Crisis y continuidades en el espacio fronterizo cordillerano a partir de la ocupación militar del río Negro:

un análisis de informes de expedición del coronel Manuel Olascoaga (1876-1883)

 

Ingrid de Jong

Introducción

El presente trabajo (i) constituye una primera aproximación al tema de las transformaciones del espacio social cordillerano norpatagónico a partir de las operaciones militares dirigidas por el Gral. Roca entre 1879 y 1884. Se basa en el análisis de documentación del período perteneciente al Coronel José Manuel Olascoaga, básicamente informes militares sobre la región andina norpatagónica escritos entre los años 1876 y 1883. 

Llego a la figura de Olascoaga a partir de una búsqueda en archivos sobre documentos relacionados con las políticas implementadas hacia el indígena con posterioridad a la "conquista del desierto". En legajos del Fondo Gral. Julio A. Roca del Archivo General de la Nación se encuentran tres informes escritos por este militar que resultaron proporcionar información valiosa acerca de la situación de los grupos indígenas del área cordillerana previa y posteriormente a la ocupación militar del Río Negroii. Dos de ellos constituyen apuntes acerca de las poblaciones y caciques pehuenches de los territorios cordilleranos que se extienden al sur de Mendoza y hasta el río Limay, dirigidos al Dr. Bernardo de Yrigoyen y al Gral. Roca en 1876. En ellos hace referencia a las modalidades en que los indígenas llevan a cabo el comercio de ganado hacia Chile, y propone distintas estrategias de ocupación y dominio del territorio indígena cordillerano. El tercero constituye un Informe de Expedición dirigido al Ministro de Guerra Benjamín Victorica, resumiendo la acción de la Comisión Científica que fuera encargada a Olascoaga entre los años 1880-1882, bajo el encargo de explorar los territorios comprendidos exactamente en los documentos anteriormente citados. 

El abordaje de estos informes resultaba en este sentido interesante, en tanto se basaban en información "de primera mano", proporcionada por un conocedor de la zona que además de sus actividades militares tenía una extensa experiencia en el relevamiento topográfico de los territorios cordilleranos. 

Inicié un análisis comparativo de estos documentos intentando rescatar aquellos elementos que indicaran las transformaciones sufridas por las poblaciones indígenas cordilleranas a partir de las campañas militares. En este proceso, y a medida que avanzaba la contextualización histórica de Olascoaga y de las circunstancias que rodeaban la situación del área cordillerana de Mendoza y Neuquén hacia las décadas de 1870-1880, fui ampliando mi interés hacia el conjunto de los grupos y sujetos pertenecientes al espacio fronterizo cordillerano. Así también, amplié la perspectiva para considerar no sólo las transformaciones, sino también los rasgos de continuidad en los sujetos y relaciones sociales que caracterizan al espacio cordillerano en este período marcado por el proceso de conquista y ocupación militar.

1.Contextualización histórica: Manuel Olascoaga y el área cordillerana norpatagónica

Nacido en Mendoza, el Coronel Manuel Olascoaga (1835-1911) mantuvo a lo largo de su vida intensos vínculos con los territorios cordilleranos del norte patagónico argentino. Fue el Secretario del Cuartel General Expedicionario y Jefe del Gabinete Militar del General del Gral. Roca en la campaña al desierto. Entre 1880 y 1882 estuvo al frente de la Comisión Científica de Exploración, Relevamiento y Estudios Militares en la región de los Andes del Sur, del que resultó el primer mapa publicado por el ejército sobre la zona andina del sur (Alvarez 1988). Las experiencias de esta Expedición Científica a los territorios andinos están volcados en uno de los documentos que seleccionamos para el análisis (Documento 3). Una segunda etapa de esta expedición, realizada entre 1883 y 1884, que recorrió los territorios al Sur del Lago Nahuel Huapi, fue registrada y publicada por Olascoaga en su obra "Topografía Andina" (1901).

El conocimiento de la zona andina de quien sería en 1885 el primer Gobernador del Neuquén había comenzado, sin embargo, mucho antes de la conquista militar de los territorios indígenas. Militar y topógrafo, estuvo a cargo entre 1862 y 1864 del Regimiento del Fuerte San Rafael, punto de avanzada de la Frontera Sur en la zona cordillerana. Recorrió extensamente la zona andina de Mendoza y Neuquén, informando a las autoridades nacionales acerca de los pasos estratégicos por donde eran pasados los ganados maloneados en la frontera bonaerense. Tuvo que exiliarse en Chile por razones políticas, regresando definitivamente en 1873. Durante este exilio Olascoaga realizó tareas topográficas para el General Cornelio Saavedra, encargado de la pacificación de la Araucanía chilena, de lo que resultó en la confección de un mapa nacional de Chile que fue oficialmente adoptado por esa república. Sus relevamientos topográficos le permitieron familiarizarse con los principles idiomas indígenas, llegando a dominar el mapuche. Muchos de los autores consultados sostienen que fue él quien diseñó las principales estrategias militares que luego fueron implementadas por Roca en la campaña al desierto (Maida 1984, Melli 1987, Alvarez 1988)iii.

En efecto, a partir de su experiencia en el fuerte de San Rafael y durante su exilio en Chile, Olascoaga había logrado una comprensión del funcionamiento del comercio de ganado que era realizado a través de la cordillera, entre los indígenas y comerciantes chilenos. En la demanda de los mercados chilenos residía, en su opinión, el origen de los males que afectaban a la Argentina. Ya en uno de sus primeros informes, elevado al Gral. Wenceslao Paunero en 1864, afirmaba que los indígenas eran los intermediarios entre el despojo de los argentinos y la acumulación de hacendados y comerciantes chilenos:

"cuando se intercepte el paso de los indios de Chile y para Chile, disminuirán por lo menos las siete octavas partes de los robos de hacienda y caballos en la República; porque entonces, en el caso que no se hiciese más que eso y los indios pudieran seguir robando, es seguro que no robarían sino para mantenerse, mientras que roban, se puede decir sin exagerar, para abastecer a Chile. [...] Así se comprenden las relaciones íntimas en que hoy se ve a nuestros indios con los más gruesos hacendados de Chile y [...] con los mismos ciudadanos Mos y Bulnes, en cuyas haciendas al sur se asegura que se ven continuamente marcas de los Balcarce, Ezcurra, Guido, Molina Hernández, Lezica Anzorena y otros hacendados de Buenos Aires [...] Estas relaciones de los indios con los comerciantes chilenos y con el gobierno de Chile me constan a mí, señor general, porque estoy en este punto teniendo pruebas palpables de ellas a cada momento. Los caciques de este lado van continuamente a Chile y conferencian con el Gobierno, volviendo también con regalos, y aún con títulos" (Olascoaga [1864] 1974:38).

La ocupación del Rio Negro mediante una táctica ofensiva era su argumento principal en contra de la guerra defensiva llevada adelante por el ministro de guerra Adolfo Alsina y concedía al conocimiento de la topografía del "desierto" una importancia primordial para lograr su dominioiv. La ocupación de los territorios cordilleranos era central para Olascoaga, tanto por constituir la única forma de frenar el comercio de ganado con Chile y con ello los malones, como por la importancia geopolítica y económica de los territorios a los que consideraba los más ricos de la Argentina y la base del futuro desarrollo nacional. En este sentido, la competencia territorial con Chile era ya para Olascoaga un problema tan crucial como el de la exacción de ganado por los indígenas. En el Estudio Topográfico de la Pampa y el Río Negro ([1880] 1974) Olascoaga alude de esta manera a la situación cordillerana:

"soportábamos en toda la región de la Cordillera Andina correspondiente con el Desierto, explotaciones de carácter esencialmente ruinoso y grave que nos llevaban rápidamente a la situación ineludible de una guerra internacional. Y si hubiera llegado este caso desgraciado, continuando las fronteras como estaban, un ejército chileno hubiera podido pasar impunemente la cordillera, tomando posesión del Río Negro y lanzando una nube de bárbaros protegidos por tropas regulares sobre nuestras dilatadas fronteras. De esta manera, la guerra con Chile la hubiéramos tenido en San Rafael, Río IV, Junín, 25 de Mayo, Azul y Bahía Blanca. Era todo un flanco descubierto que el menos experto de los enemigos no habría dejado de aprovechar" (Olascoaga [1880] 1974:51).

En 1879, Olacoaga realizaba una crítica al sistema de colonización, sosteniendo que el empuje poblador y civilizador debía comenzar en los valles andinos y no en las áridas costas patagónicas. Con la mitad del esfuerzo y gastos empleados en el asentamiento de puertos, que permanecían estancados y sin porvenir "tendríamos ya un cordón de pueblos florecientes desde Mendoza hasta el Nahuel Huapi [...] engendrados y nutridos con elementos propios" (Olascoaga 1974). 

De esta manera, confluían en Olascoaga intereses y funciones distintas, la del militar, la del científico y la del "constructor de la nación". Al respecto, Quijada (1998) sostiene que una de las características de los procesos de construcción nacional hispanoamericanos es la frecuencia con la que coincidieron, en un mismo individuo, los intereses científicos o de ensayo teórico, con el ejercicio de responsabilidades políticas o adminsitrativas. Olascoaga puede así incluírse junto a otros que en este período ocuparon el lugar de nation-builders (Quijada 1998). Figuras como Alvaro Barros, Francisco P. Moreno y Ramón Lista, compenetrados ya con la realidad social y política de la frontera sur, participaron luego de la "campaña al desierto" en el gobierno de los territorios patagónicos, participando también de polémicas públicas respecto a la forma en que estos territorios y sus poblaciones debían ser integrados a la nación (Ravina 1985).

La situación de la población indígena del área cordillerana hacia la década de 1870 resultaba del proceso de araucanización, que iniciado a fines del siglo XVII y comienzos del XVIII, había implicado la migración de poblaciones araucanas, la aculturación y mestizaje de parcialidades indígenas locales, así como una marcada homogeneización cultural, cuya expresión clara es el uso generalizado de la lengua mapuche (Varela y Biset 1993). M.L. Varela (1996) habla incluso de la conformación, a mediados del siglo XIX, de una "etnía manzanera" en estos territorios, como resultado de la araucanización y mestizaje de grupos tehuelches septentrionales, que habrían dominado el territorio cordillerano desde Mendoza hasta la zona de Esquel (Varela 1996:239).

Como consecuencia de "300 años de vida fronteriza" (Bandieri 1996) estos grupos indígenas tenían una intensa participación en el circuito comercial ganadero. Ya desde el XVIII los indígenas manejaban una amplia red de caminos que conformaban un corredor entre el Río de la Plata y Chile. El norte de la patagonia y la isla de Choele Choel eran parte importante de este corredor. Los indígenas cordilleranos eran intemediarios entre los ganados de las pampas argentinas y la demanda de la sociedad del valle central chileno. En este lugar se distribuían importantes cantidades de sal, carnes, cueros y sebo para el propio consumo interno y para su exportación a Potosí y otros asentamientos hispanos (Pinto 1996).

Este espacio fronterizo se basó entonces en la complementariedad de las redes indígenas con las redes capitalistas, la cual se habría mantenido hasta la primera mitad del siglo XIX (Pinto 1996). En la segunda mitad del siglo, y en función de un proceso de consolidación de los estados nacionales que se da en ambos países, se profundiza la articulación de sendas economías con el sistema internacional. Es justamente con la apertura de los territorios hacia un mercado capitalista de tierras que debe relacionarse la incorporación del espacio bajo control indígena mediante la "pacificación de la Araucanía" y la "campaña al desierto". A esto le siguió la conformación de un marco político e institucional que permitiera una organización social relacionada con formas capitalistas de producción, que correspondió en la patagonia al establecimiento de los límites administrativos de los nuevos Territorios Nacionales del Sur (Ley 1532 de 1884) y la fijación de la frontera política en la Cordillera de los Andes (Vapñarsky 1983; Bandieri 1996).

A través de algunos trabajos históricos sobre el espacio fronterizo cordillerano (Bandieri 1993, 1996), puede saberse que la ocupación militar de la zona andina norpatagónica no significó una ruptura en la articulación económica de este espacio con Chile. Según demuestra Bandieri, la marginalidad de las áreas cordilleranas en relación al modelo económico de inserción en el país en el sistema internacional permitió la supervivencia de los contactos socioeconómicos con el área del Pacífico por encima de la imposición de las fronteras administrativas y políticas. El indígena es sustituído en su rol de intermediario en la actividad ganadera dirigida a los mercados chilenos, que a partir de 1880 tiende a incrementarse. Los territorios nacionales continuarán abasteciendo el consumo de carne vacuna de Chile, así como proporcionando la materia prima para sus industrias del cuero, sebo y salazón de carnes, comercializada en otros puntos del Pacífico. Esto se vinculará con una modalidad de asentamiento imperante en el área cordillerana luego de la ocupación militar del espacio, caracterizada por una mayor densidad de población, predominantemente chilena, cercana a centros de consumo chilenos. También con la práctica generalizada de los hacendados chilenos de adquirir tierras de este lado de la cordillera a los efectos de descargar los ganados en sus propios campos (Ibid 1996:86).

Esta región conformó así un hinterland de los principales centros urbanos chilenos, dentro de lo que se ha caracterizado como una economía complementaria entre un área ganadera de cría, ubicada al este de la Cordillera, y un área de transformación, consumo y comercialización con centro en las provincias del sur chileno. Esta realidad comienza a cambiar en las décadas de 1930 y 1940, en que el inicio de la fase de industrialización y sustitución de importaciones de las economías argentina y chilena erigió barreras aduaneras que minaron este mercado regional (Bandieri 1996). 

En un relativo contraste con la perspectiva de Bandieri, y desde el hincapié en la crisis que este proceso provoca en los sujetos sociales, Pinto (1996) caracteriza a los efectos de la ocupación militar como una "desintegración del espacio fronterizo que había florecido en las Pampas y la Araucanía durante la colonia" (1996:46), haciendo referencia a que así como el mapuche, otros miembros participantes de este espacio (misioneros, conchavadores y militares de la antigua frontera) resultan también víctimas de esta operación militar, "que pulverizó viejas relaciones y a los actores que habían participado en ellas" (Ibid:46).

Se abre así un espacio creado por perspectivas que proponen continuidades en la articulación económica que caracteriza al espacio fronterizo cordillerano desde la etapa del dominio indígena, y las que enfatizan las rupturas y desestructuraciones de las relaciones y sujetos sociales ocurridas a partir de la ocupación militar de estos territorios a fines del siglo pasado. Considero que estas posturas caracterizan aspectos complementarios de este proceso histórico de la región andina norpatagónica, pero que obligan a profundizar en el conocimiento y la interpretación de los cambios y continuidades de este espacio socioeconómico en las últimas décadas del siglo pasado. Constituyen, en este sentido, un marco productivo para la lectura de fuentes pertenecientes al período, como los documentos a los que se dedica este trabajo.


2. Descripción de los documentos analizados

Documento 1: Carta de Manuel Olascoaga al Dr. D. Bernardo de Yrigoyen, desde Rosario, el 5 de Febrero de 1876. Se le ha agregado el título "Memoria de Olascoaga". en la última hoja. 32 páginas. AGN, Legajo Nº155 del Fondo General Julio A. Roca.

Pese a que la carta escrita está dirigida a su cuñado, tiene un carácter marcadamente formal y diplomático, especialmente al referirse a los emprendimientos del Ministro de Guerra Adolfo Alsina sobre la frontera con los indios, con los que evidentemente no acuerda. En este sentido, este informe parece haber sido escrito por Olascoaga con el objeto hacer llegar por una vía indirecta al Ministro de Guerra sus sugerencias acerca de las medidas que deberían tomarse para evitar el comercio de ganado a través de la cordillera y lograr la ocupación de los territorios indígenas, fundamentadas en información no muy conocida hasta el momento sobre la población y topografía del área andina norpatagónica. 

Enumera entonces las poblaciones indígenas que ocupan la zona cordillerana al sur de San Rafael, en Mendoza, hasta el Limay, detallando la ubicación de las tribus, sus jefes, la cantidad de lanzas y población total, así como los pasos cordilleranos que utilizan para comerciar con Chile. También proporciona datos acerca del funcionamiento del comercio de ganado y la participación en los malones de los indígenas de la cordillera y de la pampa. Sugiere finalmente un plan militar para interrumpir el comercio de ganado y someter a las poblaciones indígenas.

Documento 2: "Algunos apuntes sobre la frontera Sud de Mendoza y su importancia en relación al sistema general de dominio sobre el territorio indígena", firmado por Manuel J. Olascoaga, dirigido al Gral. Julio A. Roca, también desde Rosario, y con fecha presumible del 21 de Marzo de 1876. 8 páginas. AGN, Legajo Nº155 del Fondo General Julio A. Roca.

Este informe es más sintético y enérgico que el anterior. Olascoaga proporciona a Roca básicamente la misma información que vierte en la carta a Bernardo de Yrigoyen, pero sobre la base de un entendimiento evidente acerca del tipo de medidas a adoptarse en la frontera indígena. También es claro, sin embargo, el esfuerzo de Olascoaga para orientar estas medidas en forma diferente según los distintos grupos indígenas, distinguiendo principalmente entre los indios de la Pampa de los Pehuenches cordilleranos. 

Infiero la fecha de este informe dirigido a Roca por su contenido, en gran medida similar al Documento 1. Asimismo, y por sus críticas a los emprendimientos militares del gobierno en la frontera sur, se deduce que Roca no es aún el Ministro de Guerra, y que Alsina aún continúa ocupando dicho puestov. Es necesario preguntarse, sin embargo, a qué fecha corresponde realmente la información volcada en estos dos primeros documentos. Olascoaga no cita informantes, sino que da a entender que estuvo en las zonas descriptas. Incluso adjunta mapas en los que ha marcado los adelantos topográficos y la ubicación de las tribus, por lo que se supone que es él mismo el que ha viajado y recorrido estos territoriosvi. En ese caso, es posible que estos datos correspondan a los años situados entre 1862 y 1872, durante los cuales Olascoaga recorrió ampliamente los territorios situados a ambos lados de la cordillera. De todos modos, Olascoaga presenta la información sobre ubicación y comportamiento de caciques como válida para 1876, y también como datos de tipo estable, en los que no se preveen necesariamente cambios drásticos. 

Documento 3: "Memoria del Departamento de Ingenieros Militares presentada al Exmo. Señor Ministro de Guerra y Marina por el Gefe del espresado Coronel D. Manuel Olascoaga. Anticipación al Informe de la Comisión Científica Exploradora de la Región Austral Andina" (1883). Impreso en Imp. Lit de LA TRIBUNA NACIONAL, Bolívar 38, 1883. 103 páginas. AGN, Legajo Nº156 Fondo Julio A. Roca.

Esta es una memoria escrita como anticipo al informe de la expedición que realizó la Comisión Exploradora Científico-Militar que a cargo de Olascoaga recorrió los territorios cordilleranos desde la ciudad de Mendoza hasta la altura del Lago Aluminé, retornando luego hasta el punto de confluencia entre los ríos Limay y Neuquén. No he encontrado en archivos el informe definitivo que se supone Olascoaga debe haber escrito posteriormente, ni tampoco alguna referencia al mismo. El hecho de que haya sido publicado habla, en mi opinión, de la importancia de esta Memoria. 

Lo particular de este tercer documento es que describe un recorrido, comenzado en 1881, por los mismos territorios que describiera en sus anteriores informes, reflejando una situación completamente nueva respecto a la realidad de 1876. No es esta una expedición que tenga como objetivo relevar la situación indígena. Por el contrario, la población cordillerana ha pasado ha ser un tema secundario respecto al interés central: el territorio. Relevar la topografía y conocer los recursos existentes en los territorios es ahora la forma de establecer la soberanía nacional sobre las regiones conquistadas. Este es el interés de este tipo de expediciones, y ocupa el lugar central en el discurso de Olascoaga.


3. Ejes temáticos de lectura

La selección de los ejes temáticos obedeció al tipo de información vertida en los documentos, e intentó favorecer la comparación de los datos proporcionados sobre un mismo tema en previa y posteriormente a la realización e las operaciones militares en los territorios recorridos por la Expedición dirigida por Olascoaga. Analicé entonces la información según tres grandes temas: la ubicación y clasificación de la población cordillerana, las actividades y relaciones económicas mantenidas en este espacio fronterizo y la caracterización y postura sostenida hacia las poblaciones indígenas y otros sectores sociales de las faldas de la cordillera. Presento la información acerca de ubicación de caciques proporcionada por los Documentos 1 y 2 de 1876 en forma de cuadro, al final del artículo, junto a la que en relación a las mismas localidades aparece en el Documento 3 de 1883.


Ubicación y Clasificación de Poblaciones

En los Documentos 1 y 2, de 1876, Olascoaga destaca los datos referentes a "las distintas tribus y poblaciones" existentes en el territorio cordillerano al Sud de Mendoza, desde el Río Grande hasta el Limay, "con especificaciones de los lugares que ocupan y los caminos de Cordillera por donde alimentan sus negociados con los Chilenos" (Doc.2), información estratégica para el diseño de su plan de ocupación militar.

Olascoaga denomina al conjunto de indígenas habitantes de los valles cordilleranos "pehuenches", distiguiéndolos de los indios de la Pampa y de los de Arauco, que "muy rara vez y en muy corto número alcanzan a pasar [...] como no sean los que casi todos los años pasan por Villarrica y Lonquimay y van á el Azul (Buenos Aires) á recibir raciones segun dicen ellos" (Doc.1, subrayado por Olascoaga). Para Olascoaga la característica central de los pehuenches es su ubicación cordillerana, y su rol de comerciantes intermediarios entre chilenos e indios de la Pampa. El roce con el mundo civilizado que les proporciona su actividad comercial los convierte, según Olascoaga, en indios pacíficos y fácilmente civilizables.

En el Documento 1 sin embargo, Olascoaga hace referencia a la participación de los indios pehuenches en los malones de principios de 1876. A pesar de ello, la valoración de estas poblaciones sigue siendo positiva en contraste con los indios de la Pampa: enfatiza el arraigo que los pehuenches tienen al territorio cordillerano, y el buen trato que dispensan a los argentinos, a pesar de responder a las autoridades chilenas. 

En estos documentos aparecen delimitadas tres zonas distintas del territorio cordillerano, que Olascoaga parece considerar con características particulares: la primera comprende los campos al sur del río Diamante y hasta el río Barrancas, que en 1876 se encuentran "deshabitados y sin ganado alguno, chileno o de los indios" (Doc.1); la segunda, entre el río Barrancas y el río Neuquén, zona en la que ubica a los caciques Millalén, Wudalmán, Tranamán, Caepi y Cheuquel; la tercera se inicia al sur del río Neuquén y llega hasta el Limay, y Olascoaga sitúa aquí a Purán como cacique principal de "varias otras reducciones", de las que no da mayor detalle.

Esta diferenciación entre las tribus al norte y al sur del río Neuquén no resulta extraña si se tiene en cuenta que en la década de 1870 las primeras realizaban frecuentemente tratados de paz con las autoridades de Mendoza, mientras que las segundas lo hacían con Carmen de Patagones (Raone 1985). Olascoaga, sin embargo, no alude en estos documentos a la existencia de este tipo de tratados. Por el contrario, insiste en que el gobierno argentino debería tomar este tipo de iniciativas. Tampoco nombra la existencia de otros importantes caciques que son incluídos bajo la influencia de Purán en 1879 por José Gomensoro, quien llevó el Diario de Marcha de la IV División comandada por Napoleón Uriburu (Olascoaga 1974). Olasocaga refleja el conocimiento creado en el contacto con la población cordillerana más cercana a la frontera sur de Mendoza, ya que no hace mayor referencia a los caciques del centro y sur neuquinos, que como Reuquecurá o Sahihueque, tenían también su ascendiente sobre las poblaciones locales.

El cacique Puránvii es una figura singularmente importante para Olascoaga por su importancia como intermediario comercial entre los indios de la pampa y los hacendados chilenos. Su ascendencia sobre las tribus entre el Neuquén y el Limay se evidencia en que este cacique "las recorre, visita y llama casi todos los años a Parlamento. A estos parlamentos ha sabido concurrir casi siempre alguna autoridad militar de Chile" (Doc.1).

Olascoaga refiere la presencia de chilenos que viven en la zona cordillerana, ya sea comerciando plumas de avestruz y cueros de guanaco, como realizando tareas agrícolas y de pastoreo junto a las tribus indígenas. Parecen además cumplir un rol importante en la comercialización del ganado, funcionando como canal de información respecto a la llegada de ganado maloneado, como representantes de ganaderos y estancieros en los tratos y negociaciones, y como cuidadores y transportadores de los ganados adquiridos. Los "cristianos" constituyen incluso una fuerza significativa en los malones, y en algunos casos Olascoaga los considera parte de la fuerza de pelea de algunas tribus. 

En el Documento 3 de 1883 las referencias a la ubicación y actividad de los indios cambian drásticamente. Olascoaga no se preocupa ya por evaluar la situación indígena en vistas a elaborar un plan de ocupación, sino por describir la topografía y conocer los recursos de los territorios recorridos. Las referencias a indios, "forajidos" y chilenos no son sistemáticas, ni tampoco es claro si éstas corresponden a situaciones presentes o de un pasado cercano al presente, como por ejemplo: 

"en la confluencia [del río Trili] con el Colorado se halla precisamente el paso mas estendido del Colorado, frecuentado por los indios de la Cordillera que van hacia la Pampa por el Chadi-Leuvu y el Pohitahue" (Doc.3:31).

En otros casos Olascoaga indica la continuidad de los malones indios en zonas que supuestamente ya se encuentran bajo dominio militar. Entre los ríos Diamante y Barrancas, habla de las "correrías", que por el aliciente de tener un establecimiento de crianza en las inmediaciones de Loncoche y Malalhue, realizan "los pocos indios quedados en el desierto después de la ocupación del Río Negro" (Doc.3: 22)viii. En los márgenes del Río Barrancas recomienda instalar un poblado en la Puntilla de Huincán, ya que: 

"sería necesario mantener poblado este punto mientras permanezca vacía la vasta extensión de la pampa que allí se abre hasta la frontera de Buenos Aires [...] sería una garantía para todo el sud de Mendoza haciéndose difíciles en adelante las malones por la puerta de Malahue. Huincán es un gran divisadero y punto de partida que los indios han aprovechado siempre, y le temen mucho en poder de los cristianos" (Doc.3:28).

Hacia el este, los campos ubicados entre el cerro Auca Mahuida y el río Colorado han sido "la última guarida donde han permanecido indios despues de la ocupación militar del Río Negro y las Cordilleras" (Doc.3:55). Unos 18 km. al Sur del Auca Mahuida descubre "una rastrillada de indios que representa al parecer un número de treinta o cuarenta que llevaban la dirección hacia el Sud" (Doc.3:57). Y más al sur, pasando el río Agrio y cerca del lago Aluminé, Olascoaga nombra el "campo de Huaydof", la parte de los valles andinos "donde últimamente han estado las mayores reuniones de indios" (Doc.3:51).

Por otra parte, al promediar la Expedición, a fines de 1881, y por encargo del gobierno argentino, el mismo Olascoaga cruza a Chile para coordinar con el General Cornelio Saavedra "operaciones combinadas contra los indios de uno y otro lado de la Cordillera" (Doc.3:35).

Respecto a la situación de los caciques ubicados al sur del río Barrancas que detallara en 1876, las referencias son ahora escasas. Estos parecen haber desaparecido tanto de la zona como del discurso. Olascoaga recorre los campos que hasta hace poco eran asentamientos de caciques y tribus, refiriéndose únicamente a su aptitud para la agricultura y la ganadería, y recomendando la creación de futuras poblaciones en ellos. Como excepción, ubica los campos que habían sido del cacique Purán, en Tacú Milán y en Tricaomalall (donde según los Documentos 1 y 2 estaba asentado Wudalmán). Así también reconoce las posesiones del cacique Reuque (o Reuquecurá) al Sur del Lago Aluminé.

En algunos casos, sin embargo, y aunque en forma marginal o indirecta, este último informe proporciona algunos datos interesantes sobre los recursos anteriormente explotados y comercializados por los indígenas. También en este documento aparecen mayores indicadores de la actividad de los pobladores chilenos en el área cordillerana previamente a la ocupación militar, ya como comerciantes, estancieros y arrendatarios ganaderos, o pastores y agricultores bajo la jurisdicción y permiso de ciertos caciques y hacendados chilenos. También se encuentran referencias de una tendencia poblacional que parece estar dándose en el área en 1883: la población chilena permanece en el área, comenzando a utilizar las tierras destinadas a la agricultura de las tribus indígenas (como en los casos de Wudalmán y Purán), y continúa explotando y comercializando otros recursos previamente bajo la órbita de los caciques (ver Cuadro Resumen).
Actividades y relaciones económicas en el territorio cordillerano norpatagónico

Los dos primeros documentos proporcionan interesantes elementos que dan cuenta las variadas relaciones y actividades entabladas entre indígenas y chilenos a partir del comercio de ganadoix. Además de su intermediación comercial, los pehuenches participaban en algunos malones y realizaban servicios de pastoreo y engorde para hacendados y comerciantes chilenos, delegando esta tarea en familias chilenas que vivían de este lado de la cordillera. Olascoaga nombra también los principales campos de pastoreo, estimando la cantidad de animales que periódicamente pasan por ellos, así como la estacionalidad de los cruces de cordillera y de las transacciones comerciales. También hace referencia al amparo que el gobierno chileno mantiene sobre los intereses ganaderos mediante tratados con los caciques pehuenches.

En el Documento 1 Olascoaga describe con claridad la actividad de los Pehuenches como intermediarios entre los indios de la pampa y los comerciantes chilenos en el comercio de ganado obtenido en malones. La venta de ganados tiene lugar entre los meses de marzo y abril, e involucra el desplazamiento de Pehuenches y comerciantes chilenos a Paitahue. Este es el lugar "donde están las indiadas de Baigorrita" al norte de Urre Lauquen, del lado Este del Salado. Los indios de la Pampa "desde allí mandan palabras" a todos los caciques pehuenches que ha nombrado anteriormente. Estas palabras "les dicen que hay muchas vacas, yeguadas &ª, que traigan bastante comercio y pirquenes" (Doc.1, subrayado por Olascoaga). Según el mismo Olascoaga explica:

"pirquenes son ciertos artículos ú objetos en medida ó cantidad ya establecidas, que forman como unidades monetarias. Por ejemplo:

1/8ª de añil es un pirquen que vale 1 vaca
4 varas Bayeta de Castilla uno " " "
4 " pañete colorado uno " " "
2 camisas, 2 calzoncillos y un 
pañuelo de seda otro pirquen " " "
1 onza de alumbre es también un pirquen que vale una oveja &ª &ª." (Doc.1).

Según Olascoaga, los chilenos que viven con los indios ocupándose del pastoreo de ganado pasan inmediatamente a llevar la noticia a las poblaciones de Talca, Linares, Concepción, Arauco y Valdivia, a lo que sigue un movimiento de caravanas cargadas de pirquenes hacia el Este de la cordillera. Olascoaga, por otra parte, no desconoce la participación y ganancia que los hacendados chilenos tienen en este circuito comercial: 

"la mayor parte de estos comerciantes, entre los que figuran muchos indios y especialmente los caciques que dejo nombrados son habilitados por hacendados chilenos que hacen fortunas en el citado negocio" (Doc.1). 

La intermediación comercial de los pehuenches se extiende asimismo al préstamo de servicios de invernada en las faldas cordilleranas de los ganados adquiridos, hasta que en primavera son pasados al otro lado de la cordillera:

"Sabido es que los comerciantes chilenos vienen entre ellos con negocios de todas clases, y comúnmente les dejan en invernada los animales que han comprado o cambalacheado a los de la Pampa, no teniendo casi nunca que quejarse de su buen cumplimiento. Conosco hacendados ricos que actualmente tienen estancias pobladas en Neuquén y viven con sus intereses sin ser incomodados en sus personas ó bienes" (Doc.2).

Entre los campos de pastoreo más importantes cita los de Wudalmán en Tricaomalall, donde "nunca faltan [...] de 15 á 20.000 cabezas de ganado en invernadas"(Doc.2) . El cacique Purán, ubicado al Sur del Río Neuquén, parece ser uno de los caciques más importantes en la relación con los hacendados: 

"Purán es el cacique que más confianza inspira á los mercaderes y hacendados Chilenos y es inmenso el número de cabezas de ganado que allí invernan, veranean, entran y salen; unas que vienen de la Pampa adquiridas por supuesto como ya dejo esplicado, y otras que vuelven de Chile para engordar" (Doc.1). 

Olascoaga describe detalladamente la forma en que los pehuenches participan en los malones de principios de 1876. Sostiene que son éstos y no los araucanos los que malonean, aunque sí suelen hacerlo algunos pobladores chilenos que viven de este lado de la cordillera:

"suelen agregarse voluntarios los cristianos, ó parte de ellos, según sea el alhago de la empresa en que suelen ser invitados por los indios de la Pampa. Siempre que estos indios de la falda de la cordillera concurran con aquellos, como creo que ha sucedido ahora, ya sea acompañados de los chilenos, ó solos, les llaman indios chilenos, ya sea por los que les acompañan ó porque en general ellos se creen dependientes de Chile" (Doc.1).

Olascoaga escribe el Documento 1 apenas producido un gran malón, llevado adelante según él, por Baigorrita, Namuncurá y Mariano Rosas, y bajo los rumores de que se estaba preparando otro malón aún mayor. Olascoaga explica esta repetición como consecuencia de la participación de los pehuenches:

"El hecho de haber concurrido [al primer malón] una fuerte columna de indios chilenos se traduce por la repetición de la invasión, porque como les cuesta tanto para reunirse y prepararse, nunca regresan sinó después de haber dado dos ó tres golpes, con solo los cortos intermedios de refrescar sus caballadas en las costas de Chadileuvú y al Norte de Urre Lauquen en Poitahué, Leuvucó, Chiguiham, etc. etc. Cuando la invasión es solamente de indios de la Pampa despues del primer malon se retiran, se reparten con su botín, y se desmoralizan, por decirlo así, hasta que el apremio de las necesidades vuelve a moverlos. No así los indios Chilenos que vienen organizados desde muy lejos, que traen cabalgaduras de mucho mas aguante que las de la Pampa, y que por supuesto, no se resuelven á volver hasta que no se llenan" (Doc.1).

En 1883 la referencia a malones se limita a los ya citados de la frontera sur de Mendoza. Los pocos datos sobre actividad ganadera dan la pauta de el inicio de ciertos cambios en las prácticas de arriendo de campos de pastoreo de los hacendados chilenos, por lo menos en el norte neuquino:

"... los extensos campos de Varvarco y Epu Lauquen, donde se han enriquecido varios caballeros de la vecina República en el negocio de animales y arriendos con los indios" [...] "Cuando gobernaban allí los indios, arrendaban todo á tres empresarios capitalistas de Chile, un señor Rivas, Don Enrique Price (norte-americano) y Mendez Urrejola. El sub-arriendo que estos hacian pagar por la temporada de verano á los ganaderos de las provincias de Linares, Ñuble, Concepción y demás puntos de contacto con los indios, producia una entrada anual de nueve a diez mil fuertes. Hoy hace estos arriendos el actual Comisario de Varvarco..." (Doc.3:43/44).

En el Documento 3 aparecen con más frecuencia datos relativos a otras actividades económicas realizadas por indígenas y chilenos con anterioridad a la ocupación militar. Estos datos surgen del relevamiento de los recursos naturales de los territorios recién conquistados. Olascoaga obtiene, a partir de baqueanos y pobladores, e interpretando la toponimia indígena, información sobre las actividades que los indígenas mantenían en la zona hasta hace pocos años, y que algunos pobladores chilenos siguen desarrollando sin la tutela indígena.

Además de las actividades de comercio y pastoreo que esta población realizaba junto a las tribus indígenas o en las haciendas chilenas, Olascoaga comenta su participación en las tareas de extracción y comercio en las salinas y minas de cobre y carbón.

La explotación y comercio de la sal era extendida: se cita la salina de Lig-Cay y Guara-Có, junto al río Barrancas, donde la sal "se exporta únicamente para Chile", la Salina del Coyocho junto al Curi-Leuvu, "hasta ahora solo esplotada por los indios de Barrancas y algunas poblaciones de Co-Chi-Có", la salina de Lig-co, frente a Chos Malal, extraída por los indios de las cordilleras y de las pampas, y exportada asimismo hacia Chile. También una salina en el sud del Auca Mahuida, "de la que se surtían especialmente los araucanos" (Doc.3: 63/64).

Otros minerales también conocidos y explotados por indígenas y chilenos eran el carbón (cita a Los Buitres, al S.O. del río Diamante, y a la Cordillera del Colido, al Sud del río Neuquén) que "utilizaban para teñir el cabello y ennegrecer la cuenca de los ojos para protegerlos de la reverberación solar sobre la nieve" (Doc.3:48). Describe la cadena de "La Choica" (en las nacientes del río Grande, provincia de Mendoza) como 

"la más rica mina de cobre que creo exista en el país, así como también ha sido hasta ahora la más ignorada. Se ha explotado durante algún tiempo sin conocimiento de nuestras autoridades, por una empresa chilena de poco capital regenteada por un señor Bovadilla, que acarreaba el metal para Chile en tropas de mulas" (Doc. 3:23 ).

Estas actividades parecían estar bajo la supervisión de los caciques indígenas que dominaban los distintos territorios. En el informe aparecen como ejemplos la mina de cobre en el cerro Curi Mahuida, reconocida como propiedad del cacique Reuque-Curá, quien mandaba explotar la mina, y cargas de mineral era vendido por "individuos indios y chilenos" en Valdivia (Doc 3:52). También de este cacique era la "Salina de Reuque", cuya sal se exportaba a Valdivia, y era buscada también por los indios "Huiliches, ó de la Patagonia" (Doc.3: 64). Asimismo, del permiso del cacique Cheuquel dependía las visitas de familias chilenas a las aguas termales de Copahue, que además eran comercializadas en Chillán (Doc.3:48).

Lo que en 1883 le preocupa a Olascoaga es la explotación "clandestina" de algunos recursos naturales de la cordillera que los chilenos realizan sin la tutela de la administración nacional. Entre ellos están: el cobre (Minas de cobre en la Cordillera La Choyca, a espaldas de Loncoche) el carbón de piedra (Cordillera del Codio) y la mayor parte de las salinas antes citadas.

Percepción y política con el indígena en la región

El discurso de Olascoaga respecto a la conducta que el Estado debe mantener con los pehuenches de la falda cordillerana antes y después de realizada la ocupación militar de la región andina es relativamente coherente en tanto sostiene una propuesta de integración de estas poblaciones en el marco nacional.

En los Documentos 1 y 2 Olascoaga distingue positivamente a los pehuenches de los indios de la pampa, destacando su condición de sedentarios y comerciantes, lo que facilita a su modo de ver la subordinación de estos indígenas a las autoridades nacionales: 

"los indios de la falda o Pehuenches son en su mayor parte mansos y muy reducibles por no ser nómades como los de la Pampa, y por ser muy negociantes. Estos indios serían siempre un elemento favorable sabiéndoles imponer con la fuerza y con un proceder bondadoso y justo la conducta que deben observar" (Doc.2).

"...por su continuo roce son los cristianos pueden darse por sometidos ante la primera autoridad que se presente cerca" (Doc.1).

Esta postura frente a los pehuenches debe entenderse en relación al lugar que tiene el poblamiento en la construcción de la soberanía económica nacional en el área:

"por el contacto inmediato en que se encuentran con la República vecina, estas ricas regiones, ocupadas convenientemente, llegarán a ser la llave de seguridad para toda la riqueza pastoril argentina que por ahí pasa anualmente a Chile, y se desarrollarán grandes y ricas poblaciones al contacto inmediato de los pueblos trasandinos que en toda esa zona quedarían á dos y tres días" (Doc.2).

En este contexto, estos indígenas representaban seguramente un elemento de poder para las pretensiones chilenas y argentinas en el espacio cordillerano. Olascoaga insiste en la necesidad de que el gobierno argentino capte la voluntad de estos indígenas a su favor, y desataca con insistencia el sentimiento de pertenencia y la inclinación de algunos caciques por el territorio que ocupan, como caso de Purán: 

"Este cacique es muy rico, muy discreto y servidor muy generoso de todos los cristianos que por ahí caen, sea con comercio ó simplemente buscando un amparo por cualquier motivo. Hace preferencia muy marcada de los Argentinos, a pesar de que como antes he dicho tiene su empleo de cacique Gobernador por las autoridades Chilenas con 100 pesos de sueldo al año. Profesa muy especial cariño á los Mendocinos. Dice que es nacido y criado en Mendoza, y cuando quiere, habla efectivamente castellano como cualquier Mendocino" (Doc.1).

"Sería cosa muy sencilla para nuestro gobierno atraer a este cacique y hacerle prestar muy buenos servicios. Gusta del órden y del trabajo. Son las virtudes que recomienda en sus parlamentos" (Doc.2).

En este sentido, Olascoaga tiende a diferenciar cualitativamente el papel jugado por indios y chilenos en lo que llama "la coladera del gran resumidero de los ganados que se arrebatan en toda la frontera de Buenos Aires y demas Provincias" (Doc.1), haciendo una relativa defensa de quienes llama "nuestros indios":

"los traficantes chilenos de las provincias de Talca, Maule, Linares, Ñuble, Concepción, Arauco y Valdivia, negocian con nuestros indios las miles de vacas que roban en Buenos Aires y en las demás provincias del Sud" (Doc.2) [subrayado mío].

"Este dominio sobre los indios Pehuenches, es en Chile, del mismo efecto para quien lo ejerce, que el que se tuviera en Buenos Aires sobre el Directorio del Banco de la Provincia. Ya puede Ud. imaginarse cuantos habrán cultivado [...], y cultivarán ahora mismo, buenas relaciones con los Pehuenches: estos dispenzadores de la riqueza mas positiva en todo el Sud de Chile" (Doc.1).

"Casi todos los caciques de la falda acuden sumisamente al llamado de cualesquiera de las autoridades de Chile, y el cacique principal de todas esas tribus que es Feliciano Purán goza sueldo de aquel gobierno por hacer respetar ta todos los negociantes é intereses chilenos que hay de este lado de los Andes. ¿Por qué pues el Gobierno Argentino, no puede con mejor derecho, hacerse obedecer de estos indios?" (Doc.2).

Luego de la ocupación militar esta situación no ha variado en sus términos principales. Olascoaga este sentido, continúa en 1883 preocupado continúa dando un papel central al poblamiento y explotación de los recursos del área cordillerana:

"La obra más urgente, mas práctica y propia del movimiento de progreso que nuestro gobierno ha impreso al país, será la que encamine á levantar en toda la falda de los Andes desde los actuales límites de Mendoza al Sud, cuantas poblaciones sea posible organizar, instalando desde ya sus primeros núcleos bajo una administración bien dirijida que los estimule y favorezca por todos los medios que ofrece nuestra liberal legislación" (Doc. 3:79). 

El poblamiento de la región austral andina, desde el Diamante hasta Magallanes, es para Olascoaga el punto de partida, la base del "poblamiento e integración al comercio universal de la Patagonia" (Doc.3:69), y lo que asegurará la confluencia del comercio exterior por los dos océanos, asegurando a su vez los territorios conquistados de las pretensiones chilenas.

Su discurso poblacional, en consecuencia, está orientado a favorecer los objetivos de ocupación y explotación de la zona andina anteriormente expuestos. De acuerdo al marco ideológico predominante en la época, para Olascoaga "el indio" constituye un grupo social inferior, ubicado en el polo opuesto a la condición de civilizado. En sus informes alude con frecuencia a las poblaciones no sometidas como "indios o forajidos que se les parecen", sosteniendo que "la única forma de vigilar los campos de indios o forajidos o mala gente es poblar" (Doc.3:83). Sin embargo, Olascoaga se expresa claramente partidario de la idea de "educar" y "civilizar" a las poblaciones indígenas cordilleranas.

El informe de 1883 expone una clasificación sinuosa e imprecisa de las poblaciones que deben ser integradas, reflejando posiblemente las dificultades que existían en el contexto de los andes norpatagónicos para diferenciar al "indio" del "chileno":

"Este territorio tiene que ser poblado fatalmente. Nunca ha permanecido ni permanecerá sin habitantes. Fuera de muchas otras consideraciones que no se ocultarán a la penetración de V.E., hay la de esa rica faja de tierra en su mayor elongación. Es vecina de un país populoso donde el noventa por ciento de sus habitantes se compone de proletarios, los cuales desde hace muchos años buscan con todo empeño en el territorio arjentino que ellos llaman adentro, local para trabajar en su labor mas apetecida que es la agricultura, procurándose una situación y porvenir que en vano esperan afuera (Así nombran á su tierra, protestando tal vez con esa palabra contra la suerte que les ha tocado en ella).

Esta inmigración que la tenemos desde hace mas de un siglo y que desde Nahuel Huapí hasta el rio Barrancas, zona lejana que la Administración Arjentina no ha vijilado, ni aun habia conocido hasta hace poco, ha formado varias poblaciones de dos y tres mil almas que nunca alcanzaron sino a la categoria de tribus.
En la vida que hacian en el contacto de los indios, sin sujecion á ninguna administracion ni autoridad civilizada, han dejenerado en indios, aumentando y refundiendo de tal modo esta raza que, sin bien se averigua, muy pocos son los indios que en el Sud aparecen tales, que en realidad no sean chilenos ó de su procedencia directa.
Es evolucion natural que ha tenido y tendrá que operarse fatalmente en una región como ésta donde la tierra ofrece recursos de vida al hombre, y éste se encuentra en ella sin Dios ni ley. Si la mano de nuestra Administracion hubiera estado allí, toda esa población degenerada por la vida sin gobierno racional, seria hoy poblacion civilizada. El desamparo de toda autoridad en que hemos tenido nuestras tierras del Sud, ha hecho indudablemente los indios" (Doc.3:79, resaltado por Olascoaga).

Si bien parece referirse en un principio a pobladores chilenos a los que llama "proletarios" que se ocupan en la agricultura al Este de la cordillera, incluye luego a éstos dentro de las tribus indígenas. Según Olascoaga, gran parte de los indios serían así individuos chilenos que han venido cruzando la cordillera desde hace más de un siglo, y que en la convivencia con los indígenas, han devenido en indios. Creo que esta referencia no sólo refleja la dificultad que habría en esos momentos para clasificar a la población de un espacio social trasandino, material sobre el que había que "construir" la distinción entre "lo argentino" y "lo chileno", sino que constituye una argumentación que apunta a fortalecer la vía de educación e integración de las poblaciones indígenas.

En este sentido, su discurso se dirige a defender la posibilidad que las poblaciones del área andina tienen bajo la administración nacional, oponiendo argumentos a la idea de distancias raciales o culturales insalvables entre los indígenas y la "civilización". En estos párrafos Olascoaga sostiene implícitamente que estas tribus se hayan compuestas por elementos no-indígenas, de origen chileno. El recurso de "blanquear" la naturaleza indígena desde su origen para afirmar con ello su capacidad de integrarse al mundo blanco también aparece en relación a los grupos, que Olascoaga distingue como originarios de los territorios ubicados al Este de la cordillera:

"La misma raza indíjena que se considera primitiva de aquellos lugares, no creo sea una raza de oríjen salvaje. Es patente que su procedencia es de pueblos cultos que han entrado por nuestras estensísimas costas siguiendo una corriente de inmigracion que viene desde muchos siglos y que ha principiado probablemente por náufragos. Es en valde buscar en nuestro indio antiguo ó moderno, rasgos fisiolójicos que manifiesten una especie salvaje nueva. Le conocemos ya bastante en mas de veinte mil individuos que hemos traido á nuestras poblaciones, en las que se han asimilado totalmente tan solo al cambiar de traje y hablar nuestra lengua. No es salvaje ni lo ha sido nunca ; ni por su formacion fisica ni por sus costumbres. 
No es, ni ha sido jamás antropófago.
Bravo y heroico como es en la guerra, no tiene en la vida de sus toldos ningun hábito sangriento que avergüence á la humanidad civilizada.
No manifiesta ni ha manifestado nunca ninguna de esas brutales costumbres que desperfeccionan el físico tan comunes y características de los pueblos salvajes. Nadie ha visto un indio del Sud, con las narices ó los labios agujereados, ni se sabe que por preocupaciones ó creencia admitida sacrifiquen ningún miembro de su familia. 
Llámase por último salvaje á ciertas razas africanas ó asiáticas, de cabeza piramidal, de frente estrecha como su inteligencia, de ojos torcidos como sus hábitos irracionales: pero nuestro indio de gran cabeza elíptica, de ojos rectos y de un poder intelectual que sorprende cada vez que se le educa, no es salvaje, es apenas un habituado del desierto; es decir: es el hijo de nuestra propia obra; porque el desierto es el efecto de nuestra indolencia" (Doc.3:80/1).

De esta manera, Olascoaga parece clasificar estas poblaciones diferenciándolas entre los grupos indígenas "primtivos" u originarios del este cordillerano (que posiblemente coincidan con los de origen tehuelche septentrional) de las tribus de origen araucano, compuestas o muy vinculada con población de origen chileno que realizan trabajos rurales, a los que considera "proletarios". El esfuerzo discursivo está indudablemente intentando contrapesar posturas ideológicas adversas a la integración del indio en la nación, poniendo el énfasis, en última instancia, en la necesidad de que el Estado tome ingerencia en la construcción de la soberanía en los territorios y población cordilleranos:

"Si entre tantos héroes que hemos tenido (incluso uno del Desiertox) para matarnos en contiendas civiles, hubiera hace 50 años nacido uno que emprendiera la obra obligada que nos quedó después de la guerra de emancipación, la de llebar el poder de la Nación al desierto -lo que ahora se pone en práctica por el primer Gobierno que ha reconocido ese deber,- hace 50 años que el desierto estaria suprimido y los pueblos que de su rejeneracion hubiesen nacido nos exhibirian hoy en forma de notables ciudadanos tal vez á esos mismos individuos que por su valor o talentos naturales en el teatro que les ha tocado, no han podido llegar á ser otra cosa mejor que caciques" (Doc.3: 81/82, resaltado por Olascoaga).


4. A modo de conclusión

El resultado principal de este proceso de lectura y análisis de documentos ha sido el de problematizar la significación de las operaciones militares concretadas en las campañas globalmente llamadas "conquista del desierto" sobre el funcionamiento fronterizo cordillerano, sus sujetos y relaciones sociales. Desde este punto, creo que es posible abordar las últimas décadas del siglo XIX como un período en el que pueden encontrarse indicadores de serias y drásticas crisis en el lugar de ciertos sujetos sociales, pero también, y utilizando palabras de Bandieri (1996) "caracteres físicos e histórico-sociales supervivientes del funcionamiento de las sociedades indígenas" en el espacio fronterizo de la cordillera norpatagónica.

En este sentido, creo que el abordaje histórico y antropológico de este período no debe rendirse ante la ilusión creada por la "conquista del desierto": la eliminación instantánea y total del indígena. El Documento 3 de 1883 proporciona algunos elementos para analizar la situación de los indígenas y su participación e influencia en el funcionamiento mismo del espacio económico cordillerano en los primeros años posteriores a la ocupación militar. Olascoaga aborda la realidad andina desde una postura distinta a la que sostienen otros discursos, que exterminan ya al indígena desde la palabra, como el que Conrado Villegas tiene en el mismo tiempo y sobre las mismas poblaciones (1883): 

"En el territorio comprendido entre los ríos Neuquén, Limay, Cordillera de los Andes y lago Nahuel Huapi, no ha quedado un solo indio; todos han sido arrojados al Occidente... Con la vigilancia que en adelante ejercerán nuestros destacamentos, colocados en los boquetes de la Cordillera, les será imposible pasar al Oriente...Hoy, recién puede decirse que la nación tiene sus territorios despejados de indios, pronto así a recibir en su fértil suelo a millares de seres que sacarán de él sus productos. La Patagonia será, sin duda, un emporio de riquezas..." (Villegas 1883, en Pinto, 1996).

La lectura de los documentos de Olascoaga resulta productiva desde una postura que entiende al proceso de ocupación militar del área andina norpatagónica como un fenómeno crítico, que provoca cambios radicales en la organización socioeconómica de este espacio fronterizo cordillerano norpatagónico, cambios que sin embargo operan sobre rasgos territoriales, económicos y socioculturales previos que imprimirán ciertas continuidades en la etapa posterior. 

En este sentido, el abordaje de fuentes referidas a los primeros años posteriores a la campaña al desierto puede tener sus ventajas para la comprensión de este proceso de transición del espacio fronterizo cordillerano, si se las lee, siguiendo a Pinto (1996) y a Bandieri (1996), en claves de crisis y de continuidades: crisis de algunos sujetos y relaciones sociales existentes hasta la ocupación militar de los territorios cordilleranos; continuidades dadas por la herencia de algunos de estos caracteres culturales y económicos en la articulación de la región con las economías capitalistas nacionales.

En relación a los aspectos de crisis, el panorama en 1883 muestra una crisis general en la situación de las poblaciones indígenas: al interrumpirse los malones y ocuparse los territorios por las fuerzas nacionales, los indígenas pierden su papel en el comercio de ganado hacia Chile. Las campañas militares han corrido a gran parte de la población indígena de sus lugares de asentamiento. En 1881 y 1882 el paisaje muestra aún los indicios del reciente dominio indígena en la región. Olascoaga recorre los campos que pertenecientes a los grandes caciques de la zona, encontrando los restos de sus sembrados y los vestigios de otras actividades extractivas llevadas hasta el momento bajo la tutela indígena. 

El sometimiento de las poblaciones indias aún no ha terminado, y todavía están por ocuparse las áreas al sur del Nahuel Huapi. Los ataques indígenas constituyen aún, sin embargo, una amenaza para la zona sur de Mendoza (recomendación de una guarnición militar en Puntilla de Huincán), y en otras zonas hay evidencias del traslado y movilización de grupos indios fuera del control militar (rastrillada de indios al sur de Auca Mahuida). 

La administración nacional está comenzando a dar los primeros pasos en el control de estos territorios: se establecen nuevas guarniciones y destacamentos militares y se comienza a tomar el control de los arrendamientos de campos de pastoreo a hacendados chilenos. Son encomendadas comisiones de exploración y relevamiento topográfico como la que dirige Olascoagaxi. Paralelamente a estas expediciones, se envía mensurar los territorios indígenas, se comienza a planificar colonias y a vender tierras en el sur de Mendoza, y ya se encuentra en proyecto la delimitación de los territorios nacionales y provincialesxii. 

El lugar dejado por los caciques en el comercio y administración de recursos de este lado de la cordillera está siendo ocupado por funcionarios y militares de la administración nacional. Estos y pobladores chilenos con diferentes intereses en la región (hacendados, peones y comerciantes) parecen conformar los sujetos principales del funcionamiento social y económico en la década de 1880.

La población indígena no ha desaparecido, sin embargo. Pesea que la ocupación militar significó la expulsión, el despojo y la matanza de gran parte de esta población, esta constituye en 1883 uno de los elementos de la reflexión geopolítica de Olascoaga. Los alegatos finales del Documento 3 demuestran que Olascoaga incluye a los grupos indígenas como parte de su proyecto de fortalecer el poblamiento y la pertenencia nacional en las áreas cordilleranas norpatagónicas.

La población de la región, en la que será difícil establecer diferencias taxativas entre indígenas y chilenos, podría entonces constituir uno de los elementos de continuidad en este período signado por la extensión del dominio nacional en la zona. Esta población aportará elementos culturales, modalidades de producción y comercio en gran medida heredadas del período anterior de dominio indígena.

La articulación de la región con Chile, que continuará abasteciendo la demanda de ganado de este país, será también la base para la continuidad de pautas de poblamiento y comercio tradicionalesxiii. Según los datos que ofrece Olascoaga, en 1883 no parece que los funcionarios argentinos hayan reemplazado aún el lugar dejado por los caciques en el control de los recursos de este lado de la cordillera. Por el contrario (y con excepción de los arriendos realizados por el comisario de Varvarco a hacendados chilenos) Olascoaga denuncia la explotación clandestina de recursos que considera valiosísimos y muy redituables, tales como las salinas y minas de cobre, actividades que en ese momento continúan en manos chilenas sin control aduanero. Por lo tanto, puede deducirse que también otras actividades extractivas habrían continuado, en manos chilenas, bajo modalidades similares a las que existían antes de la ocupación militar (comercio, extracción de minerales y actividades agrícolas y ganaderas).

De esta manera, es probable entonces que los "caracteres culturales y económicos supervivientes" (Bandieri 1996) del funcionamiento indígena en este espacio fronterizo se relacionen con la composición de la población de la región, las modalidades de comercio, uso y explotación de recursos y el conocimiento del territorio.

En definitiva, más que elaborar respuestas, este análisis ha intentado facilitar el planteo de una temática. Ha tratado de complejizar, desde un abordaje etnohistórico, la vinculación de los caracteres indígenas y nacionales (argentinos y chilenos) en el espacio andino norpatagónico antes y después de la conquista militar de este territorio. Creo que es necesario plantear el período signado por la ocupación nacional de los territorios andinos como un período de transición, en el que vale la pena rastrear los elementos de organización socioeconómica propios del espacio fronterizo andino que entran en crisis, así como aquellos que condicionarán y caracterizarán una etapa posterior que mantendrá sus rasgos esenciales hasta la década de 1930.

CUADRO RESUMEN SOBRE CACIQUES, POBLACIONES Y ACTIVIDADES ECONOMICAS EN LAS FALDAS DE LA CORDILLERA DEL SUR DE MENDOZA Y NEUQUEN (1876/ 1883).

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MAPA: Territorio cordillerano del Sur de Mendoza y Neuquén. Información contenida en los Documentos 1 y 2 (1876) y 3 (1883).

Ubicación tentativa de Caciques según Documentos 1 y 2

1. Juan Millalén
2. Wudalmán
3. Tranamán
4. Caepi
5. Cheuquel
6. Purán
7. Yancaqueo
8. Zúñiga
9. Otras reducciones hasta el Limay

Pasos cordilleranos según sus nombres actuales

Reconstrucción tentativa del recorrido de la Expedición Científica dirigida por Olascoaga en 1883.

 

FUENTES: Informes del Coronel Manuel J. Olascoaga (1876; 1883) (Doc.1; Doc.2 y Doc.3)

(1) En negrita los recursos que Olascoaga indica como ya explotados por la población indígena; sin negrita los recursos que destaca para su próximo aprovechamiento.

(2) Coyocho: planta con raíz usada por indígenas. "La comen asada como la patata" (Doc.3:42).

(3) Entre paréntesis y tentativamamente los nombres actuales (1999) de los sitios referidos a fines de siglo pasado.

(4) chacayes, maitenes, sauces y pinos.

(5) pinos, robles, ñires, manzanos y cañaverales de colihues.

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NOTAS

i Incialmente presentado como trabajo final del seminario de doctorado "Enfoques y metodologías para una investigación interdisciplinaria : arqueología y etnohistoria", dictado por las profesoras Lidia Nacuzzi y Cecilia Pérez.

ii Documento 1: Carta de Manuel Olascoaga al Dr. Bernardo de Yrigoyen, fechado el 5 de Febrero de 1876. Se le ha agregado el título "Memoria de Olascoaga". en la última hoja. Legajo Nº155 del Fondo General Julio Argentino Roca.

Documento 2: "Algunos apuntes sobre la frontera Sud de Mendoza y su importancia en relación al sistema general de dominio sobre el territorio indígena". Autor : Olascoaga, con fecha presumible del 21 de Marzo de 1876. Legajo Nº155 del Fondo General Julio Argentino Roca.

Documento 3: "Memoria del Departamento de Ingenieros Militares presentada al Exmo. Señor Ministro de Guerra y Marina por el Gefe del espresado Coronel D. Manuel Olascoaga. Anticipación al Informe de la Comisión Científica Exploradora de la Región Austral Andina" (1883). Impreso en Imp. Lit de LA TRIBUNA NACIONAL, Bolívar 38, 1883. Legajo Nº156 Fondo Roca del AGN. 

iii Es lo que sostiene su hijo, Laurentino Olascoaga en el Prólogo a la edición de 1930 del Estudio Topográfico de la Pampa y el Río Negro.

iv En su "Estudio Topográfico..." Olascoaga afirma "hemos de convenir que los indios sabían más geografía que nosotros" y que "el conocimiento completo que se hizo de sus campos ha puesto en nuestras manos el secreto de su anterior poder e impunidad" ([1880] 1974: 160).

v J.A. Roca asume el cargo de Ministro de Guerra luego de la muerte de Adolfo Alsina, que ocupa ese puesto hasta Noviembre de 1877.

vi Los mapas que Olascoaga cita en sus informes son evidentemente de gran importancia, por la cantidad de datos que pueden proporcionar, pero no se han conservado junto a los informes con que fueron elaborados. 

vii "Purán" o "Purrán" significa en mapuche "vale por ocho". La verdadera pronunciación del número ocho es "p rrá", por lo cual el nombre correcto sería "P`rrán". Aparece en tratados firmados en Carmen de Patagones como "Pran" y Olascoaga lo denomina "Purán" (Raone 1985).

viii De hecho, la Comisión Científica dirigida por Olascoaga presenció el ataque indígena a la Estancia de Day y Zapata de Malargüe, en septiembre de 1881, mientras acampaba en sus alrededores (Bustos Dávila 1986). 

ix En los informes de Olascoaga no aparecen elementos importantes de la realidad indígena de aquellos momentos, y que resultan ya conocidos por los análisis actuales: que los caciques de la cordillera mantenían desde hacía varios años tratos con el gobierno nacional, por los que recibían periódicamente raciones en ganado; otros caciques que habitaban las zonas citadas; que los asentamientos indígenas tenían cierta movilidad, debido al movimiento de invernada y veranada, etc. (Raone 1985, Mandrini y Ortelli 1992).

x No tenemos idea de a quién se está refiriendo Olascoaga en este punto. 

xi Fueron encargados y apoyados muchos viajes de exploración y expediciones científicas en la región patagónica durante el gobierno de Roca: el general Villegas y el teniente coronel Erasmo Obligado exploraron el río Negro, y los tenientes O´Connor y Albarracín investigaban la cuenca del Limay y el lago Nahuel Huapi, el capitan Moyano y Ramón Lista exploraban Santa Cruz. En 1881 y 1882 la Expedición Austral Argentina exploraba Tierra del Fuego y el cabo de Hornos (Melli 1987). 

xii La acción legislativa relativa a venta de tierras y división de Territorios Nacionales fue rápida. En 1881 se mandó a mensurar el territorio comprendido entre los ríos Limay y Nequén y la margen derecha del río Negro. La Ley 1.265 relativa al remate y adjudicación de campos fue promulgada el 3 de noviembre de 1882. En octubre de 1884 se promulgó la ley que dividió los territorios nacionales y creó las gobernaciones de Neuquén y Río Negro, antes integrantes del Territorio de la Patagonia. En marzo de 1885 se dispone la primera venta por remate público de tierras neuquinas. El proceso de venta y ocupación de tierras fue sin embargo dificultoso y lento. Incidieron en ello obstáculos burocráticos y administrativos y condiciones legislativas que favorecieron la especulación terrateniente. Para 1901, el 95% de los compradores de las tierras rematadas en Neuquén no habían aún tomado posesión de las mismas (Pérez Amuchástegui 1986). 

xiii En debates parlamentarios posteriores a 1883, referidos al destino y adjudicación de tierras públicas, se consideraba la posibilidad de reclamos sobre tierras que pudieran llevar a cabo ocupantes chilenos, ingleses o argentinos que "reconocían la soberanía chilena en esos territorios y medraban con el botín de los malones" (De Chede y otros 1974, en Pérez Amuchástegui 1986). Más tarde, a principios de siglo, quien fuera encargado la inspección de tierras en Neuquén sostenía "quienes han poblado y han hecho adelantos, y con los capitales que han introducido han contribuído al engrandecimiento del territorio, son los intrusos: a ellos y a los arrendatarios, y no a la Gobernación y dueños de concesiones y campos, se les debe los innumerables caminos que en distintas direcciones cruzan el territorio, los botes y balsas para vadear los ríos, los molinos, los centros agrícolas y pastoriles" (Bello 1901, en Pérez Amuchástegui 1986).


Ingrid de Jong

Docente e investigadora de la Facultad de Filosofía y Letras. Instituto de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires

E-mail: salevin@intramed.net.ar


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