colonos sobre la connivencia de los indios amigos con los de guerra. La venganza no se hace esperar y los pobladores de Rivadavia comienzan a pasar a cuchillo a cuanto indígena se acerca. Esto genera la consiguiente reacción, que se traduce en pequeños, pero continuos ataques indígenas y en amenazas y rumores sobre otros posibles, que ponen el vilo a los criollos.

En 1870 el ataque es a todo lo largo del Bermejo, no sólo en la banda oriental, sino también en la occidental. En un intento por asegurar la tranquilidad, el comandante Uriburu marcha hasta Corrientes y a la altura de Pescado Flaco permanece cuatro días con el objeto de hacer las paces con los indios y asegurar que "quedan de amigos dispuestos a salir (...) A trabajar, hoi puede cualquiera dentrar a sacar indios sin temor de ninguna clase." 20 Sin embargo, cinco meses después un malón, compuesto de tobas y wichís, atacan los fuertes ubicados al norte y sur de Rivadavia y se lleva 800 cabezas de ganado vacuno y 200 de caballar. Según los testimonios, se trata de "las indiadas que habían hecho las paces con el comandante Uriburu ausiliadas por un fuerte número de tobas." 21

Extraña a las autoridades tal alianza de wichís y tobas por creerlos enemigos mortales, pero en realidad no es otra cosa que lo que ocurría en las márgenes del Pilcomayo por la misma época. Es difícil saber si ello puede atribuirse a un plan general de los indígenas o si sólo es la reacción espontánea que se desencadena de los dos lados del río ante las mismas presiones.

Estos ataques indígenas tienen dos facetas: el ataque en sí, con sentido punitivo o intimidatorio ante el avance criollo, además de la defensa de las tierras propias invadidas; y la extracción de ganado. Carlsen deja testimonio de que las estancias de la banda oriental del Bermejo, desde el Río Seco hasta la laguna de San José, en esta época sufren continuos robos de parte de los indios, que venden en Bolivia a buen precio esas haciendas. 
Pero no sólo la guerra y el robo eran las conductas posibles de los indígenas frente a los criollos. También cabían las relaciones pacíficas o amistosas, como el trabajo en establecimientos de la frontera y el comercio. Esta última fue la actividad que más relaciones creó entre indios y "cristianos", desde la época colonial (Peyre y Santamaría, 1993). No sólo se acercaban a comerciar los indios amigos, sino que, según dejan asentados varios testimonios, los mismos que habían producido un ataque a alguna población, pasado un tiempo se acercaban a comerciar. Tal la importancia de esta actividad, que en el tratado en el que fray Puigdengolas oficia de intermediario entre el gobierno de Salta y los tobas, en 1858, en el primer artículo se establecía que:

"Se concede a los tobas el libre comercio entre los cristianos, de toda especie vendible, como por ejemplo, las pieles o cueros de diversos animales y cualesquiera producciones naturales de estimación." (Solá, 1880:27-28)

Muchos testimonios de principio de siglo XX atribuyen a la actividad comercial la posibilidad de que los indígenas mantuvieran sus costumbres. En un informe a la Cámara de Diputados de la Nación de 1924 un funcionario de gobierno expresa que, en relación a los indígenas de Formosa:

"el intercambio de pieles de animales silvestres, es el factor que más contribuye a mantener al indio en sus costumbres primitivas y alejándolo de la disciplina individual y de lugar que impone el estado social civilizado." 22

En cambio el trabajo se considera el principal factor "civilizador" del indígena. Esta idea la encontramos ya en las disposiciones de fines del siglo XVIII que reglamentaban la salida de los indígenas de las reducciones hacia las haciendas, sigue manteniéndose en el siglo XIX y muchas veces sirve para encubrir acciones violentas y presiones para obtener mano de obra. El concepto de "trabajo" es claramente occidental, por llamar de alguna forma a estos valores impuestos por la cultura blanca-europeo-cristiana, y no contempla la posibilidad de incorporar prácticas indígenas

"Los indios semi-bárbaros de las fronteras, que desde muchos años se mantienen en profunda paz, sin hacer incursiones ni cometer robos clandestinos, concurren anualmente a las haciendas, para ayudar a las faenas solicitados por los propietarios. En las haciendas de San Pedro, Ledesma y San Lorenzo suelen ocuparse de 700 a 800 indios, y proporcionalmente en las demás; de modo que, entre todos los que concurren no bajarán de 1.500; pero son perezosos; trabajan en desorden, y perjudican mucho a la economía que debe reinar en estos establecimientos; siendo por otra parte indispensable algunos sacrificios para mantenerlos contentos en sus insaciables exijencias. Fuera de esto se les paga en ropa y especies al respecto de $6 por mes, dándoles además la mantención necesaria: este es el jornal ordinario en lo jeneral en las campañas de Salta. Los indios que trabajan en las haciendas de Jujuy son matacos y vallistos: tienen sus tolderías unas treinta y tantas leguas fuera de las haciendas; sus caciques no vienen al trato con las jentes de la provincia, excepto los casos de parlamento con los gobernadores; y viven a su modo, en completa independencia." (Arenales, 1833:45-56) 

Para "sacar" a estos indios del interior del Chaco los propietarios envían una comitiva a cargo de un "mayordomo", quien trata con el cacique de la parcialidad. También los militares continúan desempeñando el rol de intermediarios entre los hacendados y los indígenas. Tenemos constancia de tratados firmados por el comandante Uriburu con los indígenas a fin de facilitar la entrada y el trabajo de los mayordomos que debían negociar con algunas parcialidades para que acudieran a la zafra. 23 Además, éste decía haber dirigido 

"una circular a todos los propietarios que, en sus faenas rurales, ocupan indios, solicitando a ellos me hagan conocer el número de brazos que precisan en sus labores para el tiempo de las cosechas, desde mayo a setiembre inclusive (...) Se fijará el salario, raciones, condición y todos los detalles necesarios para que el indio quede satisfecho y el agricultor también, teniendo esos brazos seguros a un módico precio."
"son ya 1868 indios los solicitados por los agricultores de las provincias de Salta y Jujuy, a mérito de la circular que les he pasado." (Fontana, 1881:107-108)

La modernización tecnológica de las haciendas azucareras y la consiguiente aparición de los modernos ingenios, acrecentó la demanda de mano de obra, demanda que hasta 1930 estuvo satisfecha principalmente por indígenas chaqueños. 24 con razón sostenía el comandante Uriburu:

"No ha sido la fuerza armada, ni la diligencia de los misioneros, los elementos que, poniéndose en juego, hayan reducido este número de indios, sino su propio interés, creado por la necesidad que de esos brazos tenían los agricultores de las provincias de Salta y Jujuy, que catequizándolos progresivamente y creándoles necesidades, predispusieron el ánimo de los indios a soportar fríamente tal vez, y sin resistencia, el que avanzaran las poblaciones cristianas por las costas del Río Bermejo, tomándoles sus propios terrenos. Esta expoliación, que la mayor parte de ellos toleró, hizo que algunos irreconciliables con el conquistador se alejasen sosteniendo perfectamente la lucha." (Fontana, 1881:105)

Resultado de las acciones en el Chaco salteño

Podemos comenzar evaluando el impacto de las acciones en la frontera en la demografía de la zona. El patrón de poblamiento criollo en la frontera del Chaco salteño hacia mediados del siglo XIX es el siguiente: población escasa, predominantemente rural, población urbana concentrada especialmente en la ciudad de Orán y en menor medida en el pueblo de Rivadavia, el resto dispersa en algunas estancias, especialmente en Esquina Grande. 25 
La evolución cuantitativa de la población queda resumida en el siguiente cuadro:

Población de los departamentos de Salta pertenecientes a la región chaqueña en la segunda mitad del siglo XIX

Departamento

1854

1863

1869

1895

anta

oran

rivadavia

2.000

3.190*

--------

2.500

5.000

-------

4.228

4.592

1.622

6.738

6.022

9.184

total

5.190**

8.000

10.442

21.944

total provincia

61.990

81.000

88.933

118.015

Fuentes: De Moussy (1864); Solá (1889); Primer Censo Argentino (1869); Segundo Censo Nacional (1895).

* la cifra de la población de Orán en 1854, es en realidad una estadística dos años posterior y corresponde al censo ordenado por el Teniente gobernador Benjamín Villafañe, la que da para toda la Tenencia de gobernación 8.241 habitantes. A ello le restamos las correspondientes a Iruya y Santa Victoria, obteniendo 3.190 personas.

** para 1854 el Vicario Apostólico de la Diócesis de Salta, Manuel A. Castellanos, estimaba la población de la provincia en 64.800 hab. Pero calculaba una población para Orán muy abultada (6.000 hab), cifra que queda desestimada tanto por el censo de Villafañe (1856) como los cálculos de De Moussy. Calculamos entonces la población provincial en base a los 3.190 hab. que reconocemos para Orán,

A pesar de la disparidad de las cifras relativas a la población indígena, 26 es notorio que a mediados de siglo los criollos de la frontera no se hallan en superioridad numérica sobre los aborígenes. Esta situación se invierte con el crecimiento producido en el período intercensal 1869-1895, en el que se duplica la población criolla, y con los resultados de las campañas realizadas en la frontera salteña entre 1870 y 1884, que producen la disminución de la población indígena, ya sea por exterminio o por desplazamiento hacia el interior del Chaco.

En relación a los aborígenes, el único intento de "integración" y de posibilitar su permanencia en las tierras que ancestralmente ocupaban y les pertenecían, fue el de las misiones franciscanas. Era la única manera contemplada para que una comunidad indígena asumiera carácter legal y adquiriera derechos, siempre bajo la tutoría de los misioneros. Esto fue comprendido rápidamente por los wichís de la frontera, que vieron que en este nuevo orden la misión podía significar la protección frente a las ambiciones de colonos y hacendados, y por ello no resistieron a la instalación de misiones ni las hostilizaron, pero ello no implicó en ningún momento que asumieran compromiso alguno con el programa evangelizador y "civilizador" de los religiosos.

Si bien la misión se presentó, a ojos del gobierno provincial, como un instrumento de penetración y consolidación de la presencia del estado en la frontera, la realidad se encargó pronto de mostrar las fisuras de este pacto. Los franciscanos sentían profunda desconfianza por estos gobiernos anticlericales y liberales y se sometieron de mala gana a las presiones que los ponían en papel de núcleos de concentración y disciplinamiento de mano de obra para las haciendas e ingenios azucareros. Pronto se convirtieron en un actor de frontera que disputaba el control de tierras e indígenas con colonos y autoridades locales. Ello bastó para que el gobierno provincial les retirara apoyo y protección, mientras que el gobierno nacional se mantenía al margen del conflicto. 

El fracaso de los misioneros, que terminaron por retirarse de la zona, significó una posibilidad menos de control sobre los indígenas. Estos mantienen, en la medida que el avance criollo y las campañas militares se lo permiten, sus patrones tradicionales de cazadores recolectores, internándose en el interior chaqueño. En las parcialidades que permanecen próximas a los poblados criollos se inicia un proceso de proletarización, y la "integración" significará en definitiva la aceptación de la subordinación a un capitalismo naciente en calidad de mano de obra barata. El control del estado sobre la población indígena se logrará a través de su sometimiento como trabajadores, alcanzando incluso a los grupos más alejados de la frontera que acuden periódicamente al trabajo en los ingenios. 27

La otra institución que opera como factor de control en la frontera es el ejército, quizás la única que encarna efectivamente el poder de coerción del estado en una región que, como todas las de frontera, parecen estar sin ley y bajo el dominio de personajes poderosos que generalmente detentan alguna autoridad local de la que hacen uso en defensa de intereses particulares. Esta anomia se acentúa debido a problemas de delimitación jurisdiccional, ya que en algunas zonas aún se discute su pertenencia a Bolivia o Argentina, o a la jurisdicción nacional o provincial.

Sin embargo, a comienzos del siglo XX, las autoridades provinciales y nacionales, consideran que el Chaco salteño ya ha sido sometido y pacificado, y ello permite dar el último paso en la incorporación del espacio chaqueño al estado-nacion, la campaña militar de 1911, sobre los territorios nacionales de Chaco y Formosa, que representa la última gran ofensiva para el sometimiento de los indígenas.

MAPAS

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Cartografía de la región

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NOTAS

Una versión anterior de este artículo fue publicada en García Jordán, Pilar y Sala i Vila, Nuria (Coord.) La nacionalización de la Amazonía, Universitat de Barcelona, 1998.
1 Tras el fallo arbitral de los EEUU que reconoció a Paraguay la porción del Chaco boreal entre el Pilcomayo y el Río Verde, la capital de la gobernación se trasladó a Formosa, fundada en 1879.
2 Las provincias argentinas de Salta y Jujuy, ubicadas en el extremo norte del país, están enancadas entre los Andes y el Chaco. Su porción selvática (continuación de las yungas bolivianas) y chaqueña constituyen en el siglo XIX una zona de frontera con el indígena.
3 Una hipótesis similar enuncia Morello, quien opina que "se trata pues, de una región que desde el punto de vista socioproductivo e histórico-cultural debe ser definida en función de sus bordes, es decir, centrífuga, con funciones y estructuras que se acentúan hacia la periferia" (1983:346)
4 En el caso de las tierras australes de la Patagonia, los conflictos con Chile constituyeron una de las motivaciones de la Campaña al Desierto (1879), menos peso tuvo la cuestión de disputas territoriales con Bolivia y Paraguay como determinante de la Campaña al Chaco.
5 Es interesante el trabajo de Marcelo Lagos en relación al discurso elaborado en torno a la "integración" del aborigen a la "civilización" y la lucha por la erradicación de la "barbarie", cfr. Lagos (1996).
6 Wichí es el etnónimo de los indígenas chaqueños a los que los españoles bautizaron como matacos (familia lingüística mataco-mataguayo.
7 Las haciendas azucareras de Jujuy eran de propiedad de familias salteñas (Ovejero, Araoz) comerciantes terratenientes. Ellos son los que inician la modernización tecnológica, aunque posteriormente, al formarse las sociedades anónimas las acciones pasan a ser mayoritariamente de ingleses, franceses y alemanes. En cambio el ingenio San Isidro, en Salta, continua tras la modernización en manos de sus antiguos propietarios.
8 Recopilación General de la Leyes de la Provincia de Salta y sus Decretos Reglamentarios. Tomo I. 1855-1866. Salta, Talleres Gráficos de C. Velarde, l929. Ley del l4 de diciembre de 1836, pp. 153-154.
9 Ley del 23 de noviembre de 1863, Recopilación General... T.I. p. 388.
10 Ley del 3 de Febrero de 1859. Recopilación General... T.I, p.p. 253-254. 
11 Administrativamente, en el siglo XIX, el Chaco salteño está compuesto por tres departamentos: Orán, Anta y Rivadavia. Este último es el más nuevo sobre la frontera, creado en 1866 sobre territorio que con anterioridad se hallaba bajo la jurisdicción del de Orán. Esta fue, desde época colonial, una Tenencia de gobierno disputada entre Salta, Jujuy y Bolivia. Incluía las tierras altas de los actuales departamentos de Santa Victoria e Iruya. En 1871 se desmembra y pasa a constituir un departamento más de la provincia.
12 Archivo Histórico de la Provincia de Salta (AHS). Libros de Merced de Tierras de Anta (Nro 362), de Orán (Nro 363) y de Rivadavia (Nro 364). En los dos primeros constan las mercedes otorgadas entre la década de 1830 a la de 1880; en el de Rivadavia, a partir de la creación de la colonia, desde 1862.
13 Archivo del Convento Franciscano de Salta (ACFS). Caja Orán, Libro Copiador, Salta, Octubre 30 de 1855.
14 Recopilación General ..., Decreto Legislativo aprobando el Programa Propuesto por el Prefecto de Misiones Fray Pedro María Pellichi. Salta, 12 de enero de 1860, p.282.
15 ACFS. Salta, diciembre 19 de 1864.

16 ACFS. Caja Orán. Libro Copiador. Esquina Grande, Septiembre 27 de 1858.
17 ACFS. Caja Chaco. San Felipe, 23 De Noviembre De 1858. 
18 Informe De Napoleón Uriburu al Ministerio de Guerra. Salta, 6 de febrero de 1873. Citado en Fontana (1881).
19 Un Análisis en más detalle sobre las campañas y exploraciones en el Chaco Boliviano en Langer (1993).
20 AHS. Carpeta de Gobierno 1870. Nro 1. Rivadavia, junio 10 de 1870.
21 Ibid. Noviembre 10 de 1870.
22 Archivo General De La Nación (AGN). Ministerio Del Interior. Año 1924. Legajo 36. Exp. 16281. "Nota de La Cámara de Diputados solicitando datos sobre Indígenas que existen en el país."
23 AHS. Carpeta de Gobierno 1870. Nro 1. Rivadavia, junio 10 de 1870.
24 Citamos como ejemplo el caso del ingenio La Esperanza, en la provincia de Jujuy. Allí, en 1914, el 55% de los trabajadores del cañaveral figuran en los registros como chiriguanos, matacos y tobas (Lagos y Teruel, 1992:130)
25 "Bajo la denominación de Esquina Grande están designados varios establecimientos de particulares y estancias de campo desparramadas en varios rumbos que es a todo lo que se reduce esta población que vive bajo el más ambiguo carácter político, como sucede a la mayor parte de las poblaciones del Chaco." (Carlsen, 1871:198)
26 En relación a los wichís, una estimación hecha por la provincia de Salta a fin de levantar el censo de población de 1871, da la cifra de 30.000 individuos (AHS. Carpeta de gobierno 1870, Nro 1). Al mismo efecto, el Prefecto de misiones fray Remedi calcula en unos 25.000 a los wichís (ACFS. Nota al Comisario Provincial del censo de 1871); en cambio Fontana, que dice basarse en informes pasados al Ministerio de Guerra, afirma que en 1872 habían en la frontera norte de Salta 3.000 wichís (Fontana, 1881: 104), un número no muy lejano al que proporciona Solá, unos 5.000 individuos que constituyen "....la población salvaje, que sin residencia fija ni legal, vaga por el Chaco salteño bajo la jurisdicción provincial" (1889:54).
27 Desde una perspectiva marxista que sostiene la subsunción de los indígenas chaqueños al capitalismo como parte del fenómeno de subsunción de las economías domésticas al capital, ver Trinchero, Piccinini y Gordillo (1992). También dentro de la óptica marxista, la ocupación del Chaco es explicada en términos de expansión del capitalismo en varios estudios de Nicolás Iñigo Carrera.


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